Moldavsky: la irresistible ascensión de un standapero que se resiste a la grieta
MAR DEL PLATA.- Seis de la tarde de un día de la semana pasada. Después de una jornada calurosa el cielo se nubla y todo pinta para tormenta. Una multitud sale de la playa y la peatonal San Martín se transforma en una pasarela de sombrillas, gorros, bolsos y reposeras. Los productores y elencos de los espectáculos deben están ilusionados porque saben que una simple amenaza de lluvia puede mover la aguja en las boleterías. Roberto Moldavsky , el "top top top del humor", lo sabe.
"Todos nosotros necesitamos días lindos para que la gente esté de buen humor y uno nublado a eso de las 5 de las tarde para tener más público en los teatros. Si se pudiera manejar con un joystick sería bárbaro...", reconoce en su camarín este señor que con Moldavsky sigue suelto en Mar del Plata se ha convertido en el protagonista de un verdadero fenómeno de público. Pero el actual humorista no siempre estuvo a la espera de la lluvia. Hasta hace unos años manejaba un local en el Once en donde vendía camperas. En esos tiempos estaba pendiente de cuando los noticieros anunciaban los primeros fríos. En su negocio de Viamonte y Larrea su fantasía era que entrara una clienta a comprar 10 camperas y "que no quiera boleta".
Aquel del Once, el actual showman o el personaje que creó tiene algo de antihéroe. Moldavsky es un tipo panzón, no se blanqueó los dientes ni nada de eso. Durante el show confiesa que no puede sacarse los chupines que se clavó cuando hizo la primera función aquí. A lo largo de la temporada pasada claramente superó el nicho de trabajar para la comunidad judía. En tiempos recesivos y en medio de una temporada teatral marplatense con tormentas en las boleterías él hace funciones colgando el bendito cartel de entradas agotadas..
El fenómeno viene de Buenos Aires. En el Teatro Apolo, de abril a octubre, las 500 butacas se llenaban.Vendió 85.000 entradas. En Mar del Plata se presenta hasta el lunes en el Roxy-Radio City, de 916 butacas. Lleno total. Según datos de la semana pasada publicados por Aadet, la cámara que congrega a los empresarios teatrales, fue segundo en recaudaciones. Pero es necesario aclarar un detalle: Sugar, la que fue primera, realizó 10 funciones; Nuevamente juntos, la obra con Carmen Barbieri y Santiago Bal que completa el podio, realizó 12; Moldavsky, 5. Segundo detalle: en Sugar hay 26 personas en escena; en la obra de Barbieri y Bal, son 20; en Moldavsky sigue suelto son 5 y medio (él, los 4 integrantes de la banda La Valentín Gómez y una corta aparición de su hijo, estudiante crónico de filosofía). Tercer detalle: en su show no hay cambios de vestuario y son mínimos los elementos escenográficos.
A las 21, en el hall del teatro hay mucha gente y unos policías. Una mujer, cuentan, intentó meter la mano en cartera ajena. Eso también es una postal de Mar del Plata que el mismo Moldavsky retoma en su espectáculo. Pasados unos minutos de la hora prevista la sala está que explota de ansiedad. Una energía colectiva y expansiva baja de un pullman poblado por un público diverso que decidió invertir sus ahorros en este señor. A los minutos aparece él y el público entra en estado de fiesta. Apenas se presenta introduce, por fuera de la rutina, a Mauro Rizzi, fotógrafo de La Nación en Mar del Plata. Explica que quiere una foto con ellos para mostrar a su familia que vive lejos que le está yendo bien en Mar del Plata. Y el público se prende al juego y, click, sale la foto para el diario. Esa misma platea estalla en carcajadas cuando le escucha decir que "estamos en un gran país en su mejor momento". La quintaesencia de un éxito del teatro de verano toma cuerpo en el Roxy. La temporada 2018/9 de Mar del Plata lleva su apellido y su marca: la del humor político, del humor judío y del humor sobre la amplia gama del manual de las zonceras argentinas.
De joven, Moldavsky venía a Mar del Plata con su familia. "Familia de clase media, de laburante", apunta el trabajador del escenario. En aquellos tiempos juntaba los mangos para poder ver a Antonio Gasalla. "Soy fanático de él, me sabía algunos monólogos de memoria", recuerda quien no para de acumular fanáticos. Ahora son muchas las familias, son muchos los jóvenes, son muchos los padres con sus hijos que juntan la plata para verlo a él. Y a él –el que anoche se quedó viendo una serie hasta las 4 de la mañana, el que una hora después estaba hablando con su hermana que vive en Israel y el que volvió a la cama hasta el mediodía– ese nivel de entrega lo puede. "Es algo que me emociona, que me conmueve. Por eso cuando termina el espectáculo siempre se los agradezco", apunta este señor que durante el show transpira la camisa (aclaremos: camisa de marca, no del Once ni de Avellaneda).
Para alguien acostumbrado a los cheques a 90 días sus fieles "clientes" actuales dejan su plata en efectivo ("aunque sale mucha promoción con tarjeta"). No siempre fue así. Como otros tantos trabajadores del espectáculo en algún momento habitó propuestas de stand-up en los que había más gente arriba del escenario que en la platea. Ahora apuesta a la sala llena, la busca, la trabaja. El fenómeno Moldavsky no pasa desapercibido en el medio. Tuvo ofertas para hacer dos películas y tres ficciones televisivas. Pero él va paso a paso afirmándose, por ahora, en el vivo.
Quien terminó de convencerlo para dejar el local de Larrea y Viamonte fue Sebastián Wainraich. "Largá la tienda, cambiá de contador", dice que le dijo allá por 2012. Al tiempo empezó a trabajar en un programa de televisión de Gerardo Rozín y en el programa de radio de Fernando Bravo. Fue Rozín quien le sugirió a Gustavo Yankelevich, de RGB Entertainment, que fuera a verlo. Y fue Yankelevich quien lo llevó al Apolo de Buenos Aires y para producirlo.
Mientras la industria textil atraviesa momentos críticos, él montó su propio H&M. "Sí –se ríe–, pero con un único local que abre y cierra cuando puede". En su factoría artesanal hay pautas claras en el modo del hacer. En enero, por ejemplo, para darle forma al nuevo espectáculo que estrenará en abril estuvo reunido dos días con su gente en una especie de práctica que la clase política gobernante hace propia. "Claro que, a juzgar por cómo van las cosas, a los políticos esa fórmula no les resulta", tira rápido de reflejos.
Este verano la legislatura marplatense lo nombró Ciudadano Ilustre. No estuvo Carlos Arroyo, el intendente que tiene al empresariado teatral en vilo porque quiere aplicar un impuesto a la marquesina. "Yo creo que se cuidó de no ir porque ya habíamos tenido algunos desencuentros. Sólo espero que no me saquen el título", advierte minutos antes de la función. Su obra ganó en Estrella de Mar como mejor espectáculo de humor. Moldavsky ya había ganado otros premios. Para los Estrellas se llevó algo escrito y hasta tenía pensando algunos chistes. Pero durante la ceremonia los ganadores no tuvieron micrófono. "Nunca entendí el motivo. Fue muy triste ver callados a los grupos locales que es la única vez en el año que tienen la posibilidad de lograr mayor visibilidad", reconoce con un claro dejo de bronca. Esa noche, como revancha, terminó cantando temas con los Ráfaga.
Vivió 10 años en Israel. Seguramente habrá escuchado alguna cumbia mientras estudiaba Sociología. Pero esa veta académica se la manda a guardar. Le rinde más la parte de Once, el comercio, la venta. Su formación académica aflora en su forma de medir a su audiencia, en su manera de sacar datos del contacto directo con su público.
En noviembre pasado hizo cuatro funciones en Tel Aviv. Una de ellas fue en hebreo. Funcionó. Volvió a Buenos Aires con algunos kilos de más de darle tanto al humus y al falafel. En Rosario, en donde se presentó a fin del año pasado, tuvo que sumar una función. Para su próxima presentación en Madrid de fines de marzo también tuvo que sumar otra función. Tal vez se venga con otros kilos de más de tanto jamón serrano. Pero para abril deberá ponerse en forma ya que estrenará su nuevo espectáculo. ¿Usará chupines nuevos?
Moldavsky (el comerciante del Once, el que estudió Sociología, el padre de dos hijos, el laburante que se da el lujo de hacer lo que le gusta) todos los días lee los portales de La Nación, Clarín, Página 12, Diario Registrado, Infobae. "La única forma de hacer humor político es leer la misma noticia en TN y en C5N –admite–. Ahí está el chiste".
–¿En la grieta?
–Sí, en la grieta está el chiste. En cómo se cuenta de una forma u otra un mismo tema.
–¿La grieta es un negocio de la política?
–Es un gran negocio de alguien. A partir de la grieta se construyó muchísimo. Aunque en política las posiciones antagónicas no son un problema en sí mismo, la grieta es funcional a la idea de crear un enemigo. En sociología se dice que los países en crisis se inventan uno o lo potencian porque es la manera de unir a la gente. No quiero exagerar, pero en el inicio de la Guerra por las Malvinas la gente salió a la Plaza de Mayo para apoyar a un gobierno que se estaba cayendo porque se había despertado a la figura de un enemigo.
–Y tres días antes, en la misma plaza, hubo una manifestación en contra de la dictadura.
–Claro. Yo fui a la marcha del 30 de marzo motivado por la curiosidad, terminé refugiándome en un cine de la avenida Corrientes que ya no existe. Y dos días después la plaza otra vez estaba llena.
Se irá de Mar del Plata con un Estrella de Mar, con un título de ciudadano ilustre, con el abrazo de su público (o su clientela, como se quiera) pensando en Madrid, pensando en su nuevo espectáculo que estrenará en el Apolo en tiempos de plena campaña presidencial y con la grieta a la orden del día. "Hace dos años ya aprovechamos las elecciones y fue fantástico, porque la campaña alcanza niveles permanentes de lo bizarro. Se viene lo mejor, se vienen los spots, las encuestas en las que todos ganan. Para los que hacemos humor político una campaña presidencial es como el Mundial".
En ese Mundial, Roberto Moldavsky es un jugador clave (o un fenómeno en sí mismo).
"ES UN GRAN OBSERVADOR DE LA REALIDAD"
Gustavo Yankelevich conoció a Moldavsky gracias a Gerardo Rozín y a Fernando Bravo. Después de verlo en un show de stand up en Palermo se lo llevó al Apolo en una historia ya conocida. Fue este productor de enorme importancia en el mundo del espectáculo el que invitó a La Nación a ver su obra en Mar del Plata.
"Como pasa en toda actividad –reflexiona–, él es un diferente. Me baso en eso por su éxito en tiempos en los que uno sabe que la crisis de alguna manera golpea a todas las actividades. Sin embargo, él se las ingenia siempre para actuar a sala llena. Desde otra perspectiva es un gran observador de la realidad. Tiene la magia para contar esas observaciones. Aunque trabajemos en equipo él lleva la batuta. Provoca en la gente una especie de adicción, por eso se dan muchas cosas de que lo ven dos o tres veces. En sus espectáculos no hay grieta".
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