Nadie vuelve porque sí: sensible lectura en capas sobre el anhelo de retornar de la muerte
En esta obra de Guillermo Hermida, un evento inesperado viene a resolver el presente y el futuro, no solo del lado de los vivos sino también en el otro mundo
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Autor: Guillermo Hermida. Dirección: Guillermo Hermida. Intérpretes: Mariela Acosta, Facundo Aquinos, Matías Labadens, Ámbar Vega. Vestuario: Lara Risatti. Escenografía: Lula Rojo. Iluminación: Ricardo Sica. Coreografía: Valeria Narvaez. Sala: El Portón de Sánchez (Sánchez de Bustamante 1034). Funciones: lunes 20 hs. Duración: 60 minutos. Nuestra opinión: muy buena.
Nadie vuelve porque sí: un título que abre una ventana hacia sitios imprecisos. Es lógico detenerse en la indeterminación, “nadie” es un pronombre indefinido. Bajo esa palabra pueden postularse múltiples referentes. Sigamos con el verbo: “volver” describe un evento de movimiento que, como en muchos otros casos, acepta una lectura literal y otra figurada, volver a casa o volver a la calma. Pero, además, y esto es clave, implica el presupuesto de que ya se estuvo ahí.
Paso siguiente, la escenografía está a la vista y nos espera. Un living de una casa como en cualquier obra de corte realista, pero algo desentona: una plataforma circular en el lugar donde se presupone la puerta de entrada. ¿Se trata de un diseño extravagante o un sitio para lo imprevisto?
El cine aparece de entrada, con presencia concreta y con indicios como la música o las menciones verbales. ¿Cuál es la incidencia de la ficción fílmica en la vida de una persona apasionada por el cine? Una pregunta pertinente, porque lo cinematográfico está tematizado de manera insistente en esta propuesta escénica. La ubicación temporal está anclada al estreno de una película: Volver de Pedro Almodóvar.
Una joven mujer se lamenta por la pérdida de su amor; se lamenta por su muerte. La cuestión es cómo se articulan estos hilos que parecen a priori no tener relación entre sí. Guillermo Hermida, dramaturgo y director, entrama estas cuestiones de manera definitivamente sorprendente. Y lo hace a través de un procedimiento que subrayamos en el inicio: hacer devenir lo figurado en literal.
Cuando alguien amado muere, no es extraño que quien sobreviva ruegue por su regreso. Lo extraño es que vuelva, efectivamente, que se produzca ese evento singular.
En Volver, la película de Almodóvar, hay una vuelta de la muerte para atar cabos sueltos. La vuelta en Nadie vuelve porque sí, no viene a resolver el pasado sino el presente y el futuro, no solo del mundo de los vivos sino también en el otro mundo.
Agustina, frente a la muerte de Tobías se aísla, decide convertirse en invisible, pasar inadvertida cuando sale a comprar, eludir los saludos, romper todo contacto con lo que permanece porque para ella el resto de vida que le quedaba está ligada a él.
Una y otra vez reconstruye el rompecabezas de sus vidas a partir de las películas compartidas, habladas, explicadas, disfrutadas. Pero solo tiene lugar para las viejas películas, aunque el día en el que se desarrolla la acción hay un estreno y lo sabe, es más, la invitaron a ir al cine.
Lo detenido en el tiempo
El título de la propuesta adelanta lo que va a irrumpir en esa vida detenida en el tiempo. Se produce el regreso de Tobías. Y lo que sucede a partir de eso es mejor no contarlo. Sí se puede decir que el modo de la vuelta del más allá es inimaginable, la descripción de lo que sucede en ese tiempo/lugar todavía desconocido por los que habitamos esta tierra es definitivamente lúdico.
Mariela Acosta, Facundo Aquinos, Matias Labadens, Ámbar Vega se encargan de construir a sus personajes de tal modo que creemos el delirio que nos cuentan. El espacio ficcional construido por Lula Rojo, el diseño de iluminación de Ricardo Sica que opera de manera significante para contar lo que no es del orden de lo real, más el vestuario de Lara Risatti, que nos aleja levemente de la actualidad, articulan un sistema redondo.
La propuesta da un giro, cambia de registro y de ahí en adelante se convertirá en una recopilación de reflexiones profundas, singulares, sostenidas por la acción de diversos personajes (la mutación, la resistencia, el gesto de permanecer) pero en un tono que oscila entre la ternura, lo festivo, la ironía, el disfrute, el juego, sin abandonar la emoción y la racionalidad.
Nadie vuelve porque sí justifica su decir de manera inteligente y conmovedora. Para algunos espectadores, los intertextos y las citas serán otra delicia; una propuesta de lectura en capas, todas agudas, todas sensibles.
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