En Votemos interpretan un texto inquietante que se desarrolla en una reunión de vecinos de un edificio, en el que actúan junto a Gustavo Garzón, Carlos Portaluppi, Virginia Lago, Juan Gil Navarro, Tomás Kirzner y Alan Daicz
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Muriel Santa Ana y Agustina Cherri son dos de las protagonistas de Votemos, una comedia de infinidad de capas que se estrenó el jueves en el teatro Metropolitan y que produce Adrián Suar junto a Preludio Producciones. Aunque en la televisión ambas hayan formado parte de los elencos de varias series de indiscutible éxito (desde Ciega a citas a La 1-5/18, por tomar apenas dos ejemplos), nunca habían trabajado juntas. Casualmente, se conocieron en un almuerzo de Mirtha Legrand hace ya muchos años. Aquella anécdota la recordaron en el primer ensayo de hace casi dos meses. “Estábamos por salir al estudio. Yo me acuerdo de alguien muy tímida, muy amorosa, muy dulce al que la pregunté cuándo iba a hacer teatro. Me confesó que se moriría de miedo de subirse a un escenario”, apunta Muriel Santa Ana entre risas ante la mirada de Agustina. Lo concreto es que todo indica que están disfrutando de ese miedo tan ligado al placer.
En la obra que dirige Daniel Barone, Muriel Santa Ana hace de Maite, madre (¿y padre?) de una adolescente y de otra criatura por nacer. En el mundo de las apariencias, es algo así como la vecina que todos quisiéramos tener. En el living en donde se realiza una reunión de consorcio para decidir si se acepta el presupuesto para instalar un nuevo ascensor también está Agustina Cherri. Hace de Nuria, una mujer amable, un tipa moderna, progresista y querida por todos (aunque, ya se verá, tiene sus debilidades y una extrema fortaleza para afrontar lo suyo). Junto a ellas, en una obra decididamente de fuertes cruces entre los personajes, hay que sumar a Carlos Portaluppi en el rol de Fernando, un tipo un tanto brusco. Durante toda la vida condujo un taxi y, al parecer, allí aprendió a ser un hombre bien de derecha. A Gustavo Garzón le tocó darle vida a Ricardo, un profesor universitario rígido que piensa que las cosas se hacen bien o mal (nada de medias tintas). Virginia Lago encara a Charo, la presidenta del consorcio. Es una mujer un tanto hipocondríaca y decididamente chusma. En el reparto de roles, Tomás “Toto” Kirzner hace de Lucas. En su caso, al departamento se lo compró su padre y quedó ahí, tratando de encontrarle la vuelta a la vida. A todos les cae bien (en verdad, a casi todos). El círculo se completa con Juan Gil Navarro como Alberto, quien trabaja como contable en un hotel y el que alquila su departamento porque anda necesitado de plata. En la trama, es la voz de la obra y es el que anuncia al resto, luego de haber acordado y votado instalar un nuevo ascensor, que por fin pudo arrendar su depto. Se lo alquila a Joaquín, el personaje que encara Alan Daicz, el último en entrar a escena. Entre los integrantes de esta comunidad todo pareciera funcionar a la perfección. De hecho, hay un intento de brindis cuando todas las manos se levantan para aprobar el presupuesto de ese ascensor que tiene los días contados. Pero las buenas formas dejan de serlo cuando Joaquín anuncia que el nuevo inquilino es una persona con problemas de salud mental. A partir de ese momento, estallan prejuicios de todo tipo en un decidido tono de comedia, con aires de un grotesco que desnuda los prejuicios de nuestra sociedad.
“Yo acepté hacer la obra casi sin leerla -apunta Agustina, luego de amamantar a su cuarto hijo y antes de la primera función con público-. Estaba embarazada y Adrián me propuso hacer la obra. Lo primero que pregunté fue por el elenco y cuando me nombró a algunos de lo que están en Votemos inmediatamente le di el sí aunque no sabía cómo iba a hacer con mi embarazo. Para mí era una aventura en sí misma verlos ensayar, vivir esa experiencia. La otra vez hablaba con Muna, mi hija más grande, a quien le contaba de los actores que me acompañan. Lógicamente, por una cuestión generacional, ella no los conoce. Ubicaba, a lo sumo, a Juan Gil Navarro por Floricienta, ¿entendés? Ella me preguntaba si no me ponía nerviosa de trabajar con ellos y yo le confesaba que no solamente me daba miedo sino que hasta me daba vergüenza. Cuando hicimos la primera lectura yo creo que me la pasé tartamudeando…”.
Su compañera de elenco se ríe pero para en seco a esta actriz que empezó a trabajar desde muy chica en la TV en éxitos como Grande Pa!, Chiquititas, Verano del 98 y en varias series de Pol-ka. “Todo bien con el chiste pero exagerás, amiga”, le suelta sin muchas vueltas Santa Ana, actriz de piezas emblemáticas de la escena oficial, de películas como Un cuento chino y Mi primera boda, o de las series Guapas, Lalola o El tigre Verón. Cuando tuvo la primera reunión venía de tomar decisiones pensando en su salud, en sus necesidades luego de la pandemia. “Me costó retomar la alegría del trabajo luego de ese período tan complejo. Como buena sobreadaptada, llevé todo ese período como pude; pero con el tiempo me di cuenta que me costó mucho salir. Venía de decir que no a algunas propuestas de teatro y cuando apareció esta oferta de Adrián fue distinto. Ya que él fuera el productor me pareció atractivo porque yo lo tuve de compañero actor en varias oportunidades. Lo conozco, tenemos cercanía. Por eso también acepté”, cuenta Muriel sobre su proceso. Suma otro detalle no menor: “tenía muchas ganas de estar rodeada de compañeros. Tenía necesidad de estar en grupo en una obra de teatro que es muy diferente a grabar una serie en la que tenés muchos momentos muertos. Y la obra me gusta mucho, a mi personaje me parece que le puedo sacar jugo”, apunta sobre su personajes que, como el resto de estos propietarios del edificio, varias veces modifican el juego de amigo/enemigo.
“La pieza tiene un disparador muy interesante con eso de la hipotética llegada de una persona que está en tratamiento por una enfermedad mental. A partir de ese hecho, lo que sucede en cada uno de ellos y como masa colectiva es que el mapa de las alianzas cambia en relación con los miedos personales de cada uno. Una vez instalado el tema entran en jugar fuertemente los prejuicios”, sintetiza Muriel sobre este proceso creativo en el cual, según cuenta, Adrián Suar siempre estuvo muy involucrado desde el inicio.
En tren de intercambio de roles, proceso que atraviesan los mismos personajes en la cambiante dinámica de la discusión grupal, es Muriel la que habla del personaje de Agustina. “Sin ánimo de spoiler, Nuria es de las voces más frescas de la trama. Yo creo que es el personaje más fuerte de todos porque tiene dos grandes momentos de valentía. Uno, no lo puedo contar, y el otro, cuando se maneja la posibilidad de que se alquile el departamento a un persona con problemas mentales, es ella la que toma una decisión de enorme valor porque es la fuerza opositora frente a los otros a los que los gana el miedo. Diría que Nuria no tiene miedo. O, tal vez, con el miedo hace algo mejor que el resto”. Toma la posta Agustina: “Maite es una mujer que ha sufrido bastante en su vida, pero esta madre soltera ha tenido mucha valentía. Lleva adelante a su hija adolescente y a otra en la panza en medio de esa vulnerabilidad de toda mujer embarazada, algo no menor que llega a justificar todos sus miedos porque una mujer en ese estado le tema a todo -apunta, sobre el personaje a cargo de Muriel, alguien que hasta hace menos de dos meses seguramente atravesó esa sensación de vulnerabilidad-. Maite es la abanderada de una propuesta que distorsiona todo y, luego, muchos la siguen. En medio de ese momento de sensibilidad extrema que está viviendo dice cosas que, tal vez, luego se arrepiente”.
Si todo comienza por votar el cambio de un ascensor, las derivas que genera la hipotética mudanza de este inquilino hace que los personajes pierdan los límites en medio de un tono de comedia que va ganando densidades, capas. “La ignorancia está frente a todos en la obra, como en la vida, y es la que lleva a estos seres a dar respuestas desde el miedo, desde la inseguridad. Solemos arrogarnos el lugar de la salud, sobre todo de la salud mental: pero, ¿quién decide que alguien puede ser un peligro para este consorcio o para esta sociedad?”, se pregunta la actriz de tantas tragedias teatrales como de comedias exitosas.
Si la diversidad de voces y opiniones es una pieza clave de esta trama en tono de comedia, esa misma diversidad está presente en la variedad de ofertas teatrales del Metropolitan, en donde Votemos hace funciones de miércoles a domingo. En su marquesina conviven una comedia como El divorcio junto con una propuesta experimental como es La traducción, de Matías Feldman y Petróleo, del grupo Piel de Lava. El elenco de Votemos, aún desde la perspectiva de lo generacional, es un muestra también de la convivencia de lo diferente. “En los extremos de edades tenemos a Virginia Lago y a Toto Kirzner, y esto está bueno. Es un elenco muy amplio en la franja etaria y, diría, muy de teatro. Claro, Toto, por su edad, tiene un recorrido menor como Alan Daicz, que ahora también está en la serie Argentina, tierra de amor y venganza. Y junto a ellos gente como mucho recorrido”, traza el mapa Muriel Santa Ana.
La prehistoria de esta historia
La obra de teatro está dando sus primeros pasos en la avenida Corrientes está basada en el cortometraje español Votamos, trabajo nominado a los Goya del año pasado y que se puede ver en la web. De aquella versión a la actual que lleva la firma autoral de Santiago Requejo, Javier Lorenzo y Raúl Barrancohay hay diferencias. De hecho, en la puesta porteña aparece Joaquín en escena, el que detona esta especia de gran deschave en continuado en el cual cada uno de los personajes dicen las peores cosas del otro sin filtro alguno.
Por experiencias de vida, a ninguna de las dos actrices le tocó vivir en sus respectivas experiencias de vida la compleja situación de tener que tomar decisiones para el e Locas de amor en uno, inevitablemente, se ve las caras todos los días. Los padres de Muriel siempre habían alquilado y desde que vive sola se las ingenió para vivir en casas tipo PB “evitando contacto con todo tipo de gente”, ironiza. Por su parte, Agustina siempre vivió muy alejada de la ciudad.
En este complejo texto cambiante en tono, por momentos, de grotesco hay una figura conocida para ellas: el director Daniel Barone, creador de series como Mujeres Asesinas, Locas de Amor, Son amores, Culpables, Vulnerables, Verdad/Consecuencia, Para vestir santos, Farsantes, Guapas o El Tigre Verón, entre tantas otras. Lo nuevo, a lo sumo, es tenerlo ahora como director teatral. “Daniel es un tipo que dirige desde la vulnerabilidad, está en contacto con lo que sabe y con lo que desconoce. Fundamentalmente, es un tipo cariñoso. No es poco tener alguien afectuoso, que se conecta, que sabe de las vidas personales de cada uno. Sumado a eso es un tipo alegre, de buen humor y muy trabajador”, señala la hija de Walter Santa Ana, aquel tremendo poeta del escenario fallecido en 2012.
“Daniel dirige desde la humildad. Como mi personaje entra un poquito más tarde, a veces me he sentado en la butaca a mirar al resto y los movimiento que genera en el escenario tienen algo también muy televisivo. Votemos es compleja porque estamos todo el tiempo en escena pero, por momentos, sin decir nada. Mi personaje tiene páginas y páginas en las que no emite sonido, pero hay que estar ahí, presente, sin ser protagonista. Eso requiere un estado de concentración constante”, señala Cherri sobre este enjambre discursivo sobre el cual, desde la semana pasada, ahora es el público el que decidirá si forma parte de las obras más votadas en la competitiva escena del circuito del teatro comercial porteño. Como en la obra, el final es abierto.
Para agendar:
Votemos, obra dirigida por Daniel Barone. Teatro Metropolitan, Corrientes 1343. Funciones: de miércoles a domingos. Entradas: en la página plateanet, desde 5900 pesos.
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