Murió el director teatral Adrián Blanco
Fue una destacada figura del ámbito teatral porteño, con inolvidables puestas del universo del Witold Gombrowicz
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Profunda conmoción produjo en la comunidad teatral la muerte del actor, dramaturgo y director Adrián Blanco, a los 64 años. Un creador que desde comienzos de la década del 80 desarrolló una intensa actividad artística.
Blanco se había formado en el Instituto Vocacional de Arte Manuel José de Labardén con maestros como Ariel Bufano y Luis Agustoni. Continuó sus estudios en la Escuela Nacional de Arte Dramático donde tuvo como profesores a Lorenzo Quinteros, Mónica Galán y Enrique Escope, entre otros. Luego tomó clases con Roberto Durán, Raúl Serrano, Laura Yusen y Mario González.
Interesado en cruzar la literatura y el teatro muchos de sus espectáculos fueron versiones de textos narrativos de autores como Leopoldo Marechal (Megafón y la guerra), Los malditos (a partir de la pieza de Roberto Arlt, La fiesta del hierro y algunos cuentos del mismos autor), El farmer, Rosas en el desierto (versión de la novela de Andrés Rivera), Pulp (a partir del texto de Charles Bukowski).
También se sentía muy atraído por la producción del polaco Witold Gombrowicz de quien llevó a escena espectáculos como Historia, Opereta, Trans-Atlántico y Bacacay, un crimen premeditado. Sobre este autor explicaba: “Una de las cosas que más me interesa de su obra es la cantidad de preguntas que Gombrowicz me plantea a la hora de hablar del ser nacional”.
Con Trans-Atlántico, luego de realizar una exitosa temporada en el Teatro Nacional Cervantes (2009), participó de un festival dedicado a homenajear al autor en Polonia donde obtuvo una importante distinción en reconocimiento a su trabajo.
Adrián Blanco era un artista sumamente apasionado, extremadamente reflexivo, a quien le interesaba introducirse en el mundo oscuro de algunos autores a los que denominaba “malditos”. A partir de ellos su imaginario parecía engrandecerse, seguramente por la cantidad de respuestas que encontraba a la hora de realizar sus investigaciones escénicas.
Habiendo ya desarrollado una fuerte actividad como actor en los años 1986/87 se proyectó con fuerza a través de un unipersonal de su autoría que contó con dirección de Tina Serrano, La historia del huevo. A través de él demostró un fuerte histrionismo y una muy atractiva capacidad de entregarse a un juego que lo obligaba a desarrollar una intensa teatralidad.
Entre otros espectáculos dirigió: Errante en la sombra, de Federico Andahazi y música de Daniel Iacovino; El Plauto, de Carlos Trías; Mundo bicho, de Alfredo Megna; Despertate Cipriano, de Defilippis Novoa; Plástico cruel, de José Sbarra; Miopes, de Alfredo Grande; Locos de contento, de Jacobo Lagsner; Los hijos de María, de Enrique Morales; Acerca del gato de Bukowski, de Alfredo Megna; Ojo por ojo, versión propia de África, de Roberto Arlt; Asociaciones baratas, de Pablo Chiacchio; y La Mabel, de Santiago Varela.
Como actor se desempeñó en obras dirigidas, entre otros, por Villanueva Cosse (Luces de Bohemia de Valle Inclán), Alejandra Boero (Alma en pena de Eduardo Rovner), Claudio Nadie (Caricias de Sergi Belbel), Carlos Belloso (Vine a verte, papá de Jorge Palant), Antonio Rodríguez de Anca (La dama boba de Lope de Vega), Osvaldo Pelletieri (Y el mundo vendrá de Eduardo Rovner), Elio Galipoli (Hola hermanito del mismo Galipoli).
En cine participó de los siguientes proyectos: Vagón fumador, D.N.I, Los pasajeros del jardín, El infierno tan temido, Crecer de golpe y Las aventuras de Vitto Nervo. En televisión tuvo participaciones en ciclos como Tiempo final (Telefe), Primicias (Canal 7), Casa natal (América TV), Señoras y señores (Canal 13- América TV), Canto rodado (Canal 13), Mi nombre es Coraje (Canal 2), Hombres de ley (ATC), Ficciones (ATC), Las 24 horas (Canal 13), Tema libre (ATC), Cuatro hombres para Eva (Segunda versión, Canal 11) y Galería (ATC).
Desarrolló también actividades como docente en Liberarte, Foro Gandhi y la Asociación Argentina de Actores.
El creador solía ser muy crítico con ciertas teatralidades que hoy se desarrollan en Buenos Aires. Así lo explicó a este diario durante una entrevista hace un par de años: “Salvando algunas excepciones –dijo–, creo que aquí seguimos mirando para afuera. Se sigue viendo cuál es el último grito. Veo espectáculos en los que hay una exacerbación del minimalismo, por ejemplo. Y eso ya es viejo. Yo pediría que terminemos con la mesita en escena, con esta cuestión de la no representación. Quiero un teatro más total. Me parece bien que pases por ese lugar, pero que eso sea un recurso, no un fin. Nosotros tenemos una tradición teatral muy fuerte. No digo esto por chauvinismo tonto o nacionalismo bobo. Pero creo que habría que acercarse más a nuestro imaginario. Dejemos de mirar las revistas alemanas.”
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