Marcelo Allasino, un precursor
Creó la sala La Máscara, que pudo adquirir con el respaldo de la comunidad
RAFAELA.- Calle Constitución, al 200. Desde afuera podría ser una galpón más de esta ciudad santafecina (aunque no tanto porque hay datos que hacen sospechar que adentro sucede otra cosa). Pero con apenas recorrer el lugar cualquier porteño podrá sentirse que está en un espacio de una zona bien cool de Buenos Aires. Y luego de visitar todos sus recovecos hasta se podría afirmar que ni Buenos Aires, esa ciudad que parece ser parámetro de todo, cuenta con una sala independiente del tamaño, las características técnicas y el ambiente que tiene ésta. No es para quedar bien con los de acá, nada de eso. Es, simplemente, así. El galpón convertido en sala se llama Centro Cultural La Máscara y es un emprendimiento de Marcelo Allasino, un talentoso director rafaelino de 35 años que hace tiempo pasó por la puerta de este lugar abandonado y se dijo: "Esto es mío". Y desde 1997 fue suyo, de su grupos Punto T y La Máscara, y del público.
Todo venía bien, pero el año pasado la cosa se complicó porque el dueño del lugar quería venderlo. En ese momento dos cosas quedaron en claro: que ni Marcelo ni el grupo querían desprenderse del sitio y que, de buenas a primeras, había que juntar plata. Y como en todos estos años sembraron, les había llegado la hora de la cosecha. Así fue que artistas de Rosario, Santa Fe y Buenos Aires hicieron funciones y lo recaudado vino a parar acá. Alguna gente que pasaba por la puerta dejaba plata en una alcancía que el grupo había puesto en la calle. Y como en un buen cuento con final feliz, no todo son pálidas: en diciembre del año último firmaron la escritura y la ex fraccionadora de vinos se afirmó como espacio artístico. "Primero tuvimos un apoyo importante del Instituto Nacional del Teatro, que nos dio un subsidio de 30 mil pesos para colaborar con la compra. En esa primera movida no quisimos pedirle un peso ni a la provincia ni a la municipalidad porque primero quisimos contar con la adhesión de la gente, de las empresas y de los medios. Como todo eso se fue dando, ahora vamos a salir a buscar apoyo oficial. Lo cierto es que aquí estamos", dice Marcelo sentado en uno de los sillones que está próximo al bar, bar que está próximo a una sala de exposiciones que está justo arriba de unos confortables camarines, camarines que están a pocos pasos de una sala polifuncional con capacidad de hasta 160 personas. Como es natural, La Máscara es una de las sedes obligadas de la Fiesta Nacional del Teatro, que se está realizando aquí con una increíble respuesta de público.
Fuera de los espectáculos que se presentan en el marco del encuentro escénico, en la sala de Marcelo Allasino se realizan tres encuentros anuales: un ciclo de teatro independiente, uno de café concert y otro de danza. "Además de estos tres acontecimientos, al cual convocamos a artistas de otras ciudades, la sala tiene una programación que se sostiene con lo que hace el grupo y con producciones de la zona o de Buenos Aires", apunta. Para sostener económicamente el lugar cuenta con unos 200 asociados que pagan 2 pesos por mes y unos 50 asociados protectores que ponen 100 pesos a lo largo del año. Alguien del grupo todos los meses cobra la famosa cuota casi simbólica que les permite tener a los asociados descuentos en los espectáculos.
"Se siente mucho el respaldo de la gente, por eso no me llama la atención la increíble respuesta que está teniendo la Fiesta Nacional del Teatro. Es algo que percibíamos y que nos propusimos estimular en todos estos años", dice Marcelo, que también está trabajando en la organización de este encuentro escénico que organiza el Instituto Nacional del Teatro con apoyo local. Si a la fiesta están concurriendo desde matrimonios hasta gente joven, esa heterogeneidad es la que normalmente concurre a La Máscara. Claro que en comparación con la media porteña, un espectáculo aquí no hace muchas funciones. De todos modos, con "La brusarola", la obra que Allasino presentó en Buenos Aires el año pasado, llegó a convocar a unas 2000 personas. O sea, todo un boom para una ciudad de 90 mil habitantes. "Es el momento el teatro", se ríe él, que, de alguna manera, es uno de los responsables de que la fiesta se esté desarrollando acá, en medio de esta ciudad agropecuaria y de una fuerte industria.
¿Irse o quedarse? Quedarse
En estos días festivaleros, de Rosario se presentó el espectáculo "Hasta la exageración", un interesante montaje de la directora Romina Mazzari Arro. Ella también es rafaelina, pero por diversos motivos necesitó buscar nuevos horizontes.
-Vos sos la contracara.
-Creo que en el fondo tiene que ver con necesidades personales. Yo me siento cómodo viviendo en Rafaela. Con Romina creamos Punto T en 1989, ella partió, pero yo sentí que la ciudad me daba el marco para desarrollarme artísticamente. Nunca sentí ni el límite ni el techo de Rafaela. Estoy conforme con mi decisión. Rafaela es una ciudad pequeña que me permite producir muy tranquilo. Yo siento que acá están dadas las condiciones para cruzarte con gente copada y, desde aquí, poder proyectarnos. Pero es todo muy personal...
Decididamente las luces del centro de Buenos Aires no lo encandilan. Decididamente prefiere los bulevares rafaelinos. Acá plantó una bandera llamada Punto T y el grupo La Máscara, su otro colectivo teatral que anteayer presentó en la muestra paralela "Lo mismo que el café". Acá Allasino tiene una sala que es un verdadero lujito para la ciudad.