Muiño-Alippi, la extraña pareja
Era una alianza a primera vista inexplicable. Enrique Muiño (1881-1956), uno de los actores más queridos por el público argentino, tenía una expresividad basada sobre todo en la gesticulación. En escena resultaba eficaz, pero en sus películas ( Su mejor alumno , La guerra gaucha ) por momentos parece excesiva. Elias Alippi (1883-1942), su compañero en un rubro teatral que alcanzó notable y merecido prestigio, se destacaba por todo lo contrario: sobriedad, elegancia, mesura. Al fin de cuentas, Alippi conmovía más que su socio, porque la máscara no se interponía entre la hondura expresiva, bien de adentro, y el espectador. Muiño-Alippi se convirtió en una formula imbatible en cuanto al afecto del público, una garantía de calidad que fue transportada al cine en la versión, dirigida por Francisco Mujica, de Así es la vida , el clásico de Malfatti y De las Llanderas, a fines de los años treinta. En tanto, en el escenario, el dúo se afirmaba en la repercusión de un éxito que abarcó varias temporadas, Lo que le pasó a Reynoso .
En El revés de la máscara ("añoranzas y recuerdos teatrales rioplatenses"), el dramaturgo Carlos Schaefer Gallo (1889-1966) abunda en anécdotas de Enrique Muiño, que muestran su costado más histriónico y pintoresco. Con el grado de cabo, el joven Muiño sirvió en la Armada y surcó (según él) los siete mares. Esa etapa de su vida lo abasteció de una infinita cantidad de historias que, a juicio de su colega y socio Alippi, debían más a la imaginación que a la realidad. Una noche de 1921, después de un estreno en el hoy desaparecido Teatro Buenos Aires, coincidieron en el camarín de Muiño varias personalidades de la farándula porteña de entonces: Schaefer Gallo, el dramaturgo Alberto Novion, el periodista Agustín Remón, el crítico Pablo Suero, Alippi y un actor de apellido Faggioli. Este último tomaba en solfa todas las historias que relataba Muiño, quien perdió la paciencia y lo retó a un duelo criollo, esto es, a cuchillo. Porque don Enrique alardeaba también de "vistear" como nadie. "Concertado el lance y conseguida un arma para Faggioli, pues Muiño tenía su cuchillo, salieron del teatro acompañados por los intérpretes uruguayos Antonio Daglio y Pedro Gialdroni. Antes, Alippi, que ya vestido se disponía a retirarse, trató de apaciguarlos diciendo: "Es una bravuconada que los pondrá en ridículo". "Ha terminado la función -le replicó Muiño- y ya no sos mi director. ¡En este drama me dirijo yo mismo!" "¿Drama? -acotó Alippi-. Más bien sainete, y malo."
"Y mientras Alippi quedaba junto a la puerta del túnel del teatro, veía cómo los contendientes y sus padrinos se alejaban hacia Callao por Sarmiento. Éstos siguieron andando. Pasaron Pueyrredón. No hallaban sitio a propósito. El frío cortaba las carnes. Y como no había miras de dar con un "terreno de honor", ya cansado, Daglio los llamó a la reflexión. Después de discutir el caso, Gialdroni les hizo estrecharse las manos, yéndose a celebrar el feliz desenlace a un cafetín del barrio. Ya sentados en torno de una mesa, Muiño, sacando de la cintura su cuchillo, y desenvainándolo, lo blandió ante Faggioli, diciéndole: "¡Miralo! ¡De la que escapaste! ¡Está envenenado!".
Elias Alippi murió en 1942, tras poner en escena en el Cervantes, con la Comedia Nacional, una memorable versión del Martín Fierro.