Noche de Reyes
La osada y festiva versión musical de una comedia de William Shakespeare
Autor: William Shakespeare / Dirección y versión: Jorge Azurmendi / Intérpretes: Belen Pasqualini, Rita Terranova, Melania Lenoir, Laura Azcurra, German Tripel, Felipe Colombo, Divina Gloria, Rafael Aieta, Nicolas Larrain, Gustavo Pardi, Alejandro Justiniano, Sebastian De lellis, Nicolas Contardi, Sebastian Pavon, Bruno Lazzaro / Escenografía y vestuario: Alejandro Guiggi / Iluminación: Claudio del Bianco y Manuel Garrido / Arreglos, dirección musical y piano: Santiago Otero Ramos / Coreografías: Gustavo Wons, Gustavo Carrizo, Diego Bros, Mecha Fernandez, Seku Faillace, Santiago Almaraz / Producción: La Rabieta / Sala: El Cubo / Duración: 110 minutos
Nuestra opinión: muy buena
Si la felicidad está hecha de momentos felices, esta comedia musical que versiona Noche de Reyes -con su invitación a la danza, al canto, al romanticismo, al desprejuicio- bien puede representar uno de esos lapsos venturosos. El mérito le corresponde a Jorge Azurmendi, adaptador y director, que eligió esta comedia del más que genial Shakespeare para expandir los temas del amor, la ilusión, el desdoblamiento, la ambigüedad sexual. Todo ello desde una mirada actualizada que entendió que los géneros masculino, femenino -sus comportamientos, rasgos arquetípicos- son en buena medida una construcción cultural. Así es como en esta obra donde la protagonista Viola se viste de varón e imita actitudes masculinas, Azurmendi va más lejos al proponer que tres personajes de varones -sir Toby, Malvolio, Feste- sean encarnados por actrices en distintos registros: el humor farsesco donde resplandece Rita Terranova, la lograda composición seria y sobria de Luz Kerz, la perturbadora imprecisión de la estupenda Melania Lenoir, con look de pin-up de los 50 que se nombra en masculino.
Todo transcurre en el reino de Iliria, donde el duque Orsino, muerto de amor por la condesa Olivia, deja oír su lamento por el rechazo de ella, que guarda duelo. En las costas naufraga el barco que trae a los gemelos Viola y Sebastián, creyéndose cada uno que el otro se ha ahogado. Viola se trasviste para zafar, y se hace llamar Cesario cuando se ofrece como paje a Orsino, quien lo manda -como el varón que da por cierto que es- a transmitirle su discurso amoroso a Olivia. Esta queda impactada por la vehemencia del emisario, y a su vez Sebastián, en un cruce fortuito, conoce a Olivia, quien, claro, lo confunde con Cesario…
Azurmendi tuvo la creativa idea de trabajar como intertexto en los cuadros musicales con temas tan clásicos y entrañables como "L.O.V.E." (Nat King Cole), "I Got Rhythm" (Gershwin), "Cheek to Cheek" (Porter), arrancando esta puesta con el arrebatador ritmo de "Sway" (de Pablo Beltrán Ruiz, versión estadounidense), y dejando acertadamente para el tonificante final "Singing in the Rain" (Brown & Fred). Porque si bien las demás canciones se articulan con las diferentes instancias argumentales, aludiendo a amores y desamores, lo cierto es que aquel tema que bailaba y cantaba bajo la lluvia Gene Kelly viene de perlas para suplantar la canción del cierre en el original. Allí donde el bufón filosófico hablaba de que todo da igual, pues llover llueve siempre, en la versión en cartel, todos los personajes en alegre bailongo cantan riéndose de las nubes porque brilla el sol en sus corazones…
Entre los múltiples equivalentes y citas que el director hace de los musicales fílmicos de los años 50, figura el de poner al descubierto los artificios escénicos (en Cantando… Kelly lleva a Debbie Reynolds a un set y le muestra los recursos para crear ilusión y la pareja cae en ese encantamiento trucado). A Azurmendi le alcanza con un cortinado de cotillón que se va transformando gracias a las luces, un andamio y un banco que entra y sale según convenga, los bien templados músicos con Santiago Otero Ramos a la cabeza, un cantante de cálida voz -Alejandro Justiniani- en traje retro, más un rendidor elenco -donde cabe destacar a Belén Pasqualini, Laura Azcurra, Germán Tripel-, para hacernos creer que estamos en Iliria, donde rondan el romance de unos y la pura chacota de otros.
lanacionar