Marilú Marini, la gran dama de la escena, reflexiona sobre su presente: “Soy muy culo inquieto”
A pocas semanas de volver a Buenos Aires para filmar la primer película como director de Julio Chavez, la exquisita actriz reflexiona sobre la experiencia de trabajar en Francia con el maestro Peter Brook
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La charla anterior con Marilú Marini, esa gran dama de la escena, fue en junio de 2020, en plena etapa de la pandemia en su faceta mas dura tanto en París, en donde reside desde 1975, como en Mar del Plata, ciudad en donde nació. Esa nota llevó como título “Estar adentro físicamente me hizo tener más accesos y menos miedo de enfrentar a mis demonios”. Durante ese tránsito reconocía que se topó con la angustia, pero –reflexionaba– “no siempre es negativa porque, si te animás a hacerlo y saltás, quizá descubrís algo”. El dar con “lo nuevo” es algo constitutivo de esta maga de la escena. Es un camino que viene transitando desde joven, cuando formaba parte de la camada más experimental del Instituto Di Tella, el gran centro de la vanguardia de la década del 70.
Marilú nunca se detuvo, ni aún dentro de la pandemia. De hecho, en esta semana está presentando en la Comédie de Caen, sala normanda que dirige el argentino Marcial di Fonzo Bo, Théorème(s), de Pier Paolo Pasolini. Se trata de una propuesta en el que se repasan sus años de juventud y también se esbozan los contornos de sus “obras futuras”. Dirige Pierre Maillet, el mismo que había montado El día de una soñadora (y otros momentos), espectáculo que Marilú presentó hace unos años en el CCK, donde se ganó la ovación del público.
Luego de aquella presentación, la Comendadora de la Orden de las Artes y las Letras de Francia protagonizó Sagrado bosque de monstruos, con la dirección de Alejandro Tantanian, en el Teatro Nacional Cervantes, y dirigió El escritor fracasado, el texto de Roberto Art que el actor Diego Velázquez acaba de reponer los sábados en Espacio Callejón. La amplia paleta de Marilú le permite ir de Niní Marshall a Copi, de un texto de Ariana Harwicz y otro de Samuel Beckett a Jean Genet con una fidelidad interna y una fluidez en ese andar que la transforman un actriz verdaderamente única. Su propia magia la hace toparse con situaciones extraordinarias. La más reciente de las cuales fue ser convocada por Peter Brook, el director inglés que en 2019 fue distinguido con el Premio Princesa de Asturias de las Artes 2019 por haber sido considerado “el mejor director del siglo XX”, como expresó en aquella oportunidad el jurado.
Es la primera vez que Marini, quien alguna vez trabajó en la versión local de Hair bajo la dirección de su admirado Roberto Villanueva, estuvo bajo la mirada de Brook, figura indiscutible del teatro, creador de puestas como el Marat-Sade de 1964 y la monumental Mahabharata, de nueve horas de duración, que estrenó en 1985, en París. Ambas marcaron un antes y un después en las prácticas escénicas. Este nuevo proyecto, estrenado inicialmente en Francia, se llama Tempest Project.
¿Cómo es trabajar con el maestro Brook? “Debo decir que es muy sencillo trabajar con él. Te orienta hacia la columna vertebral del personaje en cuanto a sus relaciones con los demás y tiene una forma muy íntima de transmitir su pensamiento y su deseo con respecto a lo que tenés que actuar -explica desde su casa parisina-. Yo pienso que para él es muy especial hacer un texto de Shakespeare, porque son los cuentos de su infancia. Imaginate, creo que a los 10 o 12 años armó toda una representación de Rey Lear con marionetas ante sus padres. Es algo impregnado en él pero no de una forma intelectual y estética; te diría que es algo carnal, algo que forma parte de su cuerpo emotivo, de su cuerpo evocador de mundos, de imaginarios. Y eso tan íntimo él te lo transmite con suma organicidad”.
El espectáculo fue forjado durante el confinamiento junto a su inseparable colaboradora Marie-Hélène Estienne. Se trata de una relectura de La tempestad que surgió de un taller de investigación teatral impartido en febrero de 2020 en el teatro de Brook en París, Bouffes du Nord. En la pieza, Marilú hace de Ariel. Cuando la obra se presentó en España, el diario El País señaló: “Sorprende la gran actriz Marilú Marini recreando un Ariel maduro con un saludable histrionismo que otorga al personaje el vuelo escénico y la gracia de Puck”. En esas presentaciones en el Festival Greek, el gran encuentro escénico de Barcelona, el maestro dio una charla con Marilú siempre a su lado. La misma crónica del matutino daba cuenta de ese encuentro en estos términos: “En el escenario, rodeado de actores, Brook habló del valor y del significado de las palabras. Frases de Lear, de Julieta, de Otelo, de Hamlet cobraron, bajo sus sabias explicaciones, toda la carga emocional que el Bardo pone en cada palabra. Culminó la lección con las últimas palabras de Hamlet moribundo: ‘The rest is silence’, el resto es silencio, y en la sala, ese silencio se vivió en trance.”
Desde su casa, con la concentración en cada palabra y con el fino humor que la caracteriza, Marilú se explaya sobre lo que implica trabajar con el maestro. “Peter Brook es una persona que tiene el oído del teatro tan brutalmente desarrollado que lo que te da como respuesta, indicación o corrección es siempre instrumentado, activante. Lo que hace es señalarte los caminos por los cuales podés abrirte, nunca te indica lo que hacés mal. Entonces, claro, vos sos el que está implicado. Él sugiere algo basado en la observación fundamental de la situación porque, vuelvo a lo de antes, su conocimiento sobre el material shakesperiano no es solamente intelectual, es sensitivo. El cerebro dice yo y el cuerpo hace yo. Lo que busca es que el actor esté activo en esa idea. No te sabría decir, conscientemente, cómo lo logra; pero son todas pequeñas indicaciones. Aparte, tiene mucho humor y todo es muy regocijante, sobre todo para los argentinos. Yo siempre pienso que tenemos un humor que es una cruza entre el inglés y el judío, por lo cual, todo me resulta como próximo”.
-Cuando el proyecto de formar parte del elenco de La tempestad tomó cuerpo, ¿qué te pasó, justamente, por el cuerpo?. Digámoslo claramente: no es cosa de todos los días ser dirigida por Peter Brook.
- Fue una alegría enorme, lo sentí como un regalo. Cuando me llegó la propuesta, Marie-Hélène y él me citaron en su casa que, por casualidad de la vida, es cerca de la mía, en el Distrito 1, de París. Fue tomar el té y vernos, presentarnos. Yo te confieso, iba con la alegría de la primer cita (se ríe).
-¿Tuviste temores, estabas nerviosa?
- Temores, no. Sobre todo, estaba conmovida. Yo he visto cosas tan bellas suyas y también es cierto que su libro El espacio vacío nos ha marcado a bastantes de nosotros. Justamente Rodolfo (de Souza), mi marido, estaba releyéndolo y me contaba de la actualidad de ese texto. Sí tenía excitación, ganas como cuando te preparás para una fiesta.
-En este año estás transitando textos de Shakespeare y Fassbinder, es como un festín.
-Permitime que te corrija. Ahora estoy transitando Pasolini, pero no estás nada desconectado porque Fassbinder también está en el aire y de eso hablamos la otra oportunidad. Con Pierre Maillet había hecho la adaptación de tres films de Fassbinder que se iban a presentar en enero, en París, y que no pudimos por el tema de la pandemia; eso pasó para junio de 2022. Ese material ya lo habíamos estrenado y también es de una fuerza maravillosa. Ahora bien...., y me lo hacés pensar dejando de lado lo de Fassbinder, en lo increíble que es tener la suerte de estar en contacto con dos poetas tan potentes como diversos. Son dos polos distintos, pero tan fuertes uno como otro. Con La tempestad uno disfruta de esa teatralidad humana que tienen todas las obras shakesperianas. Y en la carta que leo en la obra de Passolini también está eso, pero desde otra perspectiva en lo que lo social está evocado. Es como si me hiciera vibrar aspectos muy amplios y muy distintos de mi propio imaginario.
-Pero esa paleta en que confluye lo diverso es algo que constituye. Este año, en teatro, estos dos grandes creadores y, en cine, protagonizaste junto a Pepe Soriano la película Nocturna, la noche del hombre grande; y volvés a Buenos Aires para ser actuar en la primer película dirigida por Julio Chávez.
-¿Sabés lo que pasa, Alejandro? Es que una de las cosas constitutivas que tengo es ser curiosa. Me interesa siempre lo distinto, lo nuevo. Hacer lo que uno sabe es aburridísimo.
-Y más a esta altura de la vida...
-Vos callate porque estás hablando, como diría Jorge Luz, con una geronta (se ríe con ganas). Soy consciente de todo el bagaje de lo transitado, pero siempre me excita y me gusta andar por otros caminos con mi pasado transitado y que, por suerte, pude hacerlo. Me atrae siempre poder estar presente en lo que está activo. Aún como espectadora me gusta ver cosas que me enfrenten también a un problema. Y es porque también soy, como diríamos por ahí, un culo inquieto.
De Normandía, en el norte de Francia, volverá a París. Desde allí, a Buenos Aires en donde junto a su marido pasarán las fiestas con ganas de ver a sus seres queridos. La pandemia hizo que rompiera ese vital rito de volver a la ciudad que la vio nacer artísticamente. Luego retomará la gira de la puesta de Peter Brook por el resto de Europa. Claro que, a diferencia de otros años, no tiene un proyecto teatral en puerto aquí. Quizás por eso mismo, ante una consulta, confiesa que muere de ganas de presentar la versión de La tempestad en Buenos Aires en estos tiempos de pospandemia. El deseo, en manos de una maga como es ella, quizás se haga realidad.
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