Musical. Pablo Del Campo, de publicista consagrado a productor de Querido Evan
Primero produjo Casi normales y obtuvo un éxito tan inesperado como descomunal; ahora se arriesga con otro musical de culto con temática compleja y profunda
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Es el productor de los musicales de culto en la Argentina. En 2012 Pablo Del Campo se arriesgó y produjo Casi normales, la versión local de Next to Normal, la creación de Brian Yorkey (libro y letras) y Tom Kitt (música), merecedora del Pulitzer teatral, sobre una mujer con trastorno bipolar y los efectos que esta enfermedad causa en su familia. Su osadía encontró eco entre el público capitalino, generó grupos de fanáticos que llegaron a verla infinidad de veces y fue repuesta en ocho ocasiones, la última de ellas, en la pasada temporada marplatense. Ahora (luego de apostar sin tanta suerte por títulos que transitaban otros carriles, como Camarera y Una vez en la vida) intentará repetir la proeza con Querido Evan, otro musical inusual, de temática compleja, en torno a un adolescente que sufre trastorno de ansiedad, otro que se suicida y sus familias que hacen lo que pueden.
Del Campo proviene del mundo publicitario, donde desarrolla su creatividad desde hace tres décadas. Después de trabajar en las agencias más importantes del país fundó la propia, con proyección regional y global, lo que lo llevó a vivir mucho tiempo en el exterior y hasta montar una oficina en España. Al día de hoy es el publicista más premiado de la historia argentina y uno de los cinco del competitivo mercado iberoamericano. Tanto en 2007 como en 2017 obtuvo el Premio Konex en el rubro Publicidad. Su notable talento en la materia quedó de manifiesto en “la venta” que hizo de Casi normales en la Argentina (logrando posicionar a la versión porteña como a la más exitosa y duradera del mundo), hace ya diez años, cuando decidió incursionar en el ámbito teatral por primera vez. Ahora se propone repetir el mismo fenómeno con Querido Evan.
–¿Qué te impulsó a incursionar en el área teatral por primera vez?
–Mi trabajo me había llevado a tomar una posición en una red de publicidad que tenía una base creativa en Londres y una base financiera en Nueva York. Yo tenía la dirección creativa global de la misma, por eso estaba todo el tiempo alternando entre dos ciudades tremendamente teatrales. Eso ya sembró una semilla en mí. Luego estaba el hecho de que cuando volvía al hotel, después de tantas horas en la oficina, me sentía solo. Así que empecé a ir al teatro para estar rodeado de gente. También fue un motivo de encuentro con mi hija. Yo me acababa de separar de su madre, ella me venía a visitar al exterior y, juntos, íbamos a ver algún musical. Eso hizo que mi vínculo con el teatro se hiciera bastante familiar. Sin dudas Manuela (Del Campo, hoy intérprete de musicales) fue un disparador muy grande para que me gustara aún más el teatro.
–¿Cuándo tomás contacto con Casi normales?
–Un día perdí un vuelo y tuve que quedarme por la noche en Nueva York. Como acababa de leer una muy buena reseña sobre la obra y recordaba que su director era el mismo de Rent, me dio curiosidad y fui a verla al Booth Theatre. De ahí salí loco. Me voló la cabeza. Ahí mismo me empezó a rondar la idea de adaptarla al castellano para hacerla en la Argentina y empezar a hacer algo en paralelo a la publicidad. Como se trataba de una obra para seis personajes pensé que se trataría de una tarea fácil. Obviamente no lo fue. Luego de comprar los derechos, comencé con la adaptación en los tiempos muertos que tenía en los vuelos y los aeropuertos. Desde entonces la adaptación se ha convertido para mí en una adicción, en un vicio. Porque adaptar es desmenuzar y meterte en el esqueleto de un texto, llegar a su esencia, y eso es algo maravilloso.
–Más allá de la obra en sí misma, y del elenco, ¿Cuánto tuvo que ver en el éxito local de Casi normales la campaña publicitaria que ideaste para generar fidelidad entre el público?
–El primer motivo por el que Next to Normal funcionó tan bien en la Argentina (mucho más que en el resto del mundo) fue por el enorme peso que tiene aquí el psicoanálisis. Pero el primer público que nos vino a ver era el cercano a las marginalidades, el que se sentía diferente o no aceptado. Ante esa realidad los sponsors huían. Sin embargo, desde un principio sentí que con este título se podía armar una movida como las que hacían Play Station, Pumper, Cadbury, las marcas que yo manejaba. Me gustaba pensar que la obra no sólo tenía que estar buena desde la dramaturgia sino desde el movimiento publicitario que se pudiera generar en torno a ella. Y no me equivoqué, sólo hubo que hacer las acciones necesarias y darle tiempo al espectáculo, tenerle paciencia (como sucede con algunas marcas, que necesitan fuego lento). La gente tiene una fidelidad casi religiosa frente a ciertas marcas, al punto de que algunos se tatúan el logo de Apple o de Nike. Mi objetivo fue que el público se tatuara el logo de Casi normales y empezara un movimiento que condujo a que algunos llegaran a ver la obra más de cien veces. La fidelidad con Casi normales fue absoluta. ¿Un ejemplo? Los domingos, cuando suele haber mucha gente sola, venían al teatro como a un ritual, como si fueran a la iglesia a escuchar misa. El fenómeno fue casi religioso, como ocurre con ciertas marcas: generó un nivel de lealtad más allá de la razón. Ahora estoy tratando de crear otros fanáticos, los de Querido Evan, gente que sienta que la obra los representa mucho.
–¿Qué tipo de campaña tenés planificada ahora para el lanzamiento de Querido Evan?
–Yo quiero que Querido Evan sea una experiencia. Con esta obra se puede hacer un movimiento enorme, mayor que el de Casi Normales. Haremos acuerdos con empresas digitales y posiblemente aparezcan marcas de celulares y computadoras en medio de la obra, como si se tratara de PNT televisivos. La adaptación local de Casi normales incluyó varios eslogans que no existían en el texto original, como “Ser normal no es tan normal” o “Todos somos casi normales”, y eso prendió mucho entre el público. Ahora voy por más, y en ese sentido me ayudó mucho lo que percibí hace poco viendo Dear Evan Hansen en Londres: el público tenía sólo 18, 19 y 20 años, era muy joven, más propio de un Lollapalooza que del que uno esperaría en un teatro de la avenida Corrientes. Y lo otro que me llamó la atención es que mientras que los chicos estaban con los chicos, más atrás, en la platea, estaban los adultos de más o menos 40, 45 y 50 años, los padres. Estaban separados, no necesariamente junto a esos chicos. Observé que había mucha curiosidad por la obra y su temática de parte de dos generaciones distintas y que por eso convivían –aunque separadamente– dentro de un mismo teatro. Entonces sentí que estaba ante un Casi normales joven, porque todos estos pendejos sienten que no los miran, que no los registran, que son invisibles. Todos tienen incertidumbres económicas, sexuales y sobre qué va a pasar con sus vidas y sus formaciones. El personaje de Evan padece todo esto en forma exacerbada, pero en el fondo Evan son todos los chicos de hoy en día. Por eso siento que si antes todos éramos casi normales, y de alguna manera lo seguimos siendo, lo que ahora va a pasar es mucho más general. Aquí podremos hacer un movimiento más importante en torno a la obra porque creo que en fondo todos los jóvenes tienen mucho de Evan y los mayores tuvimos también mucho de Evan mientras crecíamos. Hoy el eslogan a utilizar como “venta” del espectáculo podría ser: “Todos somos o fuimos Evan”.
–El año pasado produjiste una versión re imaginada de Casi normales en España. ¿Apuntás a la internacionalización de tu labor como productor? ¿Por eso creaste la compañía Del Campo Global?
–Sí, fue una versión inmersiva, de sólo 60 minutos y la hicimos en Barcelona, en el Ideal, un ex cine devenido estudio de televisión. El público podía convivir con los actores en el living, la cocina y el baño, donde transcurre la vida de Diana Goodman y su familia, y así tomar contacto con la historia más intensamente. Fue una puesta carísima, en la que participó el elenco de Broadway, se incluyeron subtítulos en castellano y en catalán y se usaron 27 proyectores. Fue algo impactante. Está la posibilidad de hacerla en otros mercados, incluso en los Estados Unidos. El mundo cambió y está reclamando obras más cortas, algo como lo que está pasando con las series de televisión: mientras que antes duraban sí o sí una hora, hoy las hay de 20 minutos. No obstante, la versión local de Dear Evan Hansen (aquí Querido Evan) tendrá su duración original de dos horas y diez minutos, con sus dos actos completos, porque el texto lo requiere. Y a su manera, también será una puesta inmersiva (y por lo tanto mucho más cara que la de Casi normales), en la que la tecnología será un actor más. El objetivo es sumergir a los espectadores desde sus butacas en la historia de Evan, a través de proyecciones y efectos de sonido y de luz. Será todo un desafío.
Querido Evan está dirigido por Sebastián Irigo y cuenta en su elenco con Julia Zenko, Máximo Meyer, Franco Valerga, Laura Conforte, Fabio Aste, Guido Balzaretti, Rochi Hernández, Mariel Percossi, Mariano Condoluci.
Para agendar
Querido Evan
Jueves, viernes y domingos, a las 20; y sábados, a las 19.30 y a las 22.30. En el Metropolitan Sura, Corrientes 1343. Desde $ 6.500.
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