Encarnó con camaleónico parecido a Fabiana Cantilo en El amor después del amor y también actúa en El encargado, con Guillermo Francella; mientras se prepara para hacer Porteñas, en teatro, la actriz revela cómo pasó de ser una chica callejera a modelo top y protagonista de éxitos
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El éxito de la serie El amor después del amor, acerca de Fito Páez, dejó unas cuantas certezas en lo que respecta al mundo del espectáculo nacional: la primera, que hay un público interesado en las biopics cuando lo que hay para contar tiene sustancia. La segunda, que la figura de Fabiana Cantilo tiene una convocatoria y relevancia claves para mucho más que una generación, y tercera -y fundamental en lo que respecta a esta entrevista-, que la actriz que la interpretó en esa ficción, Micaela Riera, maneja un nivel de camaleonismo increíble. Entender que esa actriz que se movió de forma hiperquinética a lo largo de los ocho capítulos de la serie y enloqueció con sus arranques de amor al creador de “Ciudad de pobres corazones”, sea la misma que está sentada de forma casi zen en un sillón que es parte del decorado en el escenario del Teatro Astral, llama la atención. Porque Cantilo y ella son dos mujeres completamente opuestas, que se suceden en generación y que hoy solo tienen en común escenas memorables, como ese coqueteo sin tutearse con Fito en la terraza del estudio de Charly García y esa invasión nocturna a la pileta de un club, escena que le llevó seis horas de rodaje, temperaturas bajo cero y un dolor de cuerpo al día siguiente que aun cuando lo comenta le pide un “reacomodamiento” de espalda. Así las cosas, Riera le pide un café cortado a la asistente de Porteñas, la obra teatral que está ensayando para el estreno del 5 de enero, y comienza la charla.
“Desde que soy chiquita escucho rock nacional. Sin embargo, cuando quedé para el papel de Fabiana Cantilo, luego de tres instancias de casting, me di cuenta que sabía muy poco de esos artistas y de toda esa época. El nivel de la serie me exigía empaparme de todo aquello. Me puse a investigar mucho. Fueron varios meses de leer, escuchar y hablar con personas que habían ido a los shows, que aparecían en la historia. Vi muchos recitales de Fito, Fabi y Charly. Fue un proceso que me enriqueció mucho y me dio un entendimiento global de los años 80 y 90″.
-Habló mucho con Fabiana Cantilo para componer el personaje. ¿Cómo fue ese encuentro?
-Con Fabiana hablamos muchas horas de corrido, pero solo una vez. Fue antes de empezar a grabar y me sirvió para terminar de construir su personalidad. Me llamó la atención ver que es súper transparente. Lo que se le pasa por la mente, lo dice. No se cuida en nada. Es brillante una personalidad así, porque es genuina. Me decía: “Si te enojás, es asunto tuyo; yo soy como soy”. Todo lo que ella me contó y lo que sentí estando a su lado no lo hubiese descubierto viendo shows o entrevistas. Fabi no estaba muy convencida de la realización de la serie, pero también entendía que le iba a servir en lo personal y profesional.
-¿Tanto Cantilo como Fito Páez tuvieron que ver en su elección como actriz para la serie?
-Fabi no, no tuvo ninguna incidencia. Y tengo entendido que Fito, si bien vio los castings, tampoco tuvo incidencia directa. Estaba al tanto de todo, pero al firmar los derechos de la serie, delegó todo en los productores.
-¿Le deben preguntar todo el tiempo por una segunda temporada?
-No se sabe si habrá una. Para mí, la primera temporada es tan buena que, ¿para qué hacer una segunda parte? Tampoco sé si estaré yo, en caso de hacerse, porque Fabiana ya tenía su carrera solista y no sé muy bien tampoco por dónde irían los guionistas. Ahora quiero que hagan la serie de Charly, que en esa sí estoy yo (sonríe). Una biopic de Charly sería increíble. Lo que hizo Andy Chango en la serie fue espectacular. Él lo conoció, lo trató y lo disfrutó. Y todo eso se nota en sus gestos, lo tenía muy estudiado.
-Fabiana Cantilo también podría tener su propia serie.
-Sería genial, pero no quiere. Según lo que me contó, tuvo una vida muy complicada y trató de vivirla como pudo. Hoy, según cuenta, está en su mejor momento. Se ve que está enfocada, tal vez como nunca. Pero yo insisto, debería abrirse como el multiverso del rock argentino. Hay personajes muy ricos en contenidos y creo que una serie por cada uno de ellos sería maravilloso. La serie de Fito ya está, es redonda, toca 30 años en la vida de uno de los artistas más importantes del rock argentino. Pero una serie de Fabi sería alucinante. Una de Charly. Otra de Spinetta. Tenés Virus, Calamaro, Serú. Se va a hacer una biopic sobre Luca Prodan, con Peter Lanzani. Creo que es por ahí.
-¿Quién le debe más a quién? ¿Cantilo a usted o usted a Cantilo?
-Yo a Fabi, sin ninguna duda. Amé a la persona que descubrí detrás de la artista, me cautivó. Me siento en deuda con ella porque, por hacer de Fabi gané mis únicos dos premios, el Cóndor de Plata y Produ, ambos por Mejor Actriz Revelación. Y en ninguno le agradecí. Estaba muy nerviosa, no había preparado nada, quedé en blanco y lo único que dije fue: “un médico por favor”.
El precio de la fama
-¿Cómo afrontó semejante éxito?
-Contenta y tranquila. Mi vida no cambió en nada, sí mi agenda. Fueron dos meses de no parar, pero lo derivé todo a mi representante. No porque me creyera mil, sino porque él me ordenaba y priorizaba las actividades. Intenté hacer todo lo que fue surgiendo, como notas y presentaciones. Tenía un mensaje escrito que copiaba y pegaba donde derivaba todo a mi representante, porque me escribían desde todos lados: Instagram, WhatsApp, mail.
-¿Incluso personas con intenciones no profesionales?
-A los desubicados que escribieron con otras intenciones nunca les respondí. Sí me sorprendieron muchos mensajes de personas que no esperaba. Uno que me alegró, por ejemplo, fue el de Lali Espósito, felicitándome. Creo que ni nos seguimos en Instagram, pero lo hizo de onda y valoro muchísimo que alguien de su nivel se tome el tiempo para felicitarme. Después, todos mis conocidos: los de la primaria, secundaria, gente que resurgió de las tinieblas. Hubo de todo. Obvio que son momentos y hoy ya no me escribe nadie, pero es parte del juego.
-¿Cómo hace para mantenerse centrada cuando cae una lluvia de elogios y propuestas de todo tipo?
-Tenía 15 años y estaba ganando muy buena plata con Pancho Dotto como modelo. No gastaba en nada. Lo único que me compré fue un control remoto universal para cambiarle el canal a mis vecinos desde la ventana (se ríe). No era de gastar, no me compraba ropa, nada. La guardaba. Y una vez mi mamá no me dejó ir a un lugar porque era chica. Me planté y le dije: “Yo hago lo que quiero porque trabajo y tengo mi plata”. Y me pegó un bife. La primera y única vez que me pegó un bife y no me lo voy a olvidar más. Fue el bife que me acomodó. Me dije: OK, me la creí, la desafié y me dio vuelta la cara”. Fue el famoso bife bien puesto. Me acomodó el camino.
María Micaela Riera nació el 18 de julio de 1991 en la ciudad de Santa Fe, y si bien uno podría imaginarse todo el derrotero lógico de una infancia en su provincia natal y una adolescencia titubeante entre quedarse o probar suerte en la gran ciudad, la que tomó esa decisión no fue la misma Mica, sino su madre, la periodista Cristina Clement, quien llegó a Buenos Aires con sus pequeñas hijas Virginia, de ocho, y Micaela de cuatro, para estudiar locución e intentar entrar en los medios. Le salió todo bien, se recibió en el ISER y al tiempo entró a trabajar como panelista en el programa de Lucho Avilés. Hoy detrás de cámara, la misma Clement disfruta del éxito de su hija, quien este año también brilló en teatro junto con Luciano Castro, Carla Conte y Pablo Rago en El Divorcio y en otra bomba del streaming como El encargado en sus dos temporadas.
Una chica típica
“Nací en Santa Fe pero me vine a Buenos Aires a los cuatro años. No vine, como la gente cree, a probar suerte a la capital, pero sí acompañé a mi madre en ese sueño. Nos vinimos a la casa de mi abuela materna. Al tiempo, mi mamá empezó a estudiar locución en el ISER y luego arrancó con Lucho Avilés en Convicciones. Por esa época, yo y mi hermana volvíamos a Santa Fe los fines de semana y para las fiestas, para estar con nuestro padre. Mi infancia y adolescencia fue la típica de cualquier chico de Capital Federal”.
-Comenzó siendo modelo en la agencia de Pancho Dotto.
-Sí, fue a mis 14 años. Hice un desfile para Jorge Ibáñez por medio de mi mamá, que lo conocía de la tele, y justo estaba Pancho Dotto. A la salida la frenó a mi mamá y le preguntó en qué agencia estaba yo; le pidió que me llevara a la suya porque podía ser la cara de tal o cual marca. Mientras Pancho le hablaba, yo le pedía que nos fuésemos de ahí; no quería saber nada con ser modelo, yo quería actuar. No me imaginaba en malla ni en ropa interior. No tenía mala onda, pero me daba vergüenza ser modelo. Hasta que me di cuenta de que, si trabajaba como modelo, podían surgir castings para televisión. Ahí acepté.
-¿La moda fue su comienzo, o había estudiado algo de actuación?
-Estudio actuación desde los seis años. La típica: empecé actuando en el colegio, después pasé a estudiar con Nu y Eve, las mellizas del 9 y con ellas me enamoré de la profesión. Quería hacer eso toda mi vida.
-Por aquellos años, estaba toda la movida de Cris Morena, Rebelde Way, Casi ángeles.
-Sí, pero nunca fui de ver televisión, incluso hoy, casi no miro. Lo único que miré fue Son amores y soñaba con ser parte del programa, pero no tenía referentes o sueños de estar en algún programa en particular. Sí le pedí a Pancho que me mandara al casting de Patito feo, y no me mandó. Atracción x 4 y Floricienta, tampoco. Y él ya tenía algunas modelos trabajando en tele, como Liz Solari. Se ve que le rompí tanto, que me mandó al de Consentidos y quedé. No le hice nunca más una foto ni un desfile (se ríe).
-Dejó entrever que tuvo la típica adolescencia de chica de Capital. ¿Qué recuerda de aquella época?
-Una adolescencia de mucho rock nacional. Era de las que iban a los recitales en Ferro a poguear. Era fanática de El Bordo, Las Pastillas del Abuelo, Callejeros, Jóvenes pordioseros. De hecho, el primer recital al que casi voy fue al de Callejeros, la noche anterior a lo de Cromañón, donde también hubo un principio de incendio. Mi mamá no nos dejó ir, ni a mí ni a mi hermana, porque nos teníamos que ir a Santa Fe a pasar fin de año con nuestro papá. Pero sí fueron nuestros amigos. Nos enteramos de todo eso estando allá y fue una locura. Cuando volvimos hablamos con ellos y nos enteramos que conocidos nuestros habían estado la noche del 30, pero por suerte no les había pasado nada. Fue un shock.
-¿Qué les dijo su madre después de lo que pasó?
-Lo de Cromañón marcó a muchos de mi generación y sembró miedo en la mayoría de los padres. A mí me dijo que no iba a ir sola a un recital hasta mis 18 años pero terminamos cerrando en los 16. Y lo cumplí. Soy una persona de palabra. A los 15 me compré mi primera entrada para un show que iba a hacerse cuando tuviera 16. Todo calculado. Fui a ver Las Pastillas del Abuelo al teatro de Flores.
-¿Le gustaba el rock de la vereda y la cerveza en la esquina?
-Me gustaba ese tipo de bandas. Fui muy marginal de adolescente, lo reconozco. Si me veías con mi grupo de amigos en la calle, seguro cruzabas. Iba con mis pantalones de bambula rayados, tenía de collar una tirita de tela con un nudito. Pero también escuchaba a Fito, Charly, Cerati.
-¿Fabiana Cantilo?
-Nunca tuve un disco de Fabiana Cantilo, pero sí escuchaba su música. Estuve mucho tiempo enganchada con su tema “Mary Poppins y el deshollinador”.
-En El amor después del amor es casi protagonista; en El encargado un personaje terciario. ¿Cómo maneja esos desbalances de la profesión?
-No me molestan en absoluto. Toda mi carrera de actriz, hasta hoy inclusive, la viví con la angustia de no saber qué vendría después de lo que estaba haciendo. Porque me pasó de estar sin trabajar de actriz como tres años. Así que si me llega una propuesta como El encargado, en donde tengo un papel menor, y si me gusta el proyecto, acepto con felicidad. Trabajar con directores como Mariano Cohn y Gastón Duprat es la excelencia. El final de la segunda me pareció maravilloso, me puse muy nerviosa en el sillón. Nunca había visto un final así, me incomodó mucho. Lo que no sabía es que ese final se grabó seis meses después. La serie la habían terminado y no estaban convencidos del final, había quedado bajo en expectativas y llamaron a Guillermo para hacer esa toma. Alucinante. Y la tercera temporada, que termina de filmarse en estos días, va a estar muy buena.
Enero sobre las tablas
-El 5 de enero estrena la obra Porteñas, en el Astral.
-Sí, me llegó justo la propuesta cuando estaba terminando la obra El divorcio, y ya sentía que iba a extrañar hacer teatro. Cuando leí el libro, me encantó. Además, como fui la última en entrar al elenco, ya sabía que iba a trabajar con Andrea Politti, Cecilia Milone, Romina Richi y Julia Calvo, dirigidas por Manuel González Gil, de quien tenía las mejores referencias de parte de mis colegas. Estoy feliz.
-¿Qué la cautivó?
-¡Todo! Sin embargo, lo que más me impactó fue algo que nos dijo el director en la primera reunión, para que entendiéramos el concepto de la obra: “Mortales hay solo unos pocos”. Y es muy cierto. Porque nunca va a volver a nacer un Borges, un Charly, un Cortázar. Son personajes únicos, que marcaron una época. Se mueren y no aparecen otros. Se terminó. Un Maradona no va a volver a nacer. A todos los demás, alguien nos va a suceder, nos van a reemplazar y va a suceder todo más o menos parecido. Esa es la idea de la obra. Cinco mujeres que viven las diferentes décadas que van del 1900 hasta 1980 sin envejecer, porque la idea es mostrar los momentos bisagra del país con mujeres representativas de una clase social determinada. Se habla de cuando las mujeres empezaron a votar, la dictadura, etcétera. Mi personaje es el de la clase trabajadora y cómo vivió una mujer así cada etapa del país.
-¿Luego de tantos triunfos, no siente la presión de ser usted la clave del éxito?
-No, en absoluto. La única presión que me impongo es conectar con el actor o la actriz con que estoy trabajando. Sea una figura del teatro o alguien que recién empieza. Porque la clave de lo verídico es esa conexión. Si se da y es real, difícilmente algo salga mal. En el caso de Porteñas estoy tranquila, está saliendo muy bien. El público va a disfrutar mucho.
Porteñas, de Manuel González Gil, estrena el 5 de enero en el Teatro Astral, Av. Corrientes 1639.
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