Oscar Barney Finn: “Hay que encontrar el camino para vivir de otra manera”
Como a muchos creadores teatrales la pandemia obligó al director Oscar Barney Finn a levantar los tres espectáculos que tenía en cartel en marzo: La reina de la belleza y El diccionario, en El Tinglado; y Muchacho de luna, en El portón de Sánchez. En los últimos años los intérpretes que forman parte de esos proyectos han consolidado una tarea común que resulta muy efectiva. Barney Finn decidió sostener la actividad grupal y generó un producto a partir de algunos relatos que forman parte del libro El crepúsculo celta, del irlandés William Butler Yeats. Se presenta desde el jueves pasado, hasta el domingo 11, a través de Alternativateatral.com, bajo el nombre Hacia el crepúsculo. Estará disponible cada día durante 24 horas.
Se trata de una serie de pequeñas narraciones que recogen un mundo muy singular. Cuentos de aparecidos, de hadas, de duendes que van desarrollándose dentro de un paisaje casi espectral. Barney Finn aclara que no es un defensor del teatro grabado, ni tampoco del streaming y define a la experiencia como un producto más cinematográfico que teatral. "Trabajamos con nuestros teléfonos, a distancia –cuenta el creador-. Los pobres actores (Marta Lubos, Sebastián Dartayete, Pablo Mariuzi, Roberto Mosca, Cecilia Chiarandini, Paulo Bruneti y Pablo Flores Maini) se cansaron de mandarme las correcciones que yo señalaba. Ellos ejecutaban y yo corregía. Es la primera vez que hacíamos algo en este formato y fue muy especial. Cuando leí el texto sentí que estos relatos debían desarrollarse alrededor del fuego y con esa idea dije: ‘hay que crear un clima, hay que ponerle una determinada luz, un determinado encuadre’ y eso lo fuimos encontrando juntos. Cada uno tuvo que hacer de su casa un pequeño set. Yo les indicaba el tipo de cosa que podían hacer para aprovechar la luz de una vela, para que tuvieran como el chisporroteo del fuego alrededor del cual estaban narrando. Todo esto para luego pasar a la edición."
-El mundo irlandés te sigue provocando. ¿Seguirás en esa línea en nuevas producciones?
-Estoy estudiando unas obras irlandesas nuevas que voy a hacer el año que viene con el mismo grupo, cuando vea que el panorama es bueno. Los comentarios que recibimos de Hacia el crepúsculo fueron muy alentadores. Estamos ingresando a un formato diferente y en ese camino estoy con varios libros. Pensando que podemos hacer otra experiencia antes de fin de año. Otra búsqueda de estas características. No estamos transitando lo que ya sabemos y además no me gustaría estar haciendo o pensando un teatro filmado. Prefiero pensar en otra cosa, en este caso esto se aproxima más al cine que al teatro.
-El cine es un arte al que de alguna manera volvés aunque sea a través de una pequeña pero intensa experiencia como la que acabas de realizar.
-Yo tenía planes mayores. Me ofrecieron, después de mucho tiempo, filmar una película. Una coproducción entre España y la Argentina. Es un libro de Antonio Skármeta que se llama La velocidad del amor. Me ha sorprendido gratamente. Primero que me convoquen. Me siento más que halagado y me siento con las fuerzas y la creatividad necesarias como para encararlo. Ya la realidad se va a encargar de decir qué se puede y qué no se puede hacer. Nadie sabe como será el futuro. A veces nos negamos a entender que el cambio ya lo estamos viviendo. No es que va a venir un momento en el que las compuertas se van a abrir y todo va a ser a partir de ahí. Creo que ahora imperceptiblemente nosotros estamos cambiando.
-¿Te preocupa no saber que encontrarás afuera cuando dejes el encierro?
-La ciudad ha cambiado. Cuando estemos libres y vayamos a recorrer ciertos lugares no serán los mismos. Hay muchas cosas que se han cerrado o se están por cerrar. Por otro lado, ¿qué certezas tenemos de cómo va a ser el teatro? Mirá lo que pasa en Europa. Y además, ¿qué va a querer ver la gente? ¿Cómo vamos a poder acceder a las producciones? Yo estoy haciendo estos proyectos que van por caminos muy particulares pero también creo que la nueva época nos obligará a detenernos en nuevas temáticas, deberemos elegir de otra manera. Conozco gente que está retomando la actividad en filmaciones y están llenos de protocolos que los distancian de una posibilidad real de hacer las cosas como se habían pensado. Eso lleva a modificaciones en las historias, en los planes de producción, de grabación. Creo que tenemos que estar alertas.
-¿Pensás que tal vez el público opte por seguir viendo propuestas por streaming?
-No me atrevería a decir eso. Nunca descartaría ir a ver un espectáculo de teatro, una ópera, un concierto. Yo no cambiaría eso. Pero indudablemente si esto persiste va a ver condicionamientos. Y también habrá que ver qué disponibilidad mental y económica tendrá la gente. Todo eso tiene que ver con el lugar que te pertenece. Tu lugar, tu país, tu realidad política, económica, social, todo. Si eso no está claro y no está sólido, los esfuerzos que uno haga van a ser menos efectivos.
-¿Esa falta de claridad tiene que ver con que cierta comunicación está enrarecida?
-Hay menos comunicación, hay más información y creo que, a veces, es agobiante porque siempre pareciera estar manejada por las mismas coordenadas. Y se hace muy cuesta arriba en este momento en el que se suma la situación de la pandemia a la crisis mundial y a la crisis muy particular que tiene nuestro país, de lo que tiene que ver con el punto de vista político, económico. Quiero ser una persona que apueste al futuro y desearía que se encontrara el camino para poder sacarnos de esta y llegar a puerto. Pero, a veces, cuando veo la cotidianidad, cuado veo lo que sucede a diario... No me refiero a la violencia, a los robos, los asaltos. Hablo de toda la realidad que hace al país. Me agobio. Pero esa sensación es la que hay que superar. Hay que encontrar el camino que pueda llevarnos a vivir otra situación y no quedarnos en este estancamiento peligroso en el que estamos. En este ida y vuelta de contradicciones, de cosas que no se pueden admitir. Las cosas también se mezclan mucho. No se llegan a dilucidar. No se les da la importancia que tienen.
-¿Cómo son tus días habitualmente? Sin duda estar creando te ayuda a despegarte de cierta problemáticas que suceden en el país.
-A veces tengo días malos como los tiene cualquiera, y más después de seis meses de encierro. Hago un esfuerzo muy grande para superarlo y cuando no puedo me meto en lecturas, en escrituras, estoy escribiendo mucho más que otras veces. Estoy con lecturas que me alimentan pero a veces todo eso no es suficiente. Entonces tomo por lo práctico, trabajo con las plantas en el balcón, invento una comida, hago cosas que distraigan mi cabeza o escucho buena música y, de pronto, eso me ayuda a salir de esas mesetas de las cuales es muy difícil salir pero no permito que eso me gane más allá de un día. No es un tonto optimista el mío, simplemente soy alguien que sabe que está en un momento de la vida que no es aquel en el que tenía 30, 40 o 50. Voy a cumplir 82 años. Por lo tanto el tiempo que nos fue acordado en nuestra vida, en este mundo, se acorta. No hay tiempo para dilaciones. El tiempo no es el mismo para todos, si uno lo ve desde su edad. Peleás también de otra manera desde ahí. Pero también tenés alguna sabiduría después de haber andado tanto y sabés cómo evitar ciertas zonas de conflicto hacia fuera y adentro de tu cabeza.
-Pero estás muy activo. Con mucho proyectos a futuro, además.
-Puedo generar cosas en mi casa. Agarro un teléfono y me comunico con diversos lugares que tienen que ver con el quehacer cultural pero me asombra que, a veces, la excusa sea la pandemia o un presupuesto cuando lo que antes tendría que aparecer es una mayor inventiva, creatividad, atención para ver. Ya que hay gente que tiene que estar cumpliendo tareas, me irrita un poco ver que en ciertas instituciones no se gesta nada. Eso sí me molesta bastante. Hay instituciones que deberían tener planes, proponer cambios, tareas, provocar encuentros. Por otro lado, sabemos que todo lo que tiene que ver con lo artístico es lo último que se va a considerar para que vuelva a sus canales normales: los teatros, los cines, las recreaciones. Pero hay algo que es la creatividad de toda la gente y eso no ha importado mucho. Es uno el que tiene que asumirlo y no perderlo de vista.
-¿Cómo imaginás el año próximo?
-Tenía este año estupendamente programado. Las tres obras en cartel acá, dos obras para estrenar en Santiago de Chile, el proyecto de cine. Sabes que en los teatros oficiales el 2021 será para desarrollar lo que se programó en 2020. Creo que por eso uno tiene que gestionar, entreabrir puertas para seguir avanzando por el camino que tiene claro. No detenerse, pelear, tener una cintura que te permita hacer las verónicas necesarias para seguir adelante. Y a la vez no tener una venda que no te permita ver tu realidad. La veo y trato de asumirla, trato de no hablar inútilmente. Creo que hay muchas cosas que tienen soluciones y otras que no. Todo esto nos da el clima y las sensaciones en las cuales estamos. Pero no se me cruza por la cabeza la idea de que uno tenga que irse a vivir al Uruguay. Hay algo que tiene que ver con nuestra identidad, con nuestro lugar, con nuestra idiosincrasia y nuestra historia. Un tipo joven puede estar visionando y previendo. En mi caso no estoy pensando eso. Podré ir a Chile a hacer mis cosas pero mi país sigue siendo este y donde quiero que se desarrollen mis cosas es acá.
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