Molière y el mecanismo teatral como forma de la crítica social
Corina Fiorillo, directora de esta versión, encuentra en la obra del 1600 los mismos recursos que en las comedias actuales
Parece un guiño al humor del gran dramaturgo francés Molière (Jean-Baptiste Poquelin, su nombre verdadero) que una nueva versión de El avaro, una de sus últimas comedias, se estrene el Día del Amigo en el Teatro Regio de la ciudad de Buenos Aires. Si algo no tiene Harpagón, ese maravilloso personaje que concentra dentro de sí casi toda la avaricia de este mundo, es amigos. Enajenado de sí mismo, obnubilado por el dinero y el poder, el protagonista de este clásico del teatro universal sólo puede entablar una aparente amistad con quien le retribuya algún beneficio material. Esa realidad tragicómica plasmada por Molière es la que hará suya la reconocida directora Corina Fiorillo, a cargo de la adaptación y dirección, a casi 350 años del estreno de esta pieza teatral. El avaro será Antonio Grimau, acompañado por Nelson Rueda, Iride Mockert y diez actores que completan un gran elenco y ofrecen una divertida, musical e inteligente puesta en la que lo antiguo no quita lo vigente.
Para varios integrantes del elenco -que representará desde hoy El avaro- se trata del primer clásico. Lo curioso, quizás, es que se trate de la primera vez tanto de Fiorillo, que ha dirigido más de treinta obras, como de Grimau, cuya trayectoria comenzó a fines de la década del 60. La respuesta de estos dos grandes artistas ante tal desafío es otro de los atractivos de esta puesta. "Tenía muchas ganas de enfrentarme a un clásico, algo que hoy te permite casi únicamente el teatro oficial, principalmente por el gran número de personajes", reflexiona la directora reconocida el año pasado con el ACE de oro. "En este trabajo tuve muy presente el respeto por esta obra escrita en 1600 y el cómo contarla para que sea vigente. Busqué hacer Molière con un lenguaje actual y con los códigos de humor de hoy, pero, apenas empecé a hacer la adaptación, me encontré realmente con que los códigos de humor que él tiene son los que se usan en nuestros días. Hay gags, timing, malentendidos... En todas las comedias actuales encontrás los recursos que Molière ha tenido en el siglo XVII", asegura Fiorillo, que este año se lució en la dirección de Tebas Land y Dignidad.
"Es una oportunidad importantísima para mí, porque hace mucho tiempo que deseaba probarme como actor en un clásico. Y cuando ya casi no tenía esperanzas de que sucediera, apareció la propuesta de Corina", se confiesa Grimau, movilizado al recordar la versión de esta misma obra que hiciera su maestro Juan Carlos Gené en el Teatro San Martín, en 1996, con Walter Santa Ana en el papel protagónico. La pasión con la que encara al complicado Harpagón no sólo se comprueba al verlo transformado durante el ensayo; debajo del escenario, aun con medio siglo de historia actoral encima, se lo ve agradecido ante la posibilidad de seguir creciendo. "Esto me hace acordar de la experiencia que tuve con Los invertidos -asegura-. Cuando Alberto Ure me convocó para ese proyecto, si bien había hecho algunas experiencias teatrales, hasta ese momento yo era el galán de las tardes de Canal 9. Y fue un salto enorme pasar a una obra en el San Martín dirigida por él, con todo su prestigio, y con un elenco maravilloso. A veces uno tiende a recostarse en lo ya conocido y transitado, en la zona de comodidad, y eso es lo peor que nos puede pasar... Estas experiencias te despiertan del letargo y te hacen sentir el mismo gusto por la actuación y el trabajo de escena de los comienzos. Con Corina me he sentido transitando un taller de teatro otra vez, cuando en realidad estábamos ensayando una obra. He vuelto a atravesar esa inquietud, ese miedo y ese darse cuenta de que uno está vivo como actor."
Harpagón, protagonista de esta pieza teatral, era interpretado en sus tiempos por el propio Molière. "Siendo un deber de la comedia corregir a los hombres divirtiéndoles, he creído que, en mi situación, lo mejor era atacar los vicios de mi tiempo pintándolos ridículamente", profesaba el gran autor francés. La vigencia de este memorable clásico, que reflexiona desde el humor acerca del egoísmo, la alienación del poder y, claro está, la avaricia, radica en que son todos males que siguen enajenando nuestros días. Más de tres siglos después, Harpagón se sentiría muy a gusto en nuestros tiempos de capitalismo salvaje. "El avaro es un personaje muy solo por sus elecciones, que además tiene un costado muy triste y dramático, y otro muy grotesco y ridículo -analiza Fiorillo-. Necesitaba un actor que se atreviera a tocar todas las aristas del cubo. Y es una analogía, dado que nuestra escenografía es un cubo que va girando y rotando todo el tiempo sus caras. Esas diferentes caras, que se reflejan también en cada personaje, nos muestran cómo son atravesados por el amor, por el dinero, por las apariencias, y cómo resuelven esto de verse atravesados por tales cosas... El avaro tiene una vigencia impresionante: el dinero, la posibilidad y la imposibilidad del amor y de tener o no poder a través del dinero es lo que rige la vida de casi todo el mundo. Molière hizo una gran crítica social, en la que Harpagón, aún hoy, concentra todas las caras de muchos de nosotros y de nuestra sociedad."
Para el prestigioso intérprete de 73 años, que vuelve al Regio tras ocho años (protagonizó El reñidero bajo la dirección de Eva Halac, en 2009), esa misma actualidad del texto es la clave para convertirse en este verdadero avaro: "Como se ha dicho tantas veces, dentro de uno viven todos los personajes. Y si nos atrevemos a tirar del hilito, va apareciendo en nosotros aquella cuota de mezquindad y egocentrismo que nos acerca a este Harpagón tan terrible. Es cuestión de atreverse a verse reflejado uno mismo en sus propios infiernos y miserias".
Iride Mockert y Nelson Rueda serán, de jueves a domingos, Elisa y Cleanto, los hijos de Harpagón. Mockert -que viene de presentar la indagación escénica Las Thénon en La Plata- recuerda haber hecho escenas de la obra cuando estudiaba en el entonces IUNA. Rueda, por su parte, revela que se trata de su primer clásico, aunque allá por 2006 y en este mismo teatro fue parte de una versión de El perro del hortelano.
"Transitar un Molière es volver sobre expresiones y maneras distintas de comunicar como actor. Entrar en ese código me abrió la cabeza completamente y, si bien no fue fácil, me enriqueció muchísimo. Tenía un concepto errado, porque este teatro siempre me había parecido muy vinculado a la sobreactuación, y comprendí que aun si a veces es algo ampuloso, no quiere decir que no haya verdad. La verdad está, sólo hay un cuerpo contándola de una forma diferente", reflexiona Rueda, dirigido por Fiorillo en obras como El principio de Arquímedes y Kalvkött, carne de ternera.
"El humor sigue siendo un mecanismo totalmente vigente -destaca Mockert-. En este momento, cuando la gente ve algo violento o que la entristece, elige alejarse de eso. Cuando uno se ríe, se olvida y recién después cae la ficha de aquello sobre lo que se está riendo. Es como el juego cuando somos niños: uno se entrega sin filtros."
El elenco de trece actores, además de numeroso, es bien diverso. Algunos han trabajado juntos, otros no, pero todos destacan la mano de la directora para hacer de El avaro, paradójicamente, una experiencia de trabajo solidario y enriquecimiento colectivo. "El teatro es comunión: laburar con el otro, ayudarlo, levantarse con él. Eso es lo que celebro de estar trabajando acá, porque encuentros de este tipo son invaluables. Del personaje más chico al más grande se sacan el jugo, todos tienen su momento y ayudan a que el otro esté mejor. Y eso no se logra siempre, porque hay energías y egos que, justamente, tienen que ver con mucho de lo que hablamos en la obra", valora Rueda. Hoy se subirán al escenario del Teatro Regio, iluminarán desde la risa las oscuridades detrás del poder y el dinero, y bajarán a abrazarse con su directora, quizás hasta irse a cenar para festejar lo bello de trabajar con amigos.
El avaro, de Molière
Adaptada y dirigida por Corina Fiorillo
Teatro Regio, Av. Córdoba 6056.
Funciones, de jueves a sábados, a las 20.30, y domingos, a las 20.
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