El universo de este gran referente teatral
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Hace ya varios años que Marcelo Savignone viene trabajando y pensando al teatro desde ciertas líneas fundadoras muy vinculadas con la filosofía. Es un muy buen modo de darle sustento a algunas decisiones artísticas a partir de la vinculación con los pensamientos que movilizan las acciones y que repercuten en decisiones estéticas concretas. Las vivencias y las experiencias que fue teniendo lo llevaron a asociarse a ciertos artistas para tratar de comprender, de un modo profundo, cómo las pasiones humanas generan discursos y acciones. “Yo venía indagando tanto en mis producciones como en mi trabajo más pedagógico con la teatralidad en torno a Chéjov y a Shakespeare -cuenta Savignone en diálogo con LA NACION-. Pero fue precisamente a través de la muerte de mi padre que eso se radicalizó con reflexiones en torno a la muerte y la crueldad que la rodea: el negocio de la muerte. Esas reflexiones dieron como resultado Cruel, un trabajo sobre la maldad. Por esa pérdida que estaba sufriendo estaba muy desencantado de la especie humana. Y mientras estaba realizando ese trabajo de investigación apareció en mí nuevamente el pensamiento de Baruch Spinoza, con su perspectiva tan particular. Uno podría pensar que la filosofía es un buen modo de preparación para la muerte. Pero lo que Spinoza se propone pensar es la vida. Surgen preguntas a través de él acerca de cómo puede ser que una religión que plantea el amor, la paz, sea una religión que nos prepara tanto para la guerra”.
-A priori podría decirse que la filosofía se centra en la cabeza más que en el cuerpo. Y tu teatro tiene una “fisicalidad” importante. ¿Cómo se da este cruce?
-Entiendo perfectamente que genere cierta perplejidad este cruce por el modo discursivo que tiene la filosofía para expresarse. Y con Spinoza no estamos en la excepción, ya que es pleno siglo XVII y es un pensador racionalista. Pero me parece interesante que pensemos el modo en el que la filosofía pensó el cuerpo. Descartes lo que hacía era separar el cuerpo del alma, de manera absoluta. Hay una sospecha de que en el cuerpo se produce el engaño, desde Platón con el cuerpo entendido como una prisión, o ya en Descartes con cómo los sentidos nos engañan. En cambio Spinoza lo que hace, y es lo que me allana mucho el trabajo, es que sostiene que hay una única sustancia con infinitos atributos de los cuales solo conocemos dos, con un modo de expresión que son el cuerpo y el alma; pero para él ambos son una misma cosa. Ahí se me aclaró el pensamiento de Spinoza en relación con la práctica teatral. Esa fragmentación que habitualmente vivimos para él es una única cosa, casi como un pensamiento oriental guiado por un monismo. Spinoza juntó lo que en la filosofía estaba claramente separado, sin dejar de ser un racionalista. Ese sería un modo específico de responder la pregunta. Pero no sería el único. Mirar la historia del teatro es también un modo de pensar la historia de la filosofía, ambas están profundamente vinculadas. Te doy un ejemplo para ser más claro y es con el tema de las pasiones y cómo pensar al hombre allí para comprender, por ejemplo, el universo shakespeareano. En Homero el destino estaba prefijado. Sófocles plantea ya la noción de culpa y esto es importante porque culpa hay, entonces, cuando hay libertad; y Shakespeare, que es tributario más de Séneca que de Sófocles, plantea que son nuestras acciones las que determinan nuestro destino. Él se encarga de construir pasiones alimentadas por la ficción de la sociedad. Hay allí un muy buen ejemplo de cómo el pensamiento nutre la acción dramática. Pero hay otros modos. Es casi imposible pensar el teatro de Beckett sin remitirse al budismo Zen y al pensamiento de Arthur Schopenhauer, o lo mismo con Antonin Artaud o con el mismísimo Borges. Desde mi modo de ver la práctica teatral, o la artística en general, habita históricamente en conceptos muy complejos pero hace agua muchas veces porque le falta solidez. Yo necesité alimentar con esa solidez de conceptos mi propia práctica teatral.
-El sistema teatral argentino no es tan conceptual como todo lo que estás planteando. ¿De dónde proviene en vos toda esta inquietud?
-Yo vengo de la medicina. Soy hijo de médico y comencé medicina porque era algo así como la única opción. Pero en tercer año me di cuenta que necesitaba algo más y algo diferente. Me quedó una carga en el cuerpo de la necesidad de estudiar. Me fui para musicoterapia pero tampoco era por ahí. Y luego profundicé en el teatro. Pero con el tiempo apareció la filosofía y empecé a sentir que necesitaba formación en ese universo y es así que ingresé en la carrera de Filosofía, de la que actualmente soy estudiante. Yo era un autodidacta pero empecé a necesitar testear qué es lo que estaba entendiendo de estos pensadores. Y la pandemia ayudó mucho para que estudie más profundamente porque me dio el tiempo para profundizar lo que estoy buscando en el teatro.
-Cuerpo tuvo su comienzo en el mundo prepandémico. Ahora lo estrenás en un mundo que no es el mismo, y más aún para un espectáculo que trabaja sobre el cuerpo, siendo el cuerpo el centro de la existencia de 2020. ¿Cómo vivís la relación de este espectáculo con este nuevo mundo? ¿Lo modifica la pandemia? ¿Se lee otra cosa?
-Más allá de todas las cuestiones que han sucedido, a la obra la potenció de una manera extraordinaria. Spinoza habla del apetito, de la necesidad de desear. Si el deseo con Lacan crece en la medida de la ausencia, en Spinoza el deseo es el apetito consciente poniéndolo así en un muy buen lugar para la creación. Si esta pandemia hizo algo fue hacernos ver que se nos puede volar de un segundo al otro, y que por ende la pregunta sobre el deseo de un modo profundo es vital. La obra crece con un contenido y una vitalidad impresionante, porque también es un cuestionamiento sobre la libertad, y ese fue otro tema que nos atravesó muy radicalmente. Pero lejos de toda reflexión, debo decirte que el ritual sobre la presencialidad fue increíble, más allá de la distancia y del tapabocas. Y a pesar de todo eso pareciera que el tiempo no hubiera transcurrido, que sucede lo que siempre sucedió. Eso lo sentí en el aplauso final después del estreno. Fue un modo maravilloso de ratificar las ganas de hacer y de ver teatro o, para decirlo en términos de Spinoza, ese apetito por el teatro.
Para agendar
Miércoles 3 de febrero, a las 20 y a las 21.30 (con posibilidades de continuidad gracias al éxito de público).
Patio del Aljibe, Centro Cultural Recoleta (al aire libre), Junín 1930. Gratis.