Mikhail Baryshnikov y Willem Dafoe: la muerta en la valija y una dupla de oro
Se estrenó The Old Woman, la esperada obra del afamado director estadounidense Robert Wilson; todos los detalles
The Old Woman llegó a la Argentina para convertirse en el acontecimiento teatral del año. Por sus protagonistas, por su director, por su autor y por todo el engranje escénico que irrumpe en Buenos Aires con el aura de la perfección, de lo distinto, lo experimental hecho con mucho dinero al servicio del arte más puro. Y buena cuenta de ello dio el furor que causó el anuncio de este estreno en términos de ventas de entradas: cuatro funciones originales se convirtieron en nueve con localidades agotadas en uno de los teatros más grandes de la ciudad, el Opera Allianz. Lo que pasó con The Old Woman recuerda al fenómeno Yayoi Kusama (que tuvo el Malba absolutamente repleto de curiosos el año pasado) o quizás al caso de Roger Waters quien en la Argentina logró un récord de nueve estadios River porque "había que verlo". Un boca en boca que corrió como pólvora encendida hasta captar el interés de toda la ciudad y que se repitió ahora con este suceso teatral.
Pero The Old Woman no es para meros curiosos. Es para amantes del buen teatro, de la acción pura en escena, para rigurosos defensores del sentido más esencial de la teatralidad: provocar a un ojo que mira lo que se está contando en el escenario. En la función que vio esta cronista hubo quien exclamó a sus espaldas "¡Esto es una pavada!" y un par de retiros voluntarios de la sala. A no equivocarse, The Old Woman no es "teatro raro". Es una obra de un género muy rico y muy difícil de hacer, el absurdo. Y la versión que presentaron anoche el director Robert Wilson y los dos colosos que convocó para la dupla protagónica, Willem Dafoe y Mikhail Baryshnikov es de una exquisitez sin parangón.
12 escenas guiadas por acciones simples. Un rompecabezas de textos que se repiten, que crean climas, que cuentan historias y se cargan de sentido hasta estallar en una carambola de signos. Una oda a la actuación. Baryshnikov habla en falsetto, canta y baila. Tener al bailarín vivo más importante del mundo ya es un lujo impensado. Pero es además un actor de una plasticidad inconmensurable, generoso y muy poderoso en el escenario. Dafoe hace gala de su personalísima voz para llevar al espectador al mundo surrealista, onírico que plantea la obra. Es imposible sacarle los ojos de encima. Todo en su cuerpo cuenta una historia.
Un bastonazo ensordecedor marca el ritmo. Un escritor tiene una anciana muerta en su casa. Ese es el conflicto principal de la historia y el puntapié para un sinnúmero de situaciones desopilantes ideadas por la mente de Daniil Kharms, autor ruso de cuentos y poemas que fueron adaptados para este trabajo por Darryl Pinckney: viejas que caen por las ventanas "por curiosas" y sus cuerpos terminan esparcidos "en pedazos deliciosos" en la calle, un hombre que encuentra el sentido de la felicidad al besarse el dedo del pie y discusiones políticamente incorrectas sobre los niños -"Quisiera que les dé parálisis por tétanos así dejaran de moverse"- que despiertan la carcajada. Esa risa de descarga ante la tragedia. Sí, humor negro, claro. La anciana muerta termina metida en una valija y perdida en el océano de opciones que brinda el absurdo, donde todo puede pasar.
Morder una salchicha o asesinar al otro. Caminar entre los árboles y hablar con un pájaro o emitir gritos espeluznantes. Cualquiera de estas acciones, o todas juntas, son posibles en el mundo que plantea The Old Woman. La estética circula por el circo, el cine mundo a lo Charles Chaplin, las tétricas caricaturas de Tim Burton y la pintura surrealista que anticipó el surgimiento de los autores del absurdo como un desahogo para el período post- Primera Guerra Mundial. Escenografía y luces se amalgaman en perfecta sincronía para crear este universo.
Artistas de todos los ámbitos se dieron cita para celebrar este acontecimiento. "Es una lección de disponibilidad actoral a la hora de jugar el juego que propone el director", dijo Mercedes Morán al terminar la función. Claudio Villarruel, Mora Godoy, Darío Lopérfido, Graciela Borges, entre otros, también aplaudieron este precioso regalo para la escena porteña.
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