Once on this Island: una playa en pleno Broadway
NUEVA YORK.- Imaginen un cuento nativo como La flor de ceibo trasladada al lenguaje teatral-musical. Historia sencilla, con moraleja y el encanto de los cuentos bien pensados. Algo de eso tiene el musical más atrevido de Broadway: Once on This Island (Una vez en la isla), de Lynn Ahrens y Stephen Flaherty, ganador del Tony 2018 como mejor revival de musical. De la mano del equipo de Film&Arts –que transmite esos premios desde hace 18 años- y uno de los principales productores del espectáculo, el argentino Diego Kolankowsky, un grupo de periodistas internacionales –entre los que se incluyó la nación- tuvimos el honor de ser invitados a ver el espectáculo, espiar su trastienda y charlar con sus hacedores.
¿Por qué atrevido? El público de Broadway suele ser bastante conservador y estricto en normas que "deberían" cumplirse. Como ejemplo, vale señalar que editan libros con "reglas" de cómo debe hacerse una comedia musical. Como si el arte tuviera normativas estrictas. Cuando aparece algún grupo de artistas que deja volar su creatividad y le da la espalda a esas reglas es cuando en Broadway aparecen puntos de inflexión. Las pruebas son históricas: Cabaret (1966), Hair (1968), Company (1970), El rey león (1991), Avenida Q (2003), Despertar de primavera (2006), Casi normales (2009) y Dear Evan Hansen (2017) sólo por citar algunas. Jugarse a hacer lo diferente puede tener sus consecuencias. Pero la obstinación, la convicción creativa, la fuerza de soñar hacen obras maestras. Once on this Island quiebra todas las reglas de lo convencional y eso la vuelve un auténtico desafío, que hoy la convierte en una de las obras más buscadas.
Es una fábula preciosista, con un montaje de una creatividad extrema y puro talento sobre un espacio escénico de arena y agua, rodeado por el público.
La obra se desarrolla en el atípico teatro Circle in the Square, de 840 localidades que, junto a su hermano mayor, el Gershwin Theatre (donde se representa la taquillera Wicked), están emplazados en un rascacielos de Manhattan, el Paramount Plaza. Es el espacio escénico perfecto para realizar propuestas fuera de lo común debido a que la platea lo rodea casi en su totalidad. Nuestro agraciado grupo (compuesto por periodistas de Argentina, México y Brasil) ingresó apenas dieron sala y el productor insistió en que debíamos prestar mucha atención a todo lo que ocurría desde el primer minuto. Es que los intérpretes ya están en escena desde ese momento realizando acciones que sirven para introducirse en la historia. De todos modos, salir del lobby del Circle in the Square e ingresar a la sala es verse sumergido directamente en el cuento. Por las paredes, ropa de distinto tipo colgada sobre toda la superficie (prendas que durante la obra los actores irán utilizando y cambiando), un espacio escénico cubierto de arena -sobre la que también posan sus pies los espectadores de las primeras filas- y una salida de agua, con un bote, por la que también entran y salen los artistas. Al foro, la parte trasera de un gran camión y, en el centro, a uno de los costados, un gran poste caído que atraviesa la línea de butacas y sobre el que están pegadas decenas de fotos. Sobre la arena todo indica que acaba de ocurrir un desastre. Hay elementos de todo tipo tirados por todos lados y son los mismos actores –como habitantes de algún lugar de las Antillas francesas- que recogen todo eso. ¿Por qué había que prestar, además, tanta atención? Ellos irán armando el vestuario de sus personajes con algunos de los residuos que van recolectando, y uno se dará cuenta de que por ahí pasó un huracán. Hasta hay animales… una gallina, una cabra. Luego, la banda –desparramada en los espacios superiores de la escenografía- comienza a hacer sonar "We Dance", el relato cantado al son de melodías nativas con un dominio de la percusión. Ese cuadro de casi seis minutos es uno de los más hermosos relatos cantados. La música le pone alegría al desastre y la transformación escénica es un crescendo creativo de gran belleza. Allí comienza este cuento cuyo concepto es la discriminación y sus consecuencias. Es una historia de amor y desgracia con elementos mitológicos y mágicos. Esa noche de tormenta los truenos hacen llorar a una niñita y, para consolarla, los narradores del pueblo le cuentan la historia de Ti Moune, una campesina negra que se enamora de un Daniel Beauxhomme, un hombre blanco. Ellos mismos, con los residuos del huracán toman la forma de cuatro dioses: Asaka, madre de la Tierra; Agwé, dios del agua; Erzulie, diosa del amor; y Papa Ge, demonio de la muerte, todos ellos venerados por los campesinos pobres. Ellos viven de un lado de la isla y son "negros como la noche", mientras que del otro lado están los blancos, descendientes de los colonos franceses, junto con sus esclavos negros. Cuando Agwe desata la gran tormenta sobre la isla, la inundación arrasa las aldeas, pero los mismos dioses rescatan a una huérfana colocándola en un árbol sobre las olas. Allí es encontrada por una pareja de campesinos, Mama Euralie y Tonton Julian, quienes la adoptan y la bautizan Ti Moune. Ella crecerá feliz entre la austeridad de su comunidad, hasta que se topa con Daniel, descendiente de ricos franceses, que se desvía con su auto a la otra parte de la isla y tiene un accidente. Por supuesto, ella se enamora y de esa relación participan los cuatro dioses, que pondrán pruebas a la joven en su camino del héroe en pos del amor.
Esta hermosa fábula es un sueño de su director Michael Arden. La misma noche en que su montaje de Despertar de primavera –con un elenco mezclado entre intérpretes parlantes e hipoacúsicos- bajaba de cartel, le expresó el deseo de hacer Once on this Island a los productores. Tanto confiaban en él que, a la semana, el mismo equipo ya estaba reunido para trabajar en el montaje del revival de esta obra que se estrenó originalmente en Broadway en 1990 y que está considerada como la pieza más representada en los colegios y universidades de habla inglesa. Es que tiene todos los elementos necesarios para despertar la atracción de adultos, jóvenes y niños por igual. Al respecto, es remarcable que entre el público hay siempre un considerable número de pequeños espectadores fascinados de una manera muy diferente a la que podrían cautivarlos musicales de gran producción pero de trama convencional como Bob Esponja o Aladdin.
No hay demasiados artilugios escénicos más que la sensación de la tormenta, la puesta de Arden tiene una salvaje teatralidad. Es imaginación al cien por cien al servicio escénico. Tuvo a su mejor socio en Dane Laffrey, como diseñador escénico. Con esta versión de Once on This Island se confirma lo erróneo del término norteamericano de "show" utilizado para los espectáculos teatrales, especialmente a los musicales. Sí, es un musical. Pero es una obra de teatro. Como si el lenguaje cantado le quitara entidad teatral a una pieza.
La arena y el agua en el espacio escénico por el que se mueven los personajes no es un capricho. Juegan de modo fundamental ya que la estructura dramática de la pieza, cercana a la juglaría, bien podría sentarle a aquellos viejos teatros símiles a la ranchería o al mismísimo The Globe. A su vez, la tierra y el agua, en sus formas espirituales-simbólicas son claramente una herramienta vital en la interpretación de este magnífico elenco compuesto por consagrados como Lea Salonga (protagonista original de Miss Saigon), Tamyra Gray, Quentin Earl Darrington, Kenita R. Miller y Phillip Boykin, con debutantes como Hailey Kilgore (nominada al Tony por este papel) y Alex Newell, amado por los fans debido a su trabajo como un estudiante transgénero en la serie Glee.
Michael Arden le exige al espectador que trabaje su imaginación sin esfuerzo y diseñó una bellísima escena de teatro de sombras. También cambió el sexo de algunos personajes, y hasta tuvo la iluminada idea de darle a Newell el personaje de la madre tierra Asaka, quien con su excelente interpretación y su poderosa voz, gana los mayores aplausos.
Por todas estas cualidades Once on this Island fue mimada por el público desde el primer día y por la crítica desde su estreno. A su vez, fue acreedora de 11 Fans Choice Awards (la gran ganadora del año), fue considerada como Mejor Musical por los Audience Choice Awards; un Drama Desk Award, entre siete nominaciones; y la coronación como Mejor Revival de Musical, en los Tony. "Este premio siempre es un sueño para todos los que hacemos teatro en Broadway. Este premio no sólo nos permite seguir teniendo el teatro con localidades agotadas, nos da una proyección más larga y mejora de precios colocándonos en lo más alto de Broadway, junto a Hamilton y Dear Evan Hansen. Ya teníamos pautada una gira para 2019 con quince ciudades que ahora llegarán a más de 40. El Tony nos da seguridad y capacidad de programar con tranquilidad, además de llenarnos el pecho de orgullo de la temporada perfecta para una aventura soñada", admite Kolankowsky, uno de los principales socios de los consagrados productores Ken Davenport y Hunter Arnold.
Si se da una vueltita por Nueva York, no haga la conversión en pesos para no sufrir, y regálese el gustito de ver esta obra maestra.
Un productor inquieto y creativo
NUEVA YORK.- Junto al mismo equipo de Once on this Island, Diego Kolankowsky produjo los musicales Merrily We Roll Along y Despertar de primavera (Spring Awakening). Por estas latitudes produjo el año pasado American Idiot, el musical de Green Day, y fue uno de los responsables de Peter Pan. Además, tiene en sus planes la producción de dos películas próximas a filmarse. Al finalizar el espectáculo, la nación pudo conversar con él sobre aspectos de la obra.
-¿En tu rol de productor pudiste hacer aportes creativos a la propuesta?
-A Michael Arden le gusta decirme colaborador ya que además de mi rol de productor y de uno de los creativos participo activamente en todo el proceso. Él es un director muy inteligente que sabe escuchar pero también hay que saber en qué momento opinar o intercambiar ideas. Lo mismo ocurre con los demás productores. Es un trabajo mancomunado de aportes, escucha y toma de decisiones en dos segmentos muy claros: el de la obra como hecho artístico y el de la obra como producto. Me encanta y me llena lo artístico pero me destaco también en la comunicación y el marketing. Siempre sentí que Broadway en esas áreas, a veces, estaba retrasado o lejos de la gente. Sin lugar a dudas hicimos una campaña única de marketing digital sin avisos en los diarios hasta luego de que la obra fuera un éxito.
-¿Tuvieron que realizar muchos cambios durante el proceso de ensayos hasta llegar al estreno?
-El proceso creativo fue genial. Sobre todo el período de ensayo final y los diez días de técnica en el Circle in the Square. Allí vimos cómo nacía, florecía y crecía mágicamente. Fue un proceso artesanal de teatro puro, intenso y majestuoso. En ese proceso de previews hasta el estreno, como anécdota, te puedo contar que cambiamos la puesta del final cinco veces hasta conseguir algo que realmente nos elevara y llenara. Hoy puedo decir que fue hermoso pero aquella época era de mucha tensión, charlas en el teatro, llamados telefónicos y emails trasnochados tratando de encontrar soluciones, apoyos para los cambios o quórum para aceptación. En eso sí te puedo decir que trabajé mucho para llegar a lo que hoy tenemos como resultado.
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