Originalidad, pero sin fuerza dramática
"El huevo ancla" , con Iride Mockert, Débora Zonlli, Juan Veppo, Patricio Famulari, Martín Buzzo, Débora Balletti y Alejandro Alvarez. Edición musical: Sebastián Alonso. Vestuario: Luciana Sabio. Diseño y realización escenográfica: Gerardo y Valeria Alonso. Iluminación: Valeria Alonso. Puesta en escena, producción y dirección general: Valeria Alonso. Fecha de estreno: 12 de julio. Viernes, sábados y domingos, a las 20. Duración: 70 minutos. En la sala El Gato Viejo Teatro (Avenida del Libertador 405, Galpón 3).
Nuestra opinión: regular.
Hay espectáculos que a fuerza de salirse de los moldes tradicionales se convierten en toda una experiencia. De algún modo es lo que ocurre con "El huevo ancla", la obra de Valeria Alonso. Porque llegar hasta el Galón 3 del Museo Ferroviario es toda una experiencia en sí misma. Un camino con los trenes abandonados a un costado y, del otro lado, el estudio del artista plástico Carlos Regazzoni.
Esperar que se inicie el espectáculo también tiene lo suyo. Es más: si la noche acompaña, con la ciudad acechando ahí cerquita y en medio de un hall iluminado apenas por unas velas, mágicamente el sitio se transforma en un espacio de lo más especial. Pero lo que termina de sumar, definir y se transforma en un verdadero chiche de esta performance es la modalidad que eligió Valeria Alonso para presentar su montaje.
Varias lecturas
Cada espectador ingresa en total oscuridad en un cabina que posee un cómodo sillón, desde donde se ve la obra apenas por un circulito, al mejor estilo de un local porno. La cosa no queda allí, ya que a lo largo de esta obra, basada en imágenes de lecturas varias, las posibilidades de apreciar el espectáculo se multiplican, pasando del agujerito a una especie de ranura, o de una especie de ojo de buey a un rectángulo de generosas dimensiones desde donde uno se asoma al espacio central. Un espacio delimitado por las 37 cabinas para los 37 espectadores testigos, cómplices y partícipes de esta experiencia teatral.
Y como creatividad a la misma directora y a Gerardo Alonso no les falta, la yapa no agota con esa posibilidad porque -sin ánimo de revelar la sorpresa- la vida de esas cabinas continúa multiplicándose y sorprendiendo al espectador a lo largo del trabajo.
Pero el problema de "El huevo..." no radica en las posibilidades que tiene cada una de las cabinas (enormes, muy bien aprovechadas y de una elogiable producción). El gran bache es lo que ocurre en ese espacio escénico central, ya que, salvo en contadas escenas, las acciones carecen de fuerza, de una belleza plástica que sustente la narración fragmentaria. Tampoco la participación de los siete actores aporta una presencia contundente que supla otras carencias. Por eso, bien puede ser que a lo largo de la obra el interés decaiga y hasta el montaje se torne innecesariamente extenso.
Valeria Alonso, de apenas 22 años, comenzó su trayectoria artística con el grupo De la Guarda en el espectáculo "Doma", performance que poseía imágenes de una belleza electrizante, pero que carecía de ritmo y de una estructura dramática sólida. En aquella oportunidad, todo se lo llevaba la imagen de aquel hombrecito a varios metros de altura dando vueltas alrededor de su asteroide. Con sus diferencias, algo similar ocurre en "El huevo...". O sea, todo se lo llevan las 37 cabinas. Hasta podría agregarse que si a la creatividad que tuvieron para apropiarse de un lugar no teatral y a la manera en que construyeron el espacio escénico hubieran sumado una trama el resultado habría sido otro. Pero, claro, estaríamos hablando de otra obra.
lanacionarTemas
Más leídas de Teatro
El trágico reinado de Eduardo II... Una maquinaria teatral al servicio de un texto fuerte, que ilumina el presente como un diamante en llamas
"No hay que aburrir". Actuó con el Cirque du Soleil, pero encontró el éxito en el teatro porteño con sus versiones clown de Shakespeare
En el Teatro San Martín. Quiénes son los hacedores de la más audaz versión de Eduardo II, el rey de Inglaterra que no escondió su homosexualidad