Nacidas con fórceps: un flechazo a la pasión de la juventud
Entre obra y recital, Las Ramponi proponen una suerte de show antisistema, que rompe con ciertas convenciones del teatro
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Autor: Las Ramponi, Laura Fernández. Dirección: Las Ramponi, Zoilo Garcés. Intérpretes: Fiorella Cominetti , Carolina Ferrer, Julieta Filipini. Vestuario: Julieta Capece. Escenografía: Julieta Capece. Iluminación: Diego Becker. Música: Las Ramponi. Sala: Cultural Morán (Pedro Morán 2147). Funciones: domingos, 21 h. Duración: 60 minutos. Nuestra opinión: excelente.
Crisis creativa. Tres rockeras del conurbano empiezan a sonar mal en medio de un show. La guitarrista, en particular, reconoce que no toca bien. Tratan de darse ánimos, de buscar explicaciones, deciden frenar y fumar para calmarse. Esa escena: juntas, al borde del escenario, intentando encender tres cigarrillos de un mismo encendedor, es una imagen que las transporta a la vereda de cualquier calle de barrio, un símbolo generacional, de clase, de pertenencia, de un modo de entender la cultura y la vida, que es uno de los puntos fuertes del espectáculo Nacidas con fórceps.
En una mezcla de recital y obra de teatro al mismo tiempo, las artistas del grupo Las Ramponi ofrecen un show que permite que el espectador se relaje y rompa con ciertas convenciones del teatro. Tres chicas del conurbano tienen una banda de rock y cada noche de función, es un recital. El público es espectador de un doble show: el de la banda y el del grupo de teatro. Así, entre canciones pegadizas, inconvenientes técnicos e internas de la banda que irrumpen en medio de la presentación, se conocen las historias de La Papo, la Enana y Turbina, las tres artistas que se tomaron muy en serio el compromiso de tener una banda y sostener el espíritu rockero durante toda su vida.
A partir de esta decisión de funcionar como obra de teatro y recital de rock al mismo tiempo, el público puede beber y comer en las mesas del Centro Cultural Morán mientras asiste al espectáculo y las actrices generan una interacción y un diálogo con quienes tienen enfrente a cada momento. Hay una idea de frontera y cruce con otras disciplinas artísticas y de la vida social que este espectáculo se permite desarrollar con mucha habilidad al presentar la obra como un recital.
Si bien el público escucha las canciones de esta banda, la obra no deja de tener un desarrollo dramático, una construcción de personajes y un guion muy definido. Esa idea de entender el rock como una filosofía de vida, como el sentido de la vida, lo transmiten ni bien arranca el espectáculo y manifiestan su situación: hace 17 años que ensayan en un mismo garage y de un día para el otro las echaron del lugar. No tienen dónde ensayar, se quedaron sin casa, sin templo, sin espacio para crear su ritual: necesitan ayuda. El ritual en cuestión es todo el universo rockero under de los 80 y 90: pasar todo el día tocando, probando, bebiendo, fumando, siempre con la banda y con la guitarra encima. También retratan un ambiente de autos, picadas, fundir motores y el paisaje de la zona sur bonaerense, atravesado por un espíritu rebelde y contestatario que sostienen siempre y que las ubica en el límite de ser unas “antisistema”. Este mundo rockero que históricamente fue retratado con biografías e historias de varones, ahora es elevado con la versión femenina de estas rockeras de Burzaco.
Entonces, la obra se desarrolla entre contar la situación que atraviesan y la presentación de sus temas. A cada hecho que las define, le hacen una canción: el garage donde tocaban, el gato que las acompaña, la vida sin dinero, sentirse incomprendidas por sus familias, las rutas y los autos, las quejas de los vecinos por ruidos molestos y un notable “mambo existencial”, que implica preguntarse por el sentido de la vida a través del rock. La investigación en la dramaturgia incluye referencias muy reconocibles al legendario Pomelo de Capusotto, la vida de gira por localidades del conurbano, los recitales en antros, los problemas con el sonido, las drogas, el alcohol y siempre, la amistad, como un fin último que parece resistirlo todo.
Fiorella Cominett, Carolina Ferrer y Julieta Filipini son las artistas de esta banda y también las integrantes de Las Ramponi. Para el trabajo de dramaturgia contaron con el asesoramiento de Laura Fernandéz y Zoilo Garcés, quien también trabaja con estas artistas en la dirección y la producción ejecutiva. Cada una con un perfil particular, las tres han diseñado un modo de hablar, una posición y un color dentro de la banda: la líder, con secretos y trastornos de inseguridad; la bajista, apasionada y compañera, y la baterista, que toma sin parar y transforma sus angustias en música. “No termina el tema, que ya se abre una birra”, se queja Turbina y el pasaje del texto a las canciones en Nacidas con fórceps tiene la sutileza de los mejores musicales, en este formato de recital.
Una bandera con el nombre de la banda, cajones de madera, una heladera con latas de cerveza y una batería electrónica, que les permite jugar con sonidos y creaciones a cada momento son el espacio escénico de este espectáculo, que se termina de armar con un vestuario de cinturones con tachas, bermudas de jean y remeras de terciopelo bordó. Nacidas con fórceps es un flechazo a la pasión de la juventud, los ideales, la rebeldía del rock y un reencuentro con el público para disfrutar del teatro con la misma posición antisistema que tienen sus creadoras.
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