Matías Feldman, el director y dramaturgo que se resiste a simplificar lo complejo
Luego de haber llenado la Martín Coronado con El hipervínculo, hoy estrena La traducción, en el Teatro Nacional Cervantes; es otra propuesta experimental del ciclo Proyecto Prueba
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El director y dramaturgo Matías Feldman es un rara avis del circuito alternativo porteño. Es uno de los pocos creadores de su generación que consiguieron perforar el nicho de público que suelen tener los montajes experimentales. Su última propuesta, El hipervínculo, se transformó en un extraño fenómeno de audiencia teatral. En él, todo es obsesión, exceso de capas, citas, referencias, disparadores no azarosos. Desde 2013, junto a la Compañía Buenos Aires Escénica, viene desarrollando un ciclo que denominó Proyecto Pruebas. Ya tuvo siete versiones relacionadas siempre con la percepción, los modelos de representación, los procedimientos escénicos, las convenciones y el lenguaje. La octava entrega de este ciclo se estrena hoy, en la sala principal (en verdad, la única en funcionamiento) del Teatro Nacional Cervantes. Se llama La traducción (Prueba 8) y cuenta con un elenco integrado por Valeria Correa, Maitina De Marco, Juan Isola, Vanesa Maja, Juliana Muras, Laura Paredes, Paula Pichersky y Luciano Suardi; y las actuaciones en video de Elisa Carricajo, Pilar Gamboa y Juan Isola. “¿Qué ocurre cuando intentamos traducir gestos, acciones o estados? El punto de partida es indagar la problemática de la traducción y de la interpretación”, afirman en la información de prensa. En las derivaciones de todo esto aparecen reflexiones del historiador de arte Aby Warburg, la censura en España en tiempos de Franco, dos hermanas alemanas de la década del 60 interpeladas por los movimientos revolucionarios latinoamericanos, lo clandestino, lo original, la copia, la traición.
Desde 1999, año en el cual Matías Feldman estrenó su primera obra, nunca paró. Cuando entró en crisis con el modo de producción surgió la idea del ciclo Proyecto Pruebas, destinado a la investigación por fuera de lo que venía haciendo. A la primera prueba la llamaron El espectador que estrenaron en la antigua sede del Teatro Defensores de Bravard, la sala que cogestiona. Luego fue el turno de La desintegración, que se presentó en el Teatro del Perro y en Bravard. La tercera prueba fue Las convenciones, nuevamente en Bravard; y le continuó El tiempo, que se ofreció en una galería de arte de La Boca. Después de recorrer tres barrios porteños en espacios culturales alternativos al cual entran pocos espectadores no estaba en su mira presentar estas pruebas en un teatro público del centro de Buenos Aires; pero Vivi Tellas, directora artística del Teatro Sarmiento, que depende del Complejo Teatral de Buenos Aires, tomó contacto con esos materiales, se entusiasmó y así fue como la Compañía Buenos Aires Escénica inauguró el ciclo Artista en residencia, en el cual mostraron las pruebas anteriores y estrenaran otra nueva producción que se llamó El ritmo. Al año siguiente, fueron convocados por el Complejo para estrenar El hipervínculo. Por fuera de todo imaginario y de preconceptos, ese montaje de neto corte experimental llenó la Martín Coronado, la sala con mayor cantidad de butacas del Teatro San Martín, aunque se tratara de una montaje de casi 3 horas de duración que era pura fragmentación, citas a obras pictóricas y referencias a pensadores con casi 30 interpretes en escena. Ya en el programa de mano se aclaraba que no se trataba de una obra sin arriesgar una categoría precisa. O sí: una prueba (así de sencillo como complejo).
“Soy muy obsesivo, muy profesional con lo que me propongo; lo mío es muy existencial. O sea, si no pongo en escena algo en lo que creo pierdo el sentido- apunta Feldman en diálogo con LA NACION antes de irse a uno de los últimos ensayos en el Cervantes-. Necesito correr ese riesgo aunque sepa que me meto en lugares que desconozco y que intento entender durante la investigación, los ensayos. Cada prueba implicó atravesar procesos muy complejos con actores actuando cosas que nunca habían actuado, que rompían las matrices más básicas de la interpretación y que ponía todo en crisis. Ahora bien, más allá de todo eso, El hipervínculo funcionó muy bien en la Martín Coronado aunque rompiéramos todos los protocolos que suelen activarse en ese enorme espacio. Fue sacar al espectador de la necesidad de abarcar la totalidad, no poder con todo. Ese volumen del material genera una experiencia en sí misma, es convivir un rato con otro espectador en ese mismo lugar durante un largo tiempo. Yo prefiero errarle por demás a errarle por haber apostado por menos. En general, le erro por demás”.
–Eso de que menos es más en vos no aplica.
–No, no es lo mío (se ríe).
Por fuera de los manuales de estilo de programación, Sebastián Blutrach, ex director artístico del Teatro Cervantes, lo convocó para desarrollar un laboratorio en la sala. Matías Feldman, según cuenta, propuso sumar al grupo Piel de Lava (el colectivo que integran Elisa Carricajo, Valeria Correa, Pilar Gamboa y Laura Paredes que estrenaron, en otra edición de Artistas en residencia, la obra Petróleo). Unos y otros se conocen hace años. De hecho, Laura Paredes trabajó en su primer espectáculo, Viaje de Mirna. El año pasado, los dos colectivos hicieron el laboratorio juntos y, ahora, llega el momento de estreno de esta nueva obra que cuenta con dirección y dramaturgia de Feldman. En La traducción actúan dos integrantes de Piel de Lava.
Aunque todo este proceso fue desplegando sus formas desde el año pasado, la idea de esta octava prueba es anterior a la pandemia. “El tema de la traducción en sí mismo me parece fascinante y siempre me pregunté qué podía agregar sobre algo tan estudiado. Para colmo, en el teatro no se puede hablar de un original. A lo sumo, se puede reparar en el texto, pero el teatro es más que eso. Es un objeto vivo que, luego, no está en ningún lado. Ante eso cabe preguntarse cuál seria el original de Hamlet porque el objeto teatral es algo vivo que está en el presente en cada uno de sus espectadores y que cada uno de ellos tiene interpretaciones distintas sobre lo vivido. Es tan fascinante ese punto como desesperante. Un texto, un video, una crítica sobre tal obra no es la obra, es distinto a lo que sucede con un cuadro. Entonces, siempre me pareció interesante la idea de la traducción sobre un material que no tiene original para ser traducido. Uno de los primeros disparadores fue la idea del doblaje, un problema del cine y no del teatro en el cual todo es maleable”, cuenta tratando de poner en palabras los diversos disparadores que tuvo esta indagación.
En esa búsqueda, después de varias idas y vueltas, decidió tomar como lengua de referencia del trabajo, o una de ellas, al alemán. Pero, en la mente de este artista, no toda respuesta implica el cierre de un dilema. “¿Qué pasa con una actriz argentina que tiene que decir un texto en alemán? Lo estudia por fonética –se pregunta y se responde–. ¿Pero qué pasa con la memoria de una palabra que no tiene memoria en el cuerpo de la actriz?”. Inmediatamente, repara sobre un tipo de traducción no ligada a un idioma, a una lengua. El ejercicio intelectual lo traslada al aquí y al ahora. Se da vuelta de su silla del bar en donde se realiza el reportaje e intenta “traducir” el espacio reparando en cada detalle de lugar: el color rojo de la pared del fondo, los elementos colgados, la simbología de los objetos.
“En el intento de sacar capas me di cuenta que la interpretación es como la luz en teatro. La luz te permite ver algo. Pero en verdad, la luz imprime, señala unas cosas y otras no. Entonces, interpretar no es solamente develar algo sino que es agregar capas a un objeto que no las tenía. Siguiendo esa línea de razonamiento, cada vez más la traducción es imprimir los intereses de una época en un objeto. Si hoy traduzco Hamlet voy a poner mi época. Yo digo todo esto pero aclaro que no necesariamente la obra habla de todo estas cuestiones o que la gente se vaya pensado en estos temas, sí digo que fueron reflexiones que atravesaron el proceso –advierte el creador–. Estamos viviendo un tiempo en el cual hay necesidad de simplificar lo complejo y acá hacemos todo lo contrario, no paramos de agregarle capas. ¿Para qué? No lo sé, tampoco importa. A lo sumo, no creo que lo mejor sea la simplificación. Y contrariamente a lo que se pueda suponer, hay datos que me llaman la atención. Por ejemplo, ¿por qué tantos pibes llenaron la Martin Coronado para ver El hipervínculo? Y se recoparon aunque se tratara de una obra de casi tres horas y muchos de ellos era la primera vez que entraban a esa. Yo creo que, más allá de los signos de los tiempos, hay un interés por lo complejo”.
Para agendar
Obra: La traducción (Prueba 8), con dramaturgia y dirección de Matías Felman.
Sala: Teatro Nacional Cervantes, Córdoba y Libertad.
Funciones: de jueves a domingos, a las 20.
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