No me digas que ya sé: una puesta divertida y abierta a la reflexión profunda
No me digas que ya sé / Libro y dirección: Matías Prieto Peccia, Mariel Vélez / Música y letras: Vanesa Butera / Intérpretes: Mariel Percossi, Julián Pucheta, Laura Silva, Diego Cassere, Sol Macchia / Vestuario: Carla Torrico Ramírez / Escenografía e iluminación: Gonzalo Córdoba Estévez / Producción ejecutiva: Francisco Hails / Teatro: El Picadero / Funciones: miércoles, a las 21 / Duración: 95 minutos / Nuestra opinión: muy buena
Esta obra nació en la Bienal de Arte Joven y tiene un rasgo muy particular: se la percibe sólida y fresca. Claro que no son dos adjetivos específicos para una propuesta escénica pero alcanza con verla para entender que, efectivamente, es así. En el comienzo uno podrá sentir que está ante una de las reiterativas temáticas de la cartelera porteña, pero no es así. Un gesto raro, descolocado, arrebata al espectador del realismo casi sin que se de cuenta. Al menos del realismo de la narración porque el espacio se construye desde esa estética. Pero la decisión no es arbitraria. Sin ese marco espacial, lo que se cuenta no tendría posibilidad de anclarse, ya que en ese universo cotidiano sucede lo inesperado. De a poco se podrá comprender que la protagonista sabe lo que va a pasar. Sí, "conoce el futuro". De ahí, el título No me digas que ya sé, un adelanto de lo que sucederá en la propuesta.
Luego las construcciones del espacio se permiten un poco más de lo lúdico (como el ingreso de una plataforma con una bicicleta) porque la obra crece más y más en humor, pero con un altísimo nivel de reflexión. Habrá que decir que es una joya de la comedia musical en todo sentido. Los trabajos actorales son precisos y preciosos. Mariel Percossi y Julián Pucheta -que siempre son garantía de excelencia-, reafirman acá su calidad para la comedia y para las transiciones, arman una dupla deliciosa, acompañada de un elenco de igual lucimiento: Laura Silva, la "imposible" Sol Macchia -que será clave para desanudar la trama-, Diego Cassere y, por supuesto, los músicos en escena.
Las bellísimas canciones de Vanesa Butera tienen un recorrido variado de ritmos, están en perfecto entramado y narran la historia sin convertirse en un anexo. No me digas que ya sé es una propuesta divertida, con un ritmo sostenido. Pero su finalidad no es sólo entretener: apuesta a la reflexión a partir de una dramaturgia original, con vueltas de tuerca que postulan una lectura sorpresiva. Es un mérito de los autores-directores Matías Prieto Peccia y Mariel Vélez, quienes trabajan sobre algo que suele plantearse como un objeto de deseo, aunque encuentran otra manera de pensarlo: desviado, alterado, en simultáneo profundo y divertido. Ellos plantean una serie de interrogantes profundos e interesantes vinculados con el modo de construir el presente, o de cómo algo que puede ser deseable (quién no habrá soñado con conocer el futuro) se convierte en una verdadera prisión para el vínculo con los otros y con uno mismo. ¿Un don puede ser un regalo, una habilidad, una verdadera tortura, un aburrimiento?
Ambos realizan un trabajo cuidado, prolijo y aceitado en la dirección de actores. Un placer cuando los más jóvenes verdaderamente proponen un teatro que rompe, en alguna medida, ciertos moldes.
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