Mariana Chaud: “Estamos todo el tiempo viendo la vida de los otros y leyendo materiales efímeros”
La directora completa su retrospectiva en el Complejo Teatral de Buenos Aires con un estreno: Pequeña Pamela, una historia de desencuentro amoroso
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Luego de haber vivido en 2021 un año de gran exposición gracias a una retrospectiva de su obra que generó para el Teatro Sarmiento –sala dependiente del Complejo Teatral de Buenos Aires, y dentro del ciclo Artista en Residencia, curado de manera ejemplar por Vivi Tellas–, Mariana Chaud vuelve a la escena pero esta vez con un estreno y en el mismo espacio. Acompañada por actores que conoce mucho –Marcos Ferrante, Santiago Gobernori, Julián Larquier Tellarini, Rosalba Menna, Iride Mockert, Camila Peralta y Lalo Rotavería– la directora, una vez más, se pone a sí misma en tensión, al generar un proyecto que se presenta desde su génesis misma atravesado por el universo de las artes visuales. Así, teatro, tragedia, drama social y amoroso, universo digital y tecnológico y artes visuales parecen armar un combo a través del que el espectador podrá verse y reconocerse, tanto desde la identificación más absoluta en su rutina, como desde el distanciamiento que le impone irremediablemente el dialogo con el universo trágico griego.
LA NACION dialogó con Mariana Chaud para comprender un poco más en profundidad este proyecto en el que su cruce con Nahuel Vecino le permitió expandir un poco su pensamiento y reflexión, fuertemente atravesada por la dinámica de lo escénico. “Cuando hice Jarry, Ubú patagónico, dentro del ciclo Invocaciones –cuenta Chaud–, lo hice muy de cerca de un artista visual y amigo como es Gabriel Baggio. Y entendí perfectamente de qué modo el hecho de ponerte en un diálogo tan profundo con un artista que habita otra disciplina y que piensa el mundo desde ella, pone en tensión tu propia concepción del mundo y te provoca e incita al empleo de otras herramientas para resolver los problemas a los que inevitablemente te expone un trabajo creativo de montaje. Y ahora quería que algo de eso me volviera a suceder. Es así que comencé un trabajo creativo junto a Nahuel para ver de qué modo en una tercera cosa podíamos encontrarnos y reflexionar juntos”.
El trabajo no fue lo que podría pensarse de antemano. El sentido común dice que si un director se asocia con un artista visual, será éste el que tenga estrictamente la tarea de ciertas zonas de lo escénico: la escenografía y el vestuario, o el diseño de luces. Pero no. No es este el caso. Entonces la pregunta se vuelve inevitable: ¿Por dónde pasa el vínculo con este otro artista? Las dinámicas de creación suelen ser tan diversas que pocas veces puede encontrarse una regla. Un artista puesto en cruce con otro artista simplemente puede significar una serie de diálogos en donde uno influye en el otro a la hora de aportar reflexiones e ideas desde su propia especificidad y universo dramático. Cuando un artista visual piensa un mundo y trata de darle forma lo hace desde la propia singularidad de su disciplina, con los límites y potencialidades que ella tiene. Cuando ese “universo” entra en diálogo con otro, que está atravesado por reglas diferentes, ya no veremos ni a una ni a otra disciplina, sino que veremos los modos en los que una estimula, sostiene y expande a la otra. Podría decirse que ahí es precisamente donde la obra de Vecino aparece con fuerza en la de Chaud.
“No se trata necesariamente de que el espectador se va a encontrar con un cuadro de Nahuel, o con un personaje. Más bien lo que verá son el resultado de nuestras conversaciones, y lo verá fundamentalmente a través de ciertas atmósferas, de ciertos estilos en los personajes, de ciertas coloraturas. Lo que hay es un trabajo de apropiación del universo y de conversión de esa poética en algo que inevitablemente será distinto, ya que está atravesado por otro lenguaje. Nosotros lo que hicimos fue reunirnos y conversar mucho acerca de todo lo que me pasaba a mi viendo su obra y comprendiendo su propia singularidad dentro del universo de las artes visuales –comenta la directora–. Y luego con todo eso me dediqué a crear dentro de lo que es mi universo escénico, mi poética teatral. Hay algo en su poética por ejemplo que permite entender mucho lo que se ve en el escenario: el cruce entre el clasicismo y el universo del conurbano, para poder plantear y anclar algo de todo esto en el universo contemporáneo. Pero siempre es interesante ver las resultantes de cuando los artistas se ponen en diálogo con otros artistas, y más aun cuando la estrategia no es yuxtaponer un universo con el otro”.
Este proyecto, que claramente cuenta un drama de desencuentro amoroso, no está atravesado únicamente por los problemas de las disciplinas artísticas involucradas, sino que se ofrece también como un modo de reflexionar sobre algunas de las dinámicas que hoy por hoy afectan a nuestra sociedad, y mucho. Tal es el caso de la presencia de la tecnología y las redes sociales. “Me interesa mucho pensar de qué modo la presencia cotidiana de las redes sociales ha modificado toda nuestra existencia, y no únicamente desde cuestiones superficiales, sino más bien en temáticas profundas como es por ejemplo nuestra relación con el tiempo. Nosotros somos en el tiempo y, sin embargo, nuestra presencia en las redes sociales ha hecho que tengamos conductas más distractivas, que permanentemente estemos en una suerte de deriva que en muchos casos quita profundidad al trabajo –reflexiona Chaud–. Estamos todo el tiempo viendo la vida de los otros, leyendo materiales efímeros e insustanciales, cuando podríamos estar dedicándonos a otro tipo de tareas. Sin embargo parece muy difícil concebir hoy una existencia por fuera de esas dinámicas. Incluso a mi misma no puedo verme sin esa interacción cotidiana. Por un lado claramente tiene cosas muy atractivas, puedo estar en contacto con mis colegas viendo qué están creando y qué están pensando casi en tiempo real, pero también cuando me doy cuenta que mi capacidad de concentración hoy para escribir una obra está tan afectada, debo reconocer que hay algo allí que alterará la obra en sí. Si mi concentración cambia, esas distracciones de algún modo deben verse en el proyecto en sí. Es así que me interesaba que todo esto estuviera. No desde una concepción apocalíptica, pero si al menos como un nivel que afecta a la sociedad. Y a todo eso lo quería atravesar por el universo trágico griego, que desde siempre me fascina y me provoca”.
–¿De qué modo un cuerpo de obras escritas hace 25 siglos puede seguir teniendo diálogo con un mundo que en apariencia es tan diferente?
–Yo siempre digo que todo lo que hacemos hoy parece ser un destilado de lo que los griegos ya escribieron hace tanto tiempo. A mi me parece siempre un universo a indagar, a seguir descubriendo. No lo considero para nada agotado ni en el mundo ni en mi. Sigo pensando en ellos, reflexionando desde ellos, tratando de ver los modos en los que entendían el mundo y las formas en que plasmaban eso en la escena, como para encontrar yo mis propios lugares y reflexiones. Es algo que hago desde hace mucho con amigos. A veces esos proyectos ven la luz y otras veces son simplemente espacios de experimentación que con Marcos Ferrante, Santiago Gobernori y Agustín Rittano venimos trabajando hace tiempo. Constituye una de nuestras instancias formativas. Para mí el reconocimiento del mundo actual, con los cambios abruptos que ha tenido por ejemplo en políticas de género, los modos en los que hoy se piensa en la mujer, es muy importante poder cruzarlo con algunas tragedias griegas, con algunos personajes femeninos tan importantes como puede ser Electra, o cualquier otra. Los griegos están en todo lo que hacemos, ellos ya lo pensaron. Entonces busco tratar de comprenderlos, de seguir comprendiéndolos”.
Fiel a su propia poética, el teatro de Mariana Chaud sabe dialogar muy bien con aquel espectador que tenga ganas de introducirse en todas estas disquisiciones, tratando de indagar los modos en los que los clásicos nos pueden seguir hablando y cómo un universo tan lejano puede verse arbitrado por la presencia de la tecnología en algún lugar del conurbano. Pero para aquel al que simplemente le interesa que el teatro le cuente una historia, vehiculizada por potentes actuaciones que puedan construir un universo ficcional rotundo, también encontrará lo suyo. Porque en definitiva Pequeña Pamela no es ni más ni menos que una historia de un desencuentro amoroso en el que alguien ama a alguien que a su vez ama a otra. Así, en esa deriva, la humanidad también parece verse reflejada: una cadena infinita de amores y desamores que saben construir, de tanto en tanto, su propia tragedia.
Para agendar
Pequeña Pamela
Teatro Sarmiento, Av. Sarmiento 2715
Funciones de jueves a domingo, 20 hs.
Precio: $1050 (jueves $550)
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