Murió Stephen Sondheim, el gran renovador del teatro musical de Broadway
Letrista de Amor sin barreras y autor de obras memorables como Sweeney Todd, En el bosque y Algo sucedió camino al foro, falleció a los 91 años.
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La noticia de la muerte de Stephen Sondheim conmueve a Broadway y, desde allí, a todo el amplio mundo del teatro musical a lo ancho del planeta, mientras desde el cine se vuelve a hablar de la obra y la presencia de quien fue, sin dudas, uno de los creadores más poderosos, innovadores e influyentes de ese universo durante los últimos 50 años.
El artista más ganador de toda la historia de los Tony, el premio teatral más valorado del planeta, falleció a los 91 años en su hogar de Roxbury (Connecticut), por causas que hasta el momento no fueron especificadas. Su abogado F. Richard Pappas, al divulgar la noticia, solo dijo que la muerte se produjo de manera súbita en las primeras horas de este viernes. Agregó que el compositor había festejado en la víspera el Día de Acción de Gracias junto a varios amigos.
Su obra, largamente revisada, aplaudida y a la vez presente de manera constante en la cartelera de Broadway, encontrará un nuevo y renovado punto de interés con el inminente estreno de la nueva versión cinematográfica de Amor sin barreras, dirigida por Steven Spielberg, que llega a los cines argentinos el 9 de diciembre y a buena parte del resto del mundo en ese mismo fin de semana.
Sondheim escribió las letras de las canciones de ese musical canónico con libro de Arthur Laurents y música de Leonard Bernstein. Fue la primera gran aparición en Broadway de un creador que se formó junto a Oscar Hammerstein II (el autor de La novicia rebelde, South Pacific y El rey y yo) en el arte de concebir canciones al servicio de obras teatrales. En ese momento inicial de su carrera tenía 26 años.
A partir de allí desarrolló una extraordinaria carrera que lo llevó a convertirse, junto a Harold Prince, en el gran referente de lo que se conoce como “musical conceptual”. Sus melodías, sofisticadas, a veces intrincadas y complejas, hicieron un aporte decisivo a la gran renovación del musical de Broadway a partir de la década de 1960. Su influencia en varias generaciones de futuros creadores queda a la vista en otra reciente novedad cinematográfica, Tik, Tik..., Boom!, disponible desde hace pocos días en Netflix.
Allí vemos a Sondheim (personificado por el actor Bradley Whitford), dispuesto a brindar consejos y recomendaciones a Jonathan Larson (Andrew Garfield), un autor todavía desconocido que lo reconoce como mentor y toma esas sugerencias como datos decisivos para determinar el curso de sus primeros trabajos. Sondheim es retratado en esa película, dirigida por Lin-Manuel Miranda, como una figura legendaria, al que todos observan y admiran, mientras pasea una imagen de autoridad y cierta socarrona arrogancia frente a algunos de sus pares. La película destaca la lucidez de sus observaciones y cierto sarcasmo a la hora de expresarse, características que siempre le reconocieron tanto críticos como admiradores, pero a la vez lo muestra amable y dispuesto a aconsejar a quienes se disponen a seguir sus pasos y reconocer su influencia, como ocurrió con Larson, el autor de Rent.
“La música de Sondheim es un vértigo. Nunca tuve en mis manos un material tan detallado y estricto. Fue lo más difícil que hice en mi vida”, relató a LA NACION en 2010 Karina K, la protagonista junto a Julio Chávez de la versión local estrenada ese año de Sweeney Todd, el cruel barbero de la calle Fleet, una de las obras más celebradas del creador que acaba de fallecer.
Ese musical escrito en clave de Grand Guignol y ambientado en la Inglaterra del siglo XIX, resume buena parte del estilo de Sondheim, caracterizado por la observación filosa, irónica y escéptica del comportamiento humano, sobre todo en el comportamiento íntimo de sus personajes. Esa versión con puesta de Ricky Pashkus y estrenada en el Maipo, tuvo como director musical a Alberto Favero, a quien le tocó vivir mientras estaba radicado en Nueva York en el piso superior al del departamento del compositor. Fue Favero quien, sentado al lado del piano, daba vueltas las hojas de la partitura ejecutada por Sondheim cuando le tocó presentar en público el material por primera vez. Sweeney Todd, a la vez, sería años después la creación de Sondheim más reconocida en su llegada al cine gracias a la muy lograda versión dirigida por Tim Burton y protagonizada por Johnny Depp.
Algo gracioso sucedió camino al Foro, Gypsy, Company, Follies, A Little Night Music, Passion, Assassins, En el bosque (también llevada al cine) y Sunday in The Park fueron algunas de las obras que marcaron, a lo largo de distintas etapas, la evolución de una identidad teatral y musical que dejó a la vista claras diferencias con las etapas previas del género. Para Sondheim ya no había necesidad de preocuparse por hacer de alguna de las canciones un éxito por sí mismo, pegadizo o fácil de recordar. Lo importante era sostener a través de cada uno de los temas el concepto central que guía la trama y desmenuzar su significado a través de ellos. Lo vemos en Sweeney Todd: las canciones que en el cine interpreta Depp son arduas, depuradas y complejas, y a la vez llenas de teatralidad.
Curiosamente, el cine recuerda más a Sondheim por esta adaptación (y por las de Amor sin barreras) que por el Oscar que recibió en 1991 por la canción original que escribió para la película Dick Tracy, “Sooner or Later (I Always Get My Man)”, cantada por Madonna. También escribió canciones para otras películas, como Stavisky, de Alain Resnais, y Reds, de Warren Beatty.
Sondheim ganó ocho Tony (uno de ellos de carácter especial por su trayectoria, en 2008), varios Grammy y hasta un premio Pulitzer. No tenía la mejor opinión de ellos. “Los premios vienen en dos gustos: competitivos (Tony, Grammy, Oscar) y honoríficos: diplomas, medallas, trayectoria. Estos últimos son los más deprimentes, porque son otro clavo sobre tu ataúd. Denotan el pasaje del respeto a la veneración”, dijo con su habitual sarcasmo en Look, I Made a Hat, una compilación de glosas, apuntes y reflexiones que publicó en 2011, cuando cumplió 81 años.
Allí también deja una observación que hoy adquiere extraordinario valor, anotada en ese momento en las páginas de LA NACION gracias al exquisito poder de observación de Ernesto Schoo: “Un buen crítico –escribió Sondheim- es el que reconoce las intenciones del artista y las aspiraciones de la obra, y la juzga por ellas y no por lo que serían sus propios objetivos. Un buen crítico es tan apasionado que puede persuadirte de ir a ver algo que nunca habrías imaginado que fueras a ver. Un buen crítico proporciona una lectura amena. Un buen crítico es difícil de encontrar. Pero ya no es necesario encontrar un buen crítico: los chismosos del espectáculo los han reemplazado”.
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