El popular actor, que viene de protagonizar y producir los sucesos teatrales El otro lado de la cama y Una semana nada más, se pondrá en la piel del recordado personaje que popularizara Dustin Hoffman en cine; una apuesta de producción millonaria en el teatro Lola Membrives
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Nicolás Vázquez llega al teatro Lola Membrives eufórico, con una felicidad que no intenta ocultar. Esa misma noche, luego de la charla con LA NACION, se hará una pasada general de la obra Tootsie, que se estrenará el próximo jueves 16 de marzo en esa sala histórica de la Calle Corrientes, y allí estará la actriz Gimena Accardi, su pareja, la confidente que le cantará la justa del ensayo con atmósfera de función.
La historia de este proyecto es de larga data y hasta tiene algunos ribetes causales sumamente sorprendentes, como suele suceder con aquellos sueños valiosos. Esta vez, el actor se pondrá en la piel de ese personaje recordado por la composición que hizo del mismo Dustin Hoffman en la celebrada película de 1982, dirigida por Sidney Pollack y que le valió el Oscar a Jessica Lange.
Esta versión viene de los Estados Unidos, donde Tootsie fue protagonizado por Santino Fontana, actualmente el niño mimado de Broadway. “Me sigue en las redes”, comenta Vázquez, sorprendido por tal cosa. La pieza se estrenó en 2019, pero la pandemia truncó su destino y aún no volvió a reestrenarse en la capital internacional del teatro comercial.
“Es una comedia ciento por ciento”, aclara desde el vamos el actor, ya que no se trata de un musical (a diferencia de la de Broadway), aunque varios cuadros contemplen partituras y algunos pasos coreográficos. Minutos antes de producirse esta charla, parte del elenco ensaya sobre el escenario, mientras el director Mariano Demaría, que también dirigió a Vázquez en Una semana nada más, observa atentamente. Gerardo Gardelín es el director musical y Renata Schussheim es la responsable del diseño de vestuario.
Una vara gigante con luces robóticas descansa sobre la platea y un técnico pregunta si la subirán antes del ensayo de esa noche. El teatro es un hervidero de gente que va y viene. Desde el personal afectado a limpiar las butacas del pullman a los encargados del sonido. Sin embargo, no hay clima de tensión. Todos parecen disfrutar de esa fiesta que se vislumbra será cada función.
Los adelantos fotográficos dejan entrever que Tootsie le calza muy bien a Vázquez, intérprete a la medida de ese personaje querible en el que se transforma un actor cabrón al que nadie soporta y que decide presentarse a un casting de actrices para ver si consigue un puesto. Lo que no espera es enamorarse de una colega y tener que decidir entre seguir con la farsa o darles rienda suelta a sus sentimientos. Comedia en estado puro.
Nicolás Vázquez es también el productor de esta propuesta, asociado con RGB, la compañía de Gustavo Yankelevich, y Preludio. Ese rol lo lleva a visualizar rápidamente los trabajos que se están haciendo en la fachada del teatro, con la renovación de la marquesina y el trabajo de puesta en valor del foyer, donde una ebanista desde las alturas les devuelve el brillo a las molduras doradas. Todo huele a nuevo. Vázquez va y viene, saluda a los albañiles con una sonrisa y saca cuentas sobre el avance de las obras y si todo estará listo para la primera función con público que se realizará la semana que viene. En el teatro, se sabe, casi siempre se llega a tiempo, aunque parezca lo contrario.
Las tareas de acondicionamiento, solventadas por la familia Spadone, propietaria del teatro, también contemplan unas vitrinas en el primer piso, donde se podrán apreciar vestuarios lucidos por Susana Giménez y Ricardo Darín en Sugar, y el atuendo de una entonces niña llamada Noelia Noto, protagonista de Annie, musicales que se dieron en el Lola Membrives.
Ya en su camarín, el primero saliendo del escenario y que cuenta con baño privado, ofrece un café que él mismo prepara. En segundos, uno siente que está charlando con un amigo en un bar. Cero divismos, aunque se trate de una estrella del espectáculo que viene de protagonizar, durante los últimos nueve años, la comedias El otro lado de la cama y Una semana nada más, dos exitazos que rompieron la taquilla y convirtieron al público, en gran medida gente joven y adolescente, en una hinchada fanatizada que batió récords de asistencia.
Ahora es el turno de Tootsie en el Lola Membrives, ese coqueto teatro que alguna vez se llamó Cómico. Cuando el cronista le comenta que, en ese mismo camarín, entrevistó a la actriz Ana María Campoy hace tantísimos años, Vázquez resignifica ese espacio que seguramente lo cobijará durante mucho tiempo. Tootsie tiene sabor a éxito de antemano. Ya se vendieron más de 10.000 entradas, agotando las localidades de las primeras funciones.
“Es una felicidad poder generar todo esto vinculado al arte, que da tanto trabajo, pero también es cierto que provoca estrés. Es felicidad y estrés al mismo tiempo, es mucha responsabilidad, ya que es una producción que involucra a mucha gente”. Sirve el café y señala las paredes empapeladas con fotos de sus afectos: “Están mi familia, mis amigos, es importante para mí”.
Se sabe que la vida del artista es, en gran medida, trashumante. Buscando que los ambientes tengan cierta familiaridad y no vivenciar ese destierro de pasar de una sala a otra, el actor traslada en unos baúles todo ese arsenal afectivo y los objetos que hacen a su confort previo a cada función, cafetera incluida. Por cierto, el café huele muy bien. “Cuando termina una temporada, guardo todo para la siguiente, así cada teatro se vuelve algo cotidiano”.
Vázquez reconoce que “paso muchas horas en el camarín, llego unas tres horas antes de la función, disfruto de eso. Me interesa recorrer el escenario, compartir algún momento con los técnicos, ya que después cada uno estará en lo suyo, me parece que eso se nota en el finish, la gente lo percibe”.
–En una puesta como la de Tootsie, el engranaje técnico es esencial.
–La tarea de los maquinistas, sonidistas, iluminadores, vestidores… es importantísima. No es una obra que se resuelve con dos cositas.
Está claro. Mientras el ensamble habita el espacio, un telón rojo desciende desde la parrilla (así se llama la zona desde donde se despliegan los telones y escenografías que penden en las alturas). Ese cortinado, realizado ad hoc para el espectáculo, está conformado por 82654 lentejuelas pegadas a mano generando un atractivo efecto visual. Detalles como ese hacen a la envergadura de la propuesta.
Querer es poder
–¿Cómo llega Tootsie a tus manos?
–Fue muy loco… Ni bien se comenzó a hacer en Broadway fui detrás de los derechos. Tuvo unas críticas fabulosas, así que me dio mucha curiosidad conocer el libro. Empecé a husmear y me enteré que un argentino tenía los derechos, pero no sabía que era Gustavo Yankelevich. Entonces, me fui detrás de otra obra que iba a hacer luego de Una semana nada más.
–¿Avanzaste con ese nuevo material?
–Por suerte, no se comprometió a nadie, pero sí hubo charlas de preproducción. En ese interín, me llegó un mensaje de Gustavo (Yankelevich) invitándome a tomar un café.
–¿Vos habías hablado con él previamente?
–No.
–¿Entonces?
–Me resultó raro el llamado pero, por supuesto, acepté con gusto.
Si la convocatoria era llamativa, más lo sorprendió que lo citara junto al director Mariano Demaría. “Estábamos comiendo una pizza con Mariano y nos preguntábamos qué motivo tendría la reunión, hasta si el tema sería Tootsie, pero, rápidamente, lo descartamos”.
–Se trataba de Tootsie.
–Cuando me tiró la idea, me quedé congelado. “¿Y?, contéstame algo”, me dijo y me aclaró que también me buscaba como productor asociado. “Quiero ver qué hacés, ya que hace años que llenás las salas”. Me lo decía el número uno, el que inventó todo.
En esa reunión, Yankelevich le aclaró que también deseaba trabajar con Mariano Demaría y que suponía que Vázquez tendría la misma idea, luego de la gran experiencia anterior. Si a Vázquez y Demaría los sorprendió la propuesta, no menos impacto le generó a Yankelevich saber que ellos habían estado detrás de Tootsie.
–¿Aceptaste en el momento?
–Obvio.
Aquella reunión sucedió en abril del año pasado y, como aún faltaban muchos detalles por cerrar y el actor se encontraba al frente de otra pieza, decidieron guardar bajo siete lleves el proyecto. En agosto, como ya había comenzado el trabajo de preproducción, se hizo el anuncio con una imagen suya en la piel de Tootsie. “Hicimos esa foto con gente amiga y en secreto. Fue mágico, disparó la cámara y la imagen enseguida estuvo”. Gustavo Yankelevich, que se encontraba en Punta del Este produciendo Piel de Judas con Susana Giménez, fue el primero en recibir esa producción.
–¿Viste la versión de Broadway?
–Sí, me encantó, Santino Fontana es un fenómeno, es el actor más importante que hoy tiene Broadway.
–¿Qué te seduce del personaje?
–El cambio de género me parece algo increíble. Fijate cómo estoy sentado y ya comienzo a tener ademanes más femeninos.
Es cierto. Su corporalidad se percibe más estilizada. Incluso sus manos lucen diferentes. “Me dejé de comer las uñas”, confiesa. Aquel hábito fue combatido debido al aplique que se colocó en sus manos, unas uñas no estridentes, pero de mejor aspecto que las propias. “Mirá cómo las tenía”. Muestra una foto en su celular y claramente se puede percibir que Tootsie merece un trabajo de embellecimiento también en sus manos.
Más allá de lo anecdótico, el actor se está preparando desde hace seis meses para este desafío. Entrenó duro, hizo trabajo aeróbico, y bajó cinco kilos, haciendo foco en el descenso de su masa muscular para que Dorita, el nombre como se bautizó a su criatura, luciera mejor. También, desde la última primavera, camina en su casa con taco alto, para llegar a escena sin que eso implique un movimiento artificial. Allí están, en el pasillo detrás del escenario, junto al vestido brillante de su personaje, los zapatos con los que se convertirá en esa actriz querible. Trabajó con un osteópata para que el calzado inusual no le afectara y entrenó vocalmente para liberar la voz femenina.
Al iniciar la función, el actor es Santi y, cuando debe convertirse en Dorita, un staff de varios colaboradores le instala desde pestañas postizas hasta una peluca, le calzan el vestido rojo y lo suben a zapatos de taco. En la jerga del transformismo se diría que Nicolás Vázquez se “monta” en esa mujer y lo hace tras bastidores en tan solo cuarenta segundos.
Acá, el personaje se postula para una comedia musical, permitiendo cierto disparate en los logrados cuadros musicales de la pieza que, por momentos, tiene mucha atmósfera de show y donde el protagonista realiza 19 cambios de vestuario por función.
“Todos tenemos una parte masculina y otra femenina”, afirma y reconoce que “siempre me sentí muy atraído por ese mundo, tengo una mirada feminista, será por eso que la película me atravesó”. Y, otra causalidad del destino, recuerda que vio la película cuando se estrenó en televisión. Eso sucedió en la pantalla de Telefe en 1992, cuando el canal estaba a cargo de Gustavo Yankelevich, su actual socio. “La vi a los doce o trece años y la tomé como una comedia, pero hoy la entiendo diferente, creo que fue la primera película feminista que se hizo en Hollywood, fue elegida como la mejor comedia en la historia de esa industria, según la opinión de setenta artistas de ese medio”.
–En Tootsie, el transformismo no es una caricatura.
–Ella es una mujer.
Santi, como se llama acá al personaje masculino, interpreta a un personaje de mujer, pero sin bromas: “La burla haría que se den cuenta de su verdadera identidad”.
–En algunos aspectos, es una obra adelantada.
–Habla de las diferencias entre el hombre y la mujer, parece escrita ayer, está muy vigente.
–Se entiende que, como productor, tuviste decisión sobre el elenco.
–Lo soñé así.
Julieta Nair Calvo interpreta a Julia, el papel que en el cine inmortalizó Jéssica Lange. Junto a ellos, completan el elenco Maida Andrenacci, Vivian El Jaber, David Masajnik, Diego Hodara, Leo Trento, Francisco Andrade y un ensamble integrado por Gustavo Monje, Christian Giménez, Daiana Fernández, Georgina Tirotta, Giselle Dufour, Gonzalo Gerber, Juan Mateo Halle y Virginia Kaufman, todos de extensa trayectoria en el teatro musical.
Tootsie cuenta con libro de Robert Horn y música y canciones de David Yazbek, y está basada en la historia de Don McGuire y Larry Gelbart y el film de Columbia Pictures producido por Punch Productions. En nuestro país, la versión es de Fernando Masllorens y Federico González del Pino. “Es una película en teatro”, se entusiasma Vázquez.
Romper reglas
Se ha dicho hasta el cansancio que, para lograr un éxito masivo en teatro, se debe contar con el apoyo de la maquinaria televisiva, fábrica de luminarias, popularidades y estrellas con mayor o menor perdurabilidad en el tiempo. Nicolás Vázquez rompe con esa regla impuesta y nada certera. A pesar de una nutrida carrera frente a cámaras, donde protagonizó más de un éxito, hace diez años que no pisa un set, con excepción de su participación en el novedoso formato El host, junto a Adrián Suar. En 2013 protagonizó Mis amigos de siempre y no volvió a estelarizar una ficción televisiva. Desde aquello hasta hoy, estuvo abocado a dos sucesos teatrales y sin pantalla.
El fenómeno Casados con hijos, también producido por Gustavo Yankelevich, marcó un récord de público, pero amparado en las recurrentes repeticiones de la sitcom de Telefe, sin desmedro de la propuesta que se dio en el Gran Rex y bajó de cartel el domingo pasado.
–Con vos, ¿echamos por tierra el poder de la televisión?
–Creo que, para lo artístico, el teatro es el lugar mágico por excelencia. Amo el cine, aunque hice muy poquito, y valoro enormemente a la televisión, es el medio que me hizo conocido, pero yo vengo del teatro. A los catorce o quince años ya hacía mis obras.
–¿Se puede ser popular sin pasar por la televisión?
–Sí, pero es más difícil. La televisión es encantadora y masiva, se necesita. Hacés una nota en un programa y, automáticamente, vendés 200 tickets, uno tiene que ser agradecido a eso. No se puede renegar de la televisión, pero no hay que enloquecerse si no se tiene pantalla, aunque tengo que agradecer los 18 años en los que laburé muy fuerte en ese medio.
Desde ya, en su caso, su ausencia en pantalla es una decisión. Su norte está en el teatro, donde encontró su espacio y un nicho de público: “Carlos Rottemberg me dice que me haga cargo de haber llevado a los adolescentes al teatro desde El otro lado de la cama. Luego, muchos colegas apostaron por ese teatro joven y les fue muy bien, está bueno que suceda. Tenemos una plaza teatral increíble, incluido lo independiente, por eso tengo gente como Leo Trento en el elenco de Tootsie”.
Con Son amores, de la factoría Polka, y Casi ángeles, de la usina Cris Morena, entendió qué es eso de actuar en grandes salas con localidades agotadas. “Aprendí mucho en esos programas, fueron proyectos hermosos que nacieron en la televisión y tuvieron sus versiones teatrales”.
Con Nicolás Vázquez se da algo que recuerda a esos actores muy populares, pero que también gozaban de prestigio. Alberto Olmedo –que en televisión hacía una parodia de Tootsie junto a Ethel Rojo– o Luis Sandrini, quien cosechaba récords de espectadores con obras que duraban varios años en cartel como le sucedió con la comedia Cuando los duendes cazan perdices.
–¿Te ves en esos espejos?
–Los admiro enormemente. En Tootsie hay risas y emoción, algo que ofrecían esos actores. Algunos directores me lo han remarcado a lo largo de mi carrera, me emociona y lo agradezco, pero nunca me lo había dicho un periodista. Amo a Sandrini, lo consumí con mis abuelos paternos, Azucena y Anselmo.
–Es muy loable que reinviertas en teatro.
–Son apuestas. Para recuperar la inversión de Tootsie, necesitamos diez meses de sala llena. Muchos piensan que estoy loco, pero yo me quiero quedar en el Lola Membrives dos años seguidos y sin hacer giras. Soy el tipo que más giras hace, pero, este espectáculo es enorme y no se puede mover.
–En dos veranos nos vemos en Mar del Plata, donde hay grandes salas.
–Ahora pienso en estar aquí, cómodo y disfrutando. Me tiran las temporadas largas, instalarme, pero no puedo negar que Mar del Plata es una ciudad que amo y lo que sucede en el interior con la gente es muy gratificante.
–Sos productor y cabeza de compañía, ¿qué pasa cuando te acostás a dormir? ¿Conciliás rápido el sueño?
–Vienen muchas imágenes a mi memoria. Recién mismo, cruzando la calle, veo la marquesina y es muy conmovedor verme en uno de los teatros más importantes de la Argentina. “¿A dónde llegaste, flaco?”, me pregunto. Me emociona, no lo puedo terminar de entender. Por eso, siempre les digo a mis compañeros que tenemos que disfrutar esto que nos pasa, ya tenemos nueve salas llenas, es muy impresionante, ni siquiera presenté aún el teaser. Digamos gracias y a disfrutar. Uno piensa mucho en el pasado y en el futuro…
–Olvidamos el presente.
–No nos acordamos del aquí y ahora, y eso lo aprendí de muchas cosas.
–Decías “uno piensa mucho en el pasado”… ¿a qué te referis?
–Tantas cosas… uno piensa en seres queridos que ya no están, extraño a mi hermano, pienso en momentos que viví con él y en querer traerlo acá, que esté presente, es inevitable.
–De alguna forma está, te acompaña.
–Seguro, está acá, con nosotros.
Se percibe la emoción y la no resignación ante esas ausencias que partieron antes de tiempo. Rápidamente gira y vuelve sobre la carrera: “Pensar en el ayer es recordar que hubo un camino con un enorme esfuerzo y trabajo, con muchos no. A los dieciséis no quedaba en ningún casting, estaba fuera del sistema”.
–¿Por qué estabas fuera del sistema?
–No lo sé, pero no hay que tomarlo de manera personal. Ese es un mensaje que le quiero dar a los jóvenes. Las negativas no tienen que ver con cuestiones personales, se puede tener talento, haber estudiado y ser pasional, pero se requiere de un golpe de suerte, de estar en el momento indicado con la gente indicada.
–Está claro que nunca claudicaste.
–Jamás, pero también tiene que ver con lo que uno busca. Hoy me enoja mucho cuando escucho “quiero ser famoso”, “quiero tener seguidores”.
–Para eso está Gran Hermano.
–Siempre dije “quiero ser actor”, en las navidades actuaba en el patio para las abuelas, a veces repetía y me decían “otra vez hacés Footloose”. También, como era fanático de Juan Carlos Calabró, hacía a Johnny Tolengo, y me salía bastante parecido. Por suerte, tuve encuentros con él y se lo pude contar.
Aquellos ídolos de juventud alegraban su infancia y estimulaban la vocación adolescente, mientras la vida se desarrollaba en las callecitas de Acassuso, el norte de Buenos Aires. “Siempre fui muy de barrio, con los abuelos en la manzana”, explica el actor al que no le gusta hablar demasiado de su amigo Lionel Messi, evitando cualquier tipo de especulaciones. Es una amistad personal, donde la fama no cuenta.
Resiliencia, pareja y destino
Así como los designios del universo le pusieron a su anhelada Tootsie en su camino, también el destino hizo que pudiera salvar milagrosamente su vida cuando pudo escapar, junto a su pareja, del derrumbe de un edificio en Miami.
–¿Hay que creer en un plan superior?
–Creo en todo, ante todo creo mucho en Dios, creo que todo lo maneja él y si estamos acá por algo es, no era nuestro momento, por eso disfruto cada minuto que pasa. No me gusta hablar mucho sobre esto, es algo que, aún hoy, lo trabajo día a día.
Dicen que no es conveniente que en una pareja se maquillen los dos. Sin embargo, su relación con Gimena Accardi no sólo los lleva a compartir la profesión, sino también el trabajo, como sucedió en más de una oportunidad. “En el amor no hay una fórmula perfecta. Nosotros nos encontramos y somos el uno para el otro, pero eso no quiere decir que seamos perfectos. Nos admiramos, respetamos y acompañamos, y eso es tan importante como gustarse”.
–En muchas parejas, compartir la profesión hace surgir la competencia.
–Eso jamás nos pasó, sino todo lo contrario, nos incentivamos. “Vamos, vos podés”, eso nos define. Nos sostenemos, confiamos en el otro.
–Y compartieron el éxito teatral.
–Somos un tridente, junto con Benjamín Rojas.
–Luego de ocho años, no vas a trabajar con él.
–Es tremendo, vivimos muchas cosas intensas de la vida, cuando se lo tuve que decir, fue duro.
–¿Cómo fue?
–Estábamos de gira en Neuquén, hacía un frío tremendo. Le pedí tomar un café. “Necesito hablar con vos”, le dije y se me llenaron los ojos de lágrimas. Se preocupó, hasta que le conté.
–¿Cuál fue su reacción?
–Me dijo que hacía años que yo trabajaba mucho por todos y que me merecía hacer Tootsie. Nos abrazamos y nos pusimos a llorar. Fue de lo más lindo que me pasó en la vida. Es muy lindo cuando uno se pone contento por el otro, el otro día me sucedió cuando fui a ver a Lali Espósito, no es frecuente que suceda, en este medio no es todo color de rosa, lamentablemente hay resentimiento y competencia.
–Siendo tan exitoso, ¿percibís esas miradas más hostiles, la envidia?
–Sí, claro, pero el cariño le gana a todo, me siento muy querido por el medio, muy apoyado. Yo no sé qué es el resentimiento ni la mala competencia, aunque busco hacer las cosas lo mejor posible y que me vaya bien. No soy un boludo y quiero que a mi teatro venga más gente que al de enfrente, pero también deseo que nos vaya bien a todos.
Vázquez habla de la sinergia que produce que las temporadas sean positivas para todas las boleterías y de lo que significa el ritual teatral para el espectador: “La gente compra experiencial, eso lo busco, no es casualidad. Más allá de producir obras de teatro, lo que genero son experiencias”, finaliza el actor al que Tootsie seguramente le significará una bisagra profesional.
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