Messi10: el talento de los artistas del Cirque en medio de un merecido homenaje
Estrenado antes de la pandemia, en Barcelona, llegó a Buenas Aires esta producción de la compañía canadiense y Pop Art que intenta rendir tributo al genial artista del fútbol de escala global
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Messi10. Autoría y dirección: Mukhtar Omar Sharif Mukhtar. Director de creación: Sean Mckeown. Diseñador de vestuario: James Lavoie. Diseñador de set y utilería: Stéphane Roy. Compositor, letrista y director musical: Hugo Montecristo. Diseñadores acrobáticos: Philippe Aubertin y Benoit Potvin. Coreógrafos acrobáticos: Benoit Potvin y John Cartin. Coreógrafos: Leah Moyer y Andre Kasten. Diseñador de Iluminación: Nicolas Brion. Diseñador de contenido de video: Jean-Sébastien Baillat. Diseñador de sonido: Jean-Michel Caron. Diseñador de equipamiento acrobático y rigging: Danny Zen. Diseñadora de maquillaje: Véronique St-Germain. Sala: Complejo Al Río (Juan Carlos Cruz 125) . Duración: 90 minutos. Funciones: hasta el 15 de noviembre. Precio: desde 12.000 pesos. Nuestra opinión: bueno.
Después de marchas y contramarchas, anoche empezó la esperada temporada en Buenos Aires de Messi10, por el Cirque du Soleil, que se extenderá, ¿por ahora?, hasta el 15 de noviembre. El tránsito de este montaje tiene su millaje. En el lejano 2019, en la lejana ciudad de Barcelona, fue cuando se hizo la primera función de este emprendimiento que volvió a juntar al Cirque con la productora argentina Pop Art (como cuando hicieron Séptimo día, el espectáculo basado en la música de Soda Stereo que estrenaron en el Luna Park, en 2017). Hasta el estreno de anoche en el Complejo Al Río, pasaron muchos “detalles” no menores: pandemia, crisis económica del mismo Cirque, la partida de Lionel Messi del Barcelona hasta su actualidad en Miami y, en ese tránsito, la obtención del capitán de la selección argentina del Campeonato Mundial de Fútbol. Algunos de esos “detalles” implicaron tener que modificar el texto original cuya nueva versión se dio a conocer en nuestro país en julio, cuando esta maquinaria de escala global de entretenimiento en vivo llegó para hacer unas pocas funciones en la ciudad de Salta luego de haber pasado por Medio Orientes y antes de su próximo desembarco en Venezuela. Esta nueva temporada se despliega en un enorme predio ubicado en Vicente López que posee una capacidad de 3000 espectadores. Anoche, como era de imaginar, varias figuras del espectáculo decidieron posar por la alfombra roja mientras el resto de los espectadores tenía la posibilidad de participar de algunos juegos interactivos, recorrer las instalaciones o tomar y comer algo.
Minutos después de la hora prevista, empezó a correr la pelota de Messi10 entre los 32 artistas de más de 15 países en medio de un pretendido clima de cancha de fútbol en un partido (o performances, como se quiera) de 90 minutos de duración sin intervalo (o entretiempo, como se desee). El primer que aparece el gran escenario ovalado con dos plateas enfrentadas entre sí es un clown (lamentablemente, no hay programa de mano para saber los nombres de los artistas) que protagoniza varias escenas del espectáculo con intervenciones sin demasiado efecto que apuntan a entablar un diálogo con el público. A partir de ese momento se irán hilvanando situaciones grupales, dúos o solos de alto nivel porque, indudablemente, allí está la marca Cirque: la gran empresa global fundada en 1984, en Canadá, que desde sus inicios ha sabido captar a los mejores profesionales de las distintas disciplinas de las artes circense puestos al servicio de puestas contemporáneas.
El trabajo de fusionar ese territorio tan explorado por la compañía que en estos momentos tiene casi 20 montajes en cartel y la figura de Messi con todas sus resonancias recayó en manos del bailarín y coreógrafo de origen somalí Mukhtar Omar Sharif Mukhtar, quien está ligado al Cirque desde 2005. Él es el autor y director de este espectáculo en el cual, seguramente, intentó armar sus propio juego para entablar el diálogo entra esa figura de impacto mundial y una disciplina de enorme tradición que el Cirque conoce tan bien. Claro que, luego de transcurrido los 90 minutos del show, el homenaje al ídolo indiscutido no llega a emocionar, no llega a conmover. Queda como una cita recurrente, pero lejana más allá de que una pelota, o varias, o la camiseta con un 10 en la espalda estén casi todo el tiempo en escena como si fueran ellas mismas el hilo conductor de esta intención.
En contraposición, los número del hombre goma (un contorsionista excepcional), el trabajo de un acróbata con un gran estructura robótica o la escena grupal de acróbatas de piso como algunas en altura son verdaderamente potentes y logran conectar al espectador con ese clima de riesgo permanente que es el verdadero ADN del circo; pero quedan ellas en un plano poco cercano al universo del fútbol o de la evocación a esta figura icónica que no llega a transformarse en un hecho potente en términos escénicos.
Todo esta mixtura de planos conviven con el latiguillo de “qué mirás bobo”, imágenes proyectadas de Messi con la camiseta argentina como con otras del jugador producidas para el espectáculo de decidido tono publicitario. Como no podía de ser de otro modo, en algún momento suena la canción “Muchachos”, de La Mosca, mientras se despliega sobre las dos plateas enormes banderas con la camiseta del 10 en un pretendido clima de cancha que no llega a ser tal más allá del buen ánimo del público de la primera función. La sucesión de números circenses y citas al jugador aparecen matizadas por frases motivacionales (”hay un 10 en cada uno de nosotros”, se lee al final como especie de moraleja) que se proyectan sobre una enorme pantalla que intentan dar cuenta del esfuerzo, de la entrega, del rol de la familia y de la disciplina de este genial deportista que, ahora, pasa sus días en Miami.
Como puesta, Messi10 no cuenta con esos impactantes vestuarios, esos atractivos maquillajes o esas grandes estructuras escenográficas móviles de otras producciones del Cirque du Soleil que llegaron a Buenos Aires (o el mismo Séptimo día, la otra producción en conjunto de Cirque y Pop Art). En su formato, sí sabe sacar provecho a ese gran escenario ovalado con su plataforma giratoria o la enorme parrilla de luces y proyección de imágenes que, en varios momentos, desciende a nivel de piso. De compararlo con producciones locales, claramente hay un diferencia notable por la calidad de su puesta de luces, el excelente sonido en la sala y las múltiples posibilidades que tiene su maquinaria escénica. Más allá de posibles desajustes hay un dato fundante en todo esto: sus artistas, la entrega, el manejo de cada disciplina circense que despliegan en escena aunque el homenaje “al 10″ no se aproxime al vendaval emocional genera él como artista exquisito del fútbol.
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