Al tiempo que celebra sus primeros 20 años de trayectoria, el showman estrena hoy en el Teatro Astral un nuevo espectáculo con música y humor: Bossi Live Comedy; en una extensa charla con LA NACION hace un balance de su carrera y de sus afectos
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Si bien su destino parecía estar signado por el tenis y su capacidad para los deportes, a los 28 años Martín Bossi decidió dar un golpe de timón a su vida y empezó a trabajar como actor. Primero fue imitador (y así descolló en televisión), luego cómico y cantante y por último se erigió en un showman. Bajo esa faceta abarcadora protagonizó cinco espectáculos: M, el impostor, El impostor apasionado, Bossi Big Band Show, Martín Bossi Master Show y Martín Bossi Comedy Tour. Y ahora, luego de incursionar con suceso de público y crítica en la comedia musical con Kinky Boots –y en el transformismo que entrañaba la construcción de su personaje, la poderosa drag queen Lola–, el artista regresa al formato de big show y a la sala donde cosechó la mayoría de sus éxitos: la del Teatro Astral. Hoy (jueves 16) dará comienzo a la breve temporada de su nuevo opus, titulado Bossi Live Comedy, espectáculo con el que luego buscará el reconocimiento internacional a través de una gira por los Estados Unidos y Europa, que culminará en Londres.
Lejos de descansar en los laureles ganados (y en la preventa de entradas, que le es notoriamente favorable), Bossi se sincera ante LA NACION y a horas del estreno asegura: “La calle Corrientes está hermosa y la temporada teatral viene a full, pero uno no tiene comprado nada. No es que porque tenés un nombre ya está, algún día la gente te puede abandonar y todo se termina. Soy consciente de que nada es para siempre, pero hoy aprovecho este veranito que ya lleva 13 años (desde que debuté con mi primer gran show) y del amor incondicional del público. Y lo disfruto como loco”.
–Volvés al formato de big show. ¿Por qué?
–Más que volver a una estructura, para aferrarme a ella, pienso que continúo en un camino hacia lo que supongo va a ser mi futuro: actuar en escenarios de estadios, acompañado sólo por un piano y un micrófono. En mi primer espectáculo yo era un chico que hacía imitaciones y que contaba una historia sobre su madre, luego me fui despojando de las máscaras y opté por ser cada vez más yo, standapear con la gente, cantar, tocar un instrumento y ser un showman en medio de una banda de jazz. Hoy profundizo en más cuestiones que antes y por eso Bossi Live Comedy es el show más real que hice desde que empecé.
–¿Incidió en tu regreso al formato que la segunda temporada de Kinky Boots no fuera tan exitosa como la primera?
–No. Con Kinky Boots empezamos en el verano de 2020 con un éxito increíble, pero a los dos meses debimos bajar por la pandemia. Y cuando volvimos, en 2022, nos fue bien, metíamos 3000 o 3500 personas por semana, pero sin el efecto del estreno, es verdad. Hicimos cinco meses, no estuvo mal. Pero yo necesité volver a actuar con la gente de frente, en la comedia uno actúa con la gente de costado. Necesitaba volver a mirar al público a la cara, a cantarles una canción y a plantearles los temas que tengo ganas de plantear. Y ahora por fin lo voy a hacer, pero por poco tiempo. Esta será una temporada de sólo cinco meses, después llevaré el show al exterior: empezaré por España (actuando en Barcelona, Madrid, Galicia y Málaga), luego iré a Alemania, donde trabajaré para la colonia latina en Berlín; de ahí me iré para los Estados Unidos, donde me presentaré primero en un estadio de Los Ángeles, y luego en Miami. De ahí saltaré a México y cerraré el periplo en Londres.
–Estuviste este verano en Villa Carlos Paz, donde Kinky Boots se repuso con Federico Bal. ¿Por qué no fuiste a ver la obra? ¿Te generó aprensión que otro actor interpretara el rol que vos originaste?
–No, yo fui como todos los años a Córdoba a festejar el Año Nuevo. Soy muy amigo de Fede Hoppe (su productor) y de su mujer (la bailarina) Macarena Rinaldi. Ella vive en un pueblito que se llama Justiniano Pose y es ahí donde siempre lo festejamos. Así que yo llegué la noche anterior a Carlos Paz, fui a cenar con ellos y al otro día nos fuimos para el pueblito. Nadie puede pretender que la única noche que yo paraba en la villa fuese a ver Kinky Boots; obviamente, nobleza obliga, fui a ver la obra que producía Fede, Un plan perfecto, con Peter Alfonso. Luego, te soy sincero, nunca me planteé quedarme un día más para ver Kinky Boots porque cuando yo estoy de vacaciones ni loco pierdo un día de pileta para ir al teatro, ni siquiera si me asegurás que va a estar Johnny Depp, del que soy fanático, haciendo Piratas del Caribe en vivo (risas).
–¿Volverías a incursionar en el género musical? ¿Tenés alguna obra a la vista?
–Recontra. Me gustaría mucho hacer Moulin Rouge y llevar el musical hacia la comedia, argentinizando algunas canciones y encarando mi personaje como un héroe romántico más sui géneris. En tren de soñar me gustaría que mi compañera de rubro fuese Natalia Oreiro o Lali Espósito. Seríamos una bomba. También me gustaría reponer Los productores junto a Darío Barassi. En su momento tuve la posibilidad de hacer Tootsie, que ahora va a hacer Nicolás Vázquez, pero finalmente me decidí por Kinky Boots.
–Después de Kinky Boots, hacia fines del año pasado, rodaste una serie sobre la que hubo mucho hermetismo. ¿Qué nos podés adelantar hoy?
–El hermetismo lo produjo la plataforma, no yo. Se trata de una serie de seis capítulos para Star+, titulada Amores inesperados, para la cual ensayé previamente todo un año con el director Marcos Carnevale. La grabamos en dos meses y en cada capítulo interpreto a un personaje distinto porque son historias que empiezan y terminan en cada capítulo. Compuse, por ejemplo, a un chico muy especial que trabaja en un peaje y vive con la madre; a un mozo que por las noches hace homenajes al Puma Rodríguez en fiestas y eventos privados; y al CEO de una multinacional. Cada capítulo remite a un género distinto: uno será en tono de comedia romántica, otro será pura tragedia y también estará el episodio gracioso, todos en torno a amores inesperados. Con Marcos había filmado Viudas en el 2011 y hacía como 10 años que esperaba una oportunidad de este calibre. Se la debo a él y también a Disney porque al principio se suponía que cada capítulo iba a estar protagonizado por un actor distinto, pero luego, cuando vieron mi capacidad camaleónica, pusieron todas las ficha en mí. ¿Ahora se entiende por qué dejé Kinky Boots? Porque a este proyecto debía darle todo y más. En los distintos capítulos participaron dándole carnadura a los amores inesperados, Eleonora Wexler, Julieta Cardinali, Jorgelina Aruzzi, Karina Hernández, Lula Rosenthal y Patricia Palmer. Por cuestiones de agenda de la plataforma, recién se podrá ver en noviembre del año próximo.
–Después de semejante experiencia, en la que el público podrá apreciar todo tu arco interpretativo, ¿ahora te identificás más con el término showman o con el de actor?
–Yo soy un curioso y a medida que crezco me gusta experimentar diversas opciones, investigar distintas posibilidades expresivas y ver hasta dónde llego interpretativamente. Prefiero no encasillarme. Como showman me siento cómodo y me divierto y si de golpe me toca encarnar a un mozo, como me sucedió para la serie, busco al mozo que hay en mí y lo hago como puedo, bien o mal, así como encaré una drag queen en el teatro. Hoy estoy entrenado para jugar a hacer de otros de distintas maneras, y yo no me pongo límites.
–Volviendo a Bossi Live Comedy? ¿Diferirá mucho de tu anterior espectáculo, Bossi Comedy Tour?
–La estructura del espectáculo es similar, pero con una banda más grande compuesta por siete músicos, y una actriz-cantante. Habrá monólogos y juegos musicales con la gente. También habrá un homenaje en vivo a Carlos Balá, dentro de un segmento en el que hablo de los héroes, de los de hoy y de los de antes. Esa será la única vez en que me disfrazaré en toda la noche. La idea de este show es recuperar aquellos rituales que fuimos perdiendo sin darnos cuenta y que nos hacían bien.
–¿Por ejemplo?
–El romanticismo, la melodía y la comedia. Hoy todo está en crisis, el romanticismo se perdió y ahora las películas son todas de vikingos, narcos y zombis, nos fueron llevando hacia un mundo muy violento. Sin embargo, reestrenan Titanic en 4D y se llenan las salas porque existe la necesidad de volver a hablar de amor. En las canciones ya no hay armonías ni melodías, sólo hay ritmos. Un horror. La comedia desapareció y ahora nos cuesta hasta reírnos de nosotros mismos. Antes los rankings de asistencia a los cines estaban encabezados por comedias. Hoy todas las películas son sobre el fin del mundo y así la vida se fue opacando.
–Todos tus espectáculos tienen una estructura filosófica-didáctica. En el anterior, signado por la pandemia, hacías un elogio de la presencialidad. ¿Qué te proponés “enseñarle” esta vez al público?
–Esta vez hubiera querido compartir un asado en cada función con todo el público, pero obviamente los productores no me dejaron. La idea, entonces, es volver a instalar un espíritu de pertenencia, hasta barrial, y generar una experiencia que no sé en qué va a terminar... pero estoy seguro que la gente se va a ir estimulada del teatro. Vamos a recordar lo que siempre fue esencial en el género humano, la comunicación cara a cara, y entre todos haremos una catarsis colectiva. Y fundamentalmente insistiré hasta el cansancio con que el romanticismo es una necesidad humana imperiosa, que no caducó ni va a caducar jamás. Nos quisieron hacer creer que ser romántico es ser antiguo y eso es terrible. El romanticismo no es vintage, señores, ¡apréndanlo! En este espectáculo, en definitiva, celebraremos el amor. Por eso, a aquellos que estén muy enbanderados con algún ismo, les recomiendo que no vengan porque no la van a pasar bien. En este espectáculo la única bandera es el amor, posta posta.
–En tu último espectáculo te mostraste muy crítico de Instagram y Twitter. ¿Seguís enojado con las redes o ya te amigaste?
–En realidad estaba enojado por la mala utilización de las redes. Sé que es muy tentador estar mirando el teléfono todo el tiempo para ver si te dan like, si sos exitoso o si te dicen lindo, pero la vida no debería pasar por ahí. De todos modos, lo admito, en el transcurso de este tiempo me rendí (risas). No te voy a mentir. De hecho en Bossi Live Comedy habrá TickTock en vivo. Y varios, ¿eh?
–¿Bossi Live Comedy incluirá imitaciones?
–Muy pocas. Y como un recurso muy secundario. Por ejemplo, si quiero hacer una comparación entre las formas de la música de hoy y la de antes, y voy de Bud Bunny a Beethoven, seguramente imitaré un toque a Bud Bunny. Lo mismo cuando me refiera a Elvis Presley para indicar lo que para mí era una muestra de música popular muy elevada. Las imitaciones estarán en cuentagotas y como un recurso más, de la misma forma en que tocaré el piano y haré tap. Hacer muchas imitaciones ya no tiene fundamento en mis espectáculos.
–Empezaste como imitador. ¿Qué opinás de las figuras que hoy pretenden una compensación económica de sus imitadores?
–Si mañana Rod Steward, Stevie Wonder y las familias de Michael Jackson y Frank Sinatra me mandaran una carta documento por todos los homenajes que les rendí con mis imitaciones tendría que entregarles como dos casas. Por algo me corrí de las imitaciones... Imitando se pueden correr muchos riesgos y no sólo económicos. Podés terminar pareciéndote a los personajes y perdiendo personalidad. Por eso acepté de buen grado la recomendación de mi director Emilio Tamer, de pasar a otra etapa. “Ya sos un muchacho grande, empezá a hacerte cargo de quién realmente sos y de lo que pensás”, me dijo, y a partir de ahí ya no me expresé más a través de las personalidades y los dichos de otros. Además existe una cuestión técnica: una cosa es hacerle un homenaje a Carlos Balá, como haré en este espectáculo, y otro es hacer un personaje de Balá. Yo puedo hacerle un homenaje a Juan Carlos Calabró (sin que eso signifique un costo económico), pero si hago El Contra ahí hay derechos que se deben pagar. Por ejemplo, cuando en un anterior espectáculo, y con la intención de homenajear a Alberto Olmedo, hicimos todo un segmento con Álvarez y Borges, tuvimos que pagarle derechos a Celia Sofovich, la viuda del creador de esos personajes, Hugo Sofovich. Esto es así, es legal.
–¿O sea que te parece bien que Moria Casán le solicite una compensación a Fátima Florez?
–Moria es Moria y lo que opina es respetable. A Fátima no le puedo aconsejar nada, pero es tan pero tan buena haciendo lo que hace, que pudiendo imitar a un millón de personas, bien podría dejar de imitar a Moria y punto. Ella es muy talentosa, no necesita seguir imitándola para sobrevivir. Es más, ella podría dejar de imitar y sería una comediante maravillosa. El día que se dé cuenta... yo siempre le digo: “Fátima, dale, dale, largá todo y hagamos algo juntos”. Con ella nunca haría un show de imitaciones, ni loco. Pero sí haría una comedia porque para mí, con el gran poder de observación que tiene, es en potencia una comediante extraordinaria. El tema es si quiere y se anima a dar ese paso.
–Esta temporada cumplís 20 años de trayectoria. ¿Qué balance hacés de tu carrera?
–Mi carrera es fruto de mi tezón y mi insistencia. El mandato familiar era otro, mis padres pretendían otra vida para mí. No pensaban en lo que yo realmente quería ser y hacer. Gracias a Dios desobedecí y hoy pienso que la desobediencia es la base del éxito. En mi casa explotó una bomba el día que mi mamá se enteró que yo estaba volanteando en la calle principal de Villa Gesell vestido de Shakira. Corría 2001 y me había ido con unos amigos a la costa, pero nos agarró el final de De la Rúa, me quedé sin plata y terminé trabajando en la calle. Mi madre no lo toleró, insistía en que yo tenía todo para ser un gran tenista. Pensaba que había enloquecido, que había caído en las drogas y que me había convertido en un promiscuo. Ahí me echó de la casa. Pero yo le pedí prórroga porque me estaban por probar en un programa de televisión que se llamaba Vale la pena, el primer envío de archivo que hubo, bien de bajo costo, que se emitía los mediodías por Telefe. Me tomaron al toque pero al principio tuve muy mala suerte: siempre me tocaba aparecer al final con el cartel de Telefe Contenidos tapándome la cara. Yo imitaba a Chayenne o a Enrique Iglesias, pero el público no me visualizaba. Y mi madre tampoco, claro. Hasta que un día el director de cámaras me avivó. “Agachate, boludo, y esquivá el cartel”, me dijo. A partir de ahí empecé a hacer todos los personajes en cuclillas, mi madre constató que tenía condiciones y aceptó mi vocación. Después... no sé bien qué pasó: sólo me arriesgo a decirte que se me fueron 20 años jugando. Fui pasando de un personaje a otro, de un proyecto a otro, devorándome con ansias esto tan maravilloso que me pasó, que nunca imaginé que sucedería: lo de convertirme en una figura. Lo de la fama para mí es un accidente. Yo no quería ser famoso, lo que quería era transmitir mi arte, en una esquina, un bodegón o dónde sea. El balance es una aventura inolvidable que me dio amigos, escenarios, dolores y amores, muchos amores.
–A propósito, ¿y qué balance hacés de tu vida afectiva? Te lo pregunto porque hace poco confesaste que habías decidido tener una vida amorosa honesta. ¿Qué significa eso?
–Que a los 40 empecé a ser más sincero con lo que me pasaba. Viste que está el que dice: hace ocho años que no consumo alcohol o que no me drogo... Bueno, yo hace ocho años dije: basta de andar escapándome. ¿A qué me refiero con esto? Yo considero el amor como un contrato de a dos, de a tres, de a cuatro o de a cinco. Hoy pienso que el amor es un convenio y que no estamos obligados a tener la relación que tuvieron mi papá y mi mamá, en la que él sólo tenía ojos para ella y viceversa, y si no se pudría todo. Yo internalicé ese tipo de vínculo y en algún momento intenté llevarlo a cabo, pero después… no digo que me convertí en un mujeriego, pero empecé a percibir al amor como un acto de libertad, y entonces con cada persona que conozco, de la que me enamoro, convenimos el tipo de relación que queremos tener. ¿Somos vos y yo solos; o somos vos y yo solos, pero por ahí agregamos a alguien en algún momento porque nos divierte; o somos vos y yo solos, en un espacio propio de amor y de proyectos, pero con una vida sexual independiente, en la que cada uno hace la suya? Eso es lo que decidimos desde el vamos. Por eso hoy tengo relaciones maravillosas: porque no miento más y así soy mucho más feliz.
–De todas esas, ¿qué tipo de relación amorosa hoy preferís?
–Ahora estoy preparado para todo tipo de relaciones: la clásica de muzzarella, la caprese, la napolitana y la provenzal (risas). De acuerdo a lo que requiera la persona que me acompañe será el tipo de relación y el amor que esta arroje. Y si no puedo cumplir con lo que esa persona requiere prefiero decir que no. No quiero esconderme ni engañar más a nadie y si de repente estoy teniendo una noche de amor con una persona que no es mi pareja quiero que ella lo entienda y lo acepte porque así es mi sexualidad. Esto no me convierte en alguien más promiscuo ni loco sino en un hombre más honesto.
Agradecimiento: Hotel Grand Brizo.
PARA AGENDAR
“Bossi Live Comedy”. Con Martín Bossi, bailarines y orquesta. Teatro Astral: Av. Corrientes 1639. Funciones: de jueves a domingos, a las 20:30; y sábados, a las 20:30 y 22:30 Entradas: por Plateanet.
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