Márgara Alonso, gran actriz y de bajo perfil
Sin sepelio, sus restos fueron cremados
La prestigiosa actriz argentina Márgara Alonso falleció el miércoles pasado y sus restos fueron cremados sin que mediara ceremonia fúnebre alguna por propia decisión, revelaron fuentes de su familia, aunque sin abundar en detalles, consignó la agencia Télam.
Alonso estuvo siempre alejada de los fulgores de la farándula, más involucrada en una actividad artística severa y responsable, que comenzó cuando se recibió de profesora de declamación en el antiguo Conservatorio Nacional, a principios de los años 40.
Su debut en las tablas ocurrió en 1948, con "La importancia de llamarse Ernesto", de Oscar Wilde, que la actriz alguna vez recordó con humor a la misma agencia: "Era la época en que con 18 años hacíamos personajes de 60, usando pelucas de algodón". Hizo la misma obra y el mismo personaje, en 1977, en el Cervantes, dirigida por Rodolfo Graziano.
Décadas antes, había participado de los tiempos heroicos del teatro independiente porteño, junto a personajes como Pedro Escudero, Paquita Vehil y Pedro Asquini, en paralelo con su temprana labor docente. Es recordada por muchos su labor en "Azouk", de Alexandre Rivemale, en 1955.
A fines de los años 50, y como reflejo de las costumbres de entonces, Alonso privilegió la crianza de su hija y comenzó un difícil paréntesis de veinte años en el que hasta la proximidad de una sala teatral le resultaba dolorosa.
Esa ausencia era paliada con intervenciones en el radioteatro, aún en auge a pesar de la presencia de una televisión en crecimiento. "Antígona Vélez", de Leopoldo Marechal, fue el título que marcó el regreso de Márgara a las tablas, en 1974, dirigida por Santángelo, en el San Martín, teatro del que formó parte de su elenco estable.
Entre los títulos que marcaron su carrera se cuentan "La nona", de Roberto Cossa; "Un trabajo fabuloso", de Ricardo Halac, y versiones de "Martín Fierro", "Edipo rey" y "El sombrero de paja de Italia", en su versión musical realizada en el Cervantes.
Alonso estaba orgullosa de su desenvolvimiento en "Ya nadie recuerda a Fréderic Chopin". "Fue el trabajo actoral más completo que hice; improvisamos durante un año con Rubens Correa y, sobre ese material, Tito Cossa elaboró el texto", dijo alguna vez a la agencia Télam. "La integración con directores tan diferentes como Laura Yusem, Correa o David Amitín no me costó esfuerzo; cuando un proyecto me entusiasma me pliego sin condiciones, siempre que no me violente confío en el director y me sumo al juego", comentó en 1993.
También tuvo trabajos destacados en "La oca", de Carlos Pais, en el ciclo Teatro Abierto de 1981; en "Stéfano", de Armando Discépolo, en el San Martín, en 1986; en "Las d enfrente", en 1991, en el Presidente Alvear; en "Tenesy", de Jorge Leyes, en el Cervantes, en 1998; en "A propósito de la duda", del Teatro por la Identidad, en 2000, y en "Hombre y superhombre", de Bernard Shaw, en el San Martín, en 2001.
También cine y TV
El cine y la TV la convocaron tarde, a pesar de sus reconocidas virtudes como actriz de soporte. Debutó con "El arreglo", de Fernando Ayala, en 1983, el mismo año en que se lució en "Los enemigos", de Eduardo Calcagno. Asimismo, trabajó en "Flores robadas en los jardines de Quilmes", "Los amores de Laurita", "Flop", "Yo, la peor de todas", "De amor y de sombra", "Angel, la diva y yo" y encarnó a una entrañable monja en "Cautiva", así como protagonizó "Cien años de perdón", de José Glusman.
En televisión trabajó en "Cartas de amor en casete", "Archivo negro", "La mujer del presidente", "Muñeca brava", "Los simuladores" y "Campeones", entre otros programas.
Alonso se jactaba de hacer "un papel de seis bocadillos con la misma intensidad y responsabilidad que un protagónico" y adhería a que "en el teatro la integración del grupo es esencial, tanto en la idea que se tiene del teatro y la actitud de vida hacia él". Ideas a las que fue fiel hasta el fin de sus días.
Donde sea que esté, habrá entrado como una diva adorada, llevada en andas por muchos bailarines, en medio de un fuerte aplauso, como cuando hizo aquella versión musical de "Las d enfrente", en la que el público del Presidente Alvear la aplaudía de pie.