Multifacético y filoso, el showman vuelve a calle Corrientes; en una charla franca habla del país, de recuperar la rebeldía, y se queja de la fama instantánea; “no es lo mismo un Juan con un millón de seguidores que Luis Alberto Spinetta”, defiende
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En la crítica de Bossi Live Comedy que publicó LA NACION a principio de este año se reparó en uno de los tantos comentarios de Martín Bossi, ese artista multifacético de lengua afilada que resultó ser la figura en la reciente temporada de teatro en Mar del Plata. “¿Cómo ha cambiado el mundo en los últimos 20 años, ¿no? ¿Se dieron cuenta de que somos la primera generación de seres humanos en atravesar una de las catástrofes económicas más importantes de la historia de la humanidad?”, señalaba Bossi en el show, que hoy inicia su temporada en el Teatro Metropolitan, de Buenos Aires. Tras enumerar diversos males, cerraba diciendo: “Como si esto fuera poco, el hecho cultural más importante de la historia política de nuestro país: Fátima Florez primera dama. Ciencia ficción ¡Aleluya!”. Así se refería a la camaleónica imitadora, devota de San Expedito, este actor y comediante que, de chico, cuestionó a sus maestros de catequesis, pero que antes de irse de Mar del Plata pasó por la playa para agradecerle a Dios haber podido hacer teatro en la gran ciudad veraniega.
En un video que aparece en su cuenta de Instagram, aquella mañana también le agradeció al público. Obvio, motivos tenía. Según las estadísticas de Aadet, la cámara que reúne a productores y dueños de salas del circuito teatral, si bien durante enero el espectáculo de Fátima Florez, Fátima 100%, lideró la tabla de mayor cantidad de espectadores, las cosas fueron mutando. A principio de febrero, cuando el Presidente fue por segunda vez a Mar del Plata para festejar el cumpleaños de su novia y volvió a subirse al escenario, Bossi, quien venía ocupando la segundo posición, pasó a encabezar el ranking. Así fue como el artista que creció convencido de que no cubría las expectativas de su entorno cerró la temporada liderando la tabla de espectadores y de recaudaciones en Mar del Plata. Según la producción, en dos meses, convocó a la friolera de más de 50.000 personas.
Pero antes de andar haciendo siete funciones semanales en la costa, “yo y mi alma”, como le gusta decir, se dio el lujo de presentarse en ciudades como Madrid y Londres, o de terminar un lunes subiéndose a un escenario de Irlanda frente a un público compuesto por la comunidad latina e irlandeses que hablaban castellano. Esa noche no apeló a nada de eso del castellano neutro, ni ahí. Martín Bossi está en contra de la globalización. “El tema es ser uno mismo, las especificidades. Pero hay algo a favor de la globalización: al espectáculo no lo tuve que tocar nada, fue muy loco”, apunta ahora en uno de los sillones del Metropolitan recordando su gira por Europa, que le permitió al talentoso artista subir jugoso material para su redes sociales apelando, como siempre, al humor.
Según afirma con vehemencia, Bossi Live Comedy habla de recuperar cosas esenciales, que nos han quitado sin darnos cuenta. “Mi teoría es que eso sucede para que estemos solos, porque si estamos solos nos angustiamos y consumimos. Cuando estamos felices, no consumimos. Y cuando digo consumir no hablo de droga, puede ser el celular. El show es una mirada del pasado desafiando al presente. Y eso no se basa en el concepto de que todo pasado es mejor, no. A mí me queda claro que había que cambiar cosas porque algunas estaban mal, pero acá se cambiaron también las que estaban bien”, apunta en una charla sumamente distendida, a la que se entrega con ganas, tratando de cuidar siempre sus afirmaciones.
-Inevitablemente, tu comentario rebota en la realidad, en la noticias de los portales.
-Pero lo que digo estás más allá de nuestro contexto. La guerra estaba mal, pero pasamos de un arco y una flecha a un tipo que aprieta un botón. La mentira estaba mal, ¿pero, qué hicimos? La mediatizamos, que es la posverdad. Algo que vendría a ser como el reggaetón: se repite tanto una frase que terminarás tarareándola. Aclaro que yo no hablo de política, hablo de sentido común. Si no revisamos de dónde venimos, no podemos ir a ningún lado. Si perdemos nuestra identidad, nuestra cultura, no podemos ser libres.
-Más allá de romanticismos y bohemias, el artista en nuestro país siempre ha sido respetado por la gente, se lo ha tomado como referente. Sin embargo, últimamente, pasaron a estar en tela de juicio.
-En verdad, yo veo una agresión del mundo hacia la condición humana: el hombre contra el hombre. ¿Sabés lo que me preocupa? Lo digo como si no estuviéramos haciendo una nota: que hemos perdido la rebeldía; está todo mezclado. El concepto de artista está reemplazado por el de celebrity, que no necesariamente tiene que tener un talento. Pero como al pueblo le han sacado la cultura, ya perdió el poder de discernir entre lo bueno y lo malo. Tenemos lo que nos merecemos.
El ejemplo más claro de su afirmación lo remite a una noche en Mar del Plata, en la que se permitió ir a bailar para aflojar un poco las tensiones que le implicó hacer funciones de martes a domingo. Recuerda que, en su época de joven, la noche cerraba con el hit del verano (y, como si estuviera en plena función, canta los estribillos de aquellas canciones que marcaron distintas épocas). Pero esa trasnoche en Mar de Plata, rodeado de pibes de 20 a 30 años, el hit fue “No hay plata”. “Ver a todo ese piberío celebrando la miseria me dio ganas de vomitar. No podés bailar eso sacándote selfies como si fuera ‘Provócame’, de Chayanne; ¡ni en joda! Tenés que parar al DJ y decirle que hay límites. No es culpa de los pibes, ni ahí. Charly García, en medio del Proceso, cantó ’Canción de Alicia en el país’; nadie sabía lo que estaba diciendo. Existía la metáfora, era rebeldía real. ¿Cuál es la rebeldía de ahora? No la hay. Faltan pelotas, y no hablo de violencia, hablo de tener la firmeza cultural de que lo que vale, vale. No es lo mismo un Juan con un millón de seguidores y que bailó dos coreos en un programa de televisión, que Luis Alberto Spinetta. Hoy todo es lo mismo.
Un acto de resistencia
-En este contexto, ¿qué sentís que aporta tu show?
-Yo soy un provocador provocado. De hecho, este espectáculo es una denuncia a un montón de cuestiones. No es política partidaria, pero es política. Acá se recuperan signos, símbolos, festividades que se han perdido. Mi cuñado se me apareció vestido de monja, todo ensangrentando, festejando Halloween. En ese contexto es cuando viene un movimiento mínimo, llega cualquiera, te cierra un teatro y no hay respuesta porque no hay rebeldía. Lo que hago yo no creo que sea arte, a lo sumo es una reacción, un acto de resistencia.
-Qué paradójico todo. Un acto de resistencia, tomando tus palabras, terminó liderando la temporada de Mar del Plata. En el escenario que vos planteás eso no debería suceder, sería un contrasentido.
-En un mundo feliz, este show sería un fracaso. Yo podría estar vestido de mujer, o travestido haciendo Kinky Boots o ser parte de una comedia como Taxi para que todos se diviertan; pero no. Con humildad lo digo, he aprendido mucho de esta profesión. Aprendí a bailar, a tocar el saxo y el piano, a hacer comedias sin ser un iluminado de Dios. Ayer, voy a contar algo medio fuerte, hablaba con alguien de mi grupo y le decía que me estaba reconciliando con la idea de un final. Yo soy un tipo que ama la vida, que cree en Dios; pero la idea de un final me aterraba, porque esto era una fiesta que me fascinaba. Pero esta fiesta ya no me copa tanto, y cuando me toque ir lo haré con felicidad.
-¿Por qué estando en la cresta de la ola, para utilizar una metáfora trillada, pensás en la idea de un cierre, del final?
-¡No es que quiera terminar con mi vida, ni ahí! Digo que le perdí el miedo al final de la fiesta porque este mundo, y no solo el país, no me representa. Ahora apuntan a Milei, pero antes fueron Alberto, Macri, Menem y ni hablar de los militares, que fueron asesinos al poder. Lo inocente es pensar que un presidente gobierna un país. No, son los CEO de otro poder. El mundo tuvo un ACV y no nos dimos cuenta. Entonces, cuando Dios me proponga pasar a otro plano, no voy a resistirme, porque esta fiesta no me representa. Voy resistir con mucho amor, con arte, con melodías, hasta el día que Dios lo disponga. Soy un showman y es una responsabilidad; que la gente te quiera... Y como es una responsabilidad, todos los shows que haré serán en esta línea de pensamiento.
Una obra “con contenido”
-Venís de hacer una temporada en Mar del Plata, en la que como sucede siempre, hay un ganador, una disputa y todo eso. Pero esta vez, la particularidad es que del otro lado hubo un espectáculo protagonizado por la Primera Dama. ¿Cómo fue eso?
-Es muy difícil hablar de uno, pero este show ya lo han visto 130.000 personas, unas 50.000 en Mar del Plata. La gente elije un espectáculo que habla del amor, una obra con contenido. Del otro lado hubo una propuesta que respeto, de alguien relacionada con la política sencillamente porque está en pareja con el Presidente, cuando ella misma ya había demostrado que no necesita estar ligada a alguien para que le fuera bien. Así y todo, con lo fuerte que es la campaña política, la gente eligió el amor. El boca a boca fue tan fuerte que, cuanto más tiempo la obra estuvo en cartel, se fue corriendo la bola de lo que sucedía en el teatro. Fue natural la curva en cantidad de espectadores que tuvo la obra. Yo he hecho espectáculos de imitaciones, como lo hace Fátima, quien es una excelente imitadora...
-Coincidieron en un programa de Marcelo Tinelli.
- Si, pero fue poco tiempo. Yo me corrí de ahí porque, en tiempos de guerra, jugar a parecerse ya no es alternativa, hay que ser. Viví mucho de la máscara, y a mis 49 años ya no puedo seguir imitando a Messi o a Tina Turner. Para ser recordado debía ser, no “parecerme a”.
-Te pusiste filosófico, casi ontológico...
-Ponele [se ríe].
-En esto que está tan de moda, ¿te aparecieron trolls en medio de la temporada?
-Ni uno.
-Porque la disputa Fátima Florez-Martín Bossi estaba servida para ser presa de la lógica perversa de la grieta...
-No tuve un comentario de odio, creo que es porque mi discurso no va por ahí.
-Pero estamos en un tiempo en el cual Mirtha Legrand expresa su posición ante el posible cierre del Gaumont y le salieron al cruce con dureza, aun desde el gobierno.
-Sí, la mataron. Insisto, la política divide. Y esto no es producto de un trabajo de tres meses, viene desde hace varios años. Algunos fueron inútiles. Otros, inútiles y corruptos. Otros, corruptos, corruptos, corruptos; e inútiles. También hubo honestos e incapaces. Pero mi espectáculo está en contra de toda grieta, por eso no me saltaron los trolls. Yo no quiero que se cierre un cine, un teatro o el Incaa, yo no quiero que cierre nada, que nadie se quede sin trabajo. No estoy para dividir, estoy para unir. No quiero la cultura del odio.
-Y sin embargo, algunos políticos fomentan la cultura de la grieta.
-En nuestro país hubo grandes enfrentamientos entre políticos, pero actualmente la pelea es entre Milei y Lali Espósito, con todo el respeto que me merece ella, que es una maravillosa artista pop, que tampoco es que cante “para el pueblo que lo que es del pueblo”. Se banalizó el enfrentamiento. Es como si Putin se peleara con Guido Zaffora y Alfonsín con Mario Pergolini por La TV ataca. Y ojo que no estoy hablando mal ni de Milei ni de Lali. Hoy es todo brillantina.
- También es cierto que el contexto social y político no es el mismo a cuando Piero cantaba “para el pueblo lo que es el pueblo”, en los años 70 y 80.
-Lo entiendo. Pero el conflicto Lali-Milei puso al descubierto que no somos libres, que no se puede opinar de nada. Pero no es de ahora, es desde hace rato que pensás algo diferente y te atacan. La lapidación ahora es mediática, te cancelan.
-¿Viviste un acto directo o indirecto de cancelación?
-No. No soy políticamente correcto pero sé lo que hay que decir, cuales son los límites. Si todos dijéramos lo que pensamos, habría 45 millones de personas canceladas. No se dice todo, no se puede decir todo. De hecho, en esta nota estoy teniendo mucho cuidado. Gracias a Dios, la gente ha sido muy linda conmigo.
-Te lo habrás ganado.
-Entiendo que sí.
-Por algo toda esa gente que vio tu show en Mar del Plata. Y, ahora, en el Metropolitan después de haber estado 10 años en el Astral.
-Nos mudamos porque, la verdad es esa, nos quedamos sin teatro. El Astral tenía otro proyecto y en el Metropolitan nos abrieron las puertas para esta sala de casi 900 butacas. Estamos en un lugar que nos merecemos.
-Antes de prender el grabador, Alejandro Veroutis, tu histórico agente de prensa, recordaba que en marzo de 2009 Antonio Gasalla te presentó a su público en este mismo teatro.
-Me pasó algo muy loco en relación con eso. Yo recordaba esa escena como algo muy importante de mi vida. Esa noche conocí a Veroutis, personal clave en mi carrera, y recuerdo la ovación que le dieron a Antonio cuando ingresó al escenario. Él agradeció y se metió en su papel de Más respeto que soy tu madre. Esa situación ya me mató. Al terminar la obra anunció que iba a presentar a alguien y dijo cosas de mí que no pienso repetir, por vergüenza. Me hizo parar y me hizo ovacionar por la gente. Me morí. Eso me marcó, pero nunca había podido recordar dónde había sucedido; hasta dudé si no había sido un sueño. Y quedó ahí sin que lo hablara con nadie. Cuando entré acá, fue Veroutis quien me recordó esa noche. Por lo cual, es una sala muy significativa en mi carrera. Mi primer aplauso fue acá y fue gracias a Antonio.
-¿Qué pasó luego de esos aplausos?
-Me fui a cenar con Antonio y con Ale Veroutis. Esa noche, Antonio me confesó que el día que había descubierto que hacía reír empezó a preguntarse de qué quería que se riera esa gente. “¿Vos querés que se rían?”, me preguntó. Y me dijo que lo iba a entender más grande. Yo había empezado haciendo imitaciones, pero imitaciones con historias. Vino una obra, M, el impostor; la segunda fue El impostor apasionado hasta llegar a Bossi Big Bang Show, en la que me puse un smoking y empecé a hablar. Recién ahí empecé a entender a Antonio. En esa línea diría que Bossi Live Comedy no es un espectáculo de humor, aunque la gente se ría todo el tiempo. Es dramático.
-Cuando eras pibe, ¿soñabas con hacer temporada en Mar del Plata o acá, en una gran sala de la avenida Corrientes?
-Sí, lo visualicé de chico. De alguna forma, lo que estoy viviendo siento que ya lo viví, que estoy pasando por lugares en los cuales ya he estado.
-Luego de la temporada en el Metropolitan, ¿cómo sigue tu año?
-Hasta agosto estaré en el Metropolitan, luego haré una gira nacional, luego una recorrida por algunos países limítrofes hasta desembocar en un tour por Estados Unidos que se iniciará en Miami y terminará en Las Vegas. Lo de Las Vegas, no voy a mentir, se lo pedí a mis productores porque quiero que me prueben en esa ciudad, que me hagan actuar en un gran hotel. Ellos te llevan a 600 latinos, te prueban y ahí ven si la cosa pude funcionar. Yo quiero estar ahí, me tengo fe. Es un sueño. No para hacerme el lindo, sino para contar lo que estamos viviendo. Después de Las Vegas, descanso dos meses y me vuelvo a Mar del Plata con un espectáculo nuevo que será la evolución del actual.
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