Con muchos artistas de regreso del exilio, una efervescente La Feliz recibía hace 40 años a Charly García y Leonardo Favio, mientras que la policía incautaba hasta el sombrero con el que se cubría Adrián Ghío en Doña Flor y sus dos maridos
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En estos tiempos de cambio de gobierno en el que todo parece ser un antes y un después, hacer el ejercicio de imaginar cómo se gestó y concretó la primera temporada de teatro en democracia de Mar del Plata, hace 40 años, puede ponerlo en perspectiva. Aquel verano en La Feliz tuvo todos los condimentos de la época: el retorno de varios artistas consagrados de sus respectivos exilios (es el caso del director David Stivel y del cantante Alfredo Zitarrosa), una foto promocional de un desnudo artístico de Leonor Benedetto y Arnaldo André por la cual casi terminan presos o la presentación de una versión teatral de Doña Flor y sus dos maridos debido a la cual, denuncia de por medio, meses antes la policía había secuestrado hasta el famoso sombrero con el cual Adrián Ghío cubría su cuerpo desnudo mientras saludaba al público.
En esos días de verano tras la llamada “primavera alfonsinista” el cine censurado durante el gobierno militar se tomaba revancha y clásicos de clásicos llegaban, por fin, a las sala en sus versiones originales. Como frutilla del postre, Charly García presentó en Mar del Plata el disco Clics modernos y buena parte de los músicos más relevantes de aquel tiempo (y de todos los tiempos) incluyeron en su hoja de ruta a la ciudad atlántica.
Volver a empezar
Aquella temporada teatral verdaderamente bisagra estuvo compuesta por unos 30 títulos. Algunos de ellos se presentaron en salas que ya no existen. Hace algunas semanas, el productor Carlos Rottemberg anunció la temporada de Mar del Plata 2023/24 en sus teatros y recordó cómo fue aquella de hace 40 años. “Fue un cambio de paradigma. Recordemos que veníamos del atentado al teatro Picadero en el marco de Teatro Abierto, de artistas censurados que habían partido al exilio, de amenazas. De hecho, años antes, yo había inaugurado en plena dictadura una sala en Pinamar en donde programé espectáculos con Mercedes Sosa, China Zorilla, Marikena Monti, Edda Díaz y Luis Brandoni, con una propuesta casi musical. Primero, no me habilitaron la sala por un tema menor hasta que luego sí pudimos hacer algunas funciones. En aquel momento yo vivía con mis viejos en un departamento de Buenos Aires. Una noche apareció bajo las puertas de cada vecino un volante con una amenaza. Como reconocí en mi libro No hay más localidades, esa vez el miedo fue más fuerte que el bordereaux y cerré el teatro”, recuerda en diálogo con LA NACION.
El tono del volante en cuestión no apeló a ninguna metáfora. El autor de esa carta trató a esas propuestas artísticas como obras que “apología al marxismo”. Y para dejar en claro su postura advertía que de continuar el joven Rottemberg programando a esos artistas “procederemos a volarle el departamento como primera medida”.
El vuelta del exilio del Beatle del teatro y la televisión
En la presentación de los títulos que imaginó para este verano en sus salas de Mar del Plata (Lido, Neptuno, América, Atlas, Bristol y Mar del Plata), Rottemberg recordó con especial emoción cuando hace cuatro décadas convocó al gran David Stivel para dirigir en esa ciudad la obra Papi, de Carlos Gorostiza, que contaba con las actuaciones de Luis Brandoni, Marta Bianchi, Julio De Grazia y un joven Darío Grandinetti (ese mismo año filmó junto a Brandoni la película Darse cuenta, de Santiago Doria, otra de las marcas de la época). Stivel fue el creador de un verdadero hito en la historia de la TV, Cosa juzgada (1969-1971) que protagonizaron Norma Aleandro, Federico Luppi, Juan Carlos Gené, Bárbara Mujica, Marilina Ross y Emilio Alfaro.
Stivel fue, como muchos lo consideraron, una especie de Beatle, un verdadero renovador de las fórmulas establecidas. Volvió de Colombia, país en el que se había exiliado. En la costa se hizo cargo de un texto de una figura clave de la dramaturgia argentina que, en ese momento, era el secretario de Cultura de Alfonsín. Según los registros de la época, Papi fue vista por unas 45.000 personas y era común que para las dos funciones diarias se llenara la sala de 700 butacas.
Para la reciente presentación de la temporada, el productor invitó a Andrea Stivel, hija del recordado creador y actual responsable de la sala Astros, de Buenos Aires. En conversación con LA NACION, recuerda que para aquel lejano 1984 tenía unos 20 años. “Mi viejo formó parte del grupo de gente de la cultura y de científicos invitados por Alfonsín a volver a la Argentina. En ese contexto es que volvió. Todo lo que giró alrededor de Papi lo recuerdo como una felicidad enorme. Fue como una fiesta: Mar del Plata, el elenco, el texto de Gorostiza que es de una profundidad enorme y de muchísimo humor. Mi viejo le había dado a la puesta un giro absolutamente novedoso gracias la escenografía de Héctor Calmet, creo era algo muy vanguardista para ese momento. Aquella temporada estuvo llena de reuniones sociales, de asados, de encuentros en tono de festejo. Pero también me viene a la mente cierto dolor y melancolía de mi viejo por todo lo que había pasado. Luego del exilio su relación con la Argentina siempre estuvo teñida de cierta tristeza”. Stivel murió en Colombia, en 1992.
Rottemberg, quien festeja esta temporada sus 50 años en actividad, ya venía programando obras apartadas del supuesto manual de estilo para el teatro en Mar del Plata, que prescribe mayormente comedias livianas. Ya había presentado obras de Ricardo Halac y de Tito Cossa y pocos años después de Papi metió un verdadero golazo: Made in Lanús, con Luis Brandoni, Martha Bianchi, Leonor Manso y Patricio Contreras. Como si fuera una cita a aquella convulsionada temporada de hace 40 años, el mismo texto de Nelly Fernández Tiscornia tendrá ahora una nueva versión en una sala suya de Buenos Aires, protagonizada por Cecilia Dopazo, Malena Solda, Alberto Ajaka y Esteban Meloni con dirección de Brandoni, quien hace 40 años era el asesor de Gorostiza.
Doña Flor, dos maridos y el misterio de un sombrero
Doña Flor y sus dos maridos fue otro de los títulos que se presentaron durante aquella temporada. La recordada historia de Jorge Amado que, en cine, había protagonizado Sonia Braga –quien estuvo en Mar del Plata en la temporada de 1999–. Ya había tenido su versión teatral en el Metropolitan de Buenos Aires un año antes de recalar en La Feliz. La protagonizaban Ana María Cores, como Doña Flor; Adrián Ghío, como el sujeto de sus fantasías, y Villanueva Cose, como el medido farmacéutico. Dirigido por José María Paolantonio, para el momento de su estreno la crítica dijo de todo: desde que se trataba de una “deslumbrante versión teatral” hasta “una explosión de alegría de vivir y gran destape” pasando por “grosera sin ser erótica”. La foto del desaparecido Adrián Ghío en la que se paseaba por la platea desnudo tapando “sus partes” con un sombrero, apareció en todos los medios muchos antes la existencia de las redes sociales. Por entonces aún no había comenzado la democracia.
Primero, se suspendieron algunas funciones porque había matafuegos en la sala que, dijeron, estaban vencidos. Luego vino una nueva suspensión porque alguien puso el grito en el cielo por la presencia de velas en el escenario. En la quinta semana, como narraba una crónica de LA NACION, Paolantonio y el elenco completo fueron procesados por infracción al artículo 123 del Código Penal “que reprime con prisión de dos meses a dos años al que diera espectáculos obscenos”. Como consecuencia, se allanó el teatro Metropolitan y se secuestraron varios elementos de utilería. Entre ellos, claro, el famoso sombrero del personaje de Ghío, con el argumento de tratarse de una “representación obscena”. Doña Flor con sus dos maridos tuvo que hacer las valijas hacia La Feliz.
En diciembre de 1983, como señala otra crónica de este diario, la producción consiguió que en La Plata se levantara la prohibición. A aquella versión la vio el autor de la novela, Jorge Amado. Cuentan que el famoso escritor fue quien le avisó a Raúl Alfonsín que, en plena democracia, Doña Flor y sus dos maridos seguía prohibida. La medida se levantó y fue así como llegó al teatro Odeón –actualmente demolido– de Mar del Plata con Mirta Busnelli como la sensual mujer que se convirtió en símbolo de una época. Contaba el mismo José María Paolantonio en 2006 que nadie supo jamás en qué armario de la Policía Federal o de alguna fiscalía se perdió el bendito sombrero de Vadinho, que oficiaba de “prueba” de que la puesta ofendía la moral.
Como signo del cambio de época, el espectáculo se presentó en La Feliz sin problemas. Todo eso sucedía mientras el gobierno de Alfonsín derogaba la ley de 1969 que dio origen al temido Ente de Calificación Cinematográfico que permitió, como describe una nota del diario La Capital firmada por Gustavo Visciarelli, que una película como Casanovas, de Federico Fellini, se exhibiera en el Ambassador.
El desnudo artístico que terminó en un juzgado
Carlos Rottemberg deja en claro que la llegada de la democracia no fue abrupta y tuvo sus idas y vueltas, su propio territorio de tensiones. Al productor se le ocurrió promocionar la obra Segundo tiempo con una foto que le causó infinidad de problemas. El texto de Ricardo Halac era protagonizado por Leonor Benedetto y Arnaldo André. Completaba el elenco Chela Ruiz. Benedetto venía de protagonizar la telenovela Rosa de lejos, un verdadero éxito de audiencia. Arnaldo André llegaba a Mar del Plata luego el boom televisivo de Amor gitano. Al talentoso productor teatral se le ocurrió pedirle al fotógrafo Gianni Mestichelli que tomara una imagen de ellos desnudos, algo que era fiel a lo que sucedía en la escena, para ponerla en la marquesina. “Pero no se mostraba nada, era un desnudo artístico”, sostuvo en la presentación de la temporada. De hecho, entre risas, la misma Benedetto aseguró en esa reunión que se trataba de una imagen “sumamente cuidada”.
Lo concreto es que el desnudo “artístico y cuidado” indignó a un abogado transeúnte que se sintió ofendido. Inició una demanda, mandó una sucesión de cartas documento, y le dio más de un dolor de cabeza al productor. “Casi terminamos presos -admite Rottemberg-. Nunca imaginamos que íbamos a terminar en un juzgado por esa foto. Porque no fue por el texto de Halac y tampoco por Leonor Benedetto o Arnaldo André, que no habían sido prohibidos durante la dictadura. Tampoco por un desnudo en sí mismo. Yo venía de programar La lección de anatomía en el Tabaris, en donde están todos desnudos, y no había tenido problemas. Por suerte salimos absueltos”.
Arnaldo André, el galán de tantos éxitos en Mar del Plata y figura clave de innumerables telenovelas, aporta su recuerdo. “La foto en cuestión es, en verdad, una obra artística de la cual tengo una copia en mi dormitorio -admite en diálogo con LA NACION-. La imagen remitía a una escena inicial de la obra en la que el personaje de Leonor y el mío, luego escuchar el ruido de una ducha, aparecíamos los dos en una cama abrazados. Estábamos desnudos, pero no se veía nada. Pero vino la denuncia, el teatro tuvo que sacar la foto y nosotros ir a Tribunales. Todo muy raro. Y extrañamente, nos llamó mucho la atención que el hecho no tuvo tanta repercusión en los medios. Haciendo esa temporada en Mar del Plata fue me llamó el productor Raúl Lecouna para hacer Amo y señor, con Luisa Kuliok. Esa telenovela también fue un quiebre en relación con la dictadura porque mostraba, por ejemplo, a chicas en minifalda bailando arriba de una barra de un bar, algo que hubiera sido imposible meses antes”. Cuarenta años después, Benedetto, una de las protagonistas de esa foto, volverá a una de las salas de Rottemberg como parte del elenco de Perdida mente, de José María Muscari.
De Charly García a Leonardo Favio en un tiempo bisagra
Como destaca el artículo del diario La Capital, la presencia de estos títulos teatrales en la cartelera marplatense vino acompañada por un aluvión de propuestas musicales. El sábado 14 de enero, Charly García presentó su disco Clics modernos en el desaparecido estadio General San Martín junto a Fito Páez en teclado y Fabiana Cantilo en coros. Temas como “Nos siguen pegando abajo”, “No me dejan salir” y “Los dinosaurios” se convirtieron en banda sonora de aquel verano (y de tantos, tantísimos otros duros inviernos). Fue tal la repercusión en el tiempo de ese disco que desde este año una esquina de Nueva York lleva el nombre de Charly en donde el fotógrafo Uberto Sagramoso lo retrató para la tapa.
La cosa no quedó en aquel concierto. En el Radio City, aquel verano, se presentaron el Cuarteto Zupay, Jaime Torres, Víctor Heredia, Juan Carlos Baglietto, Celeste Carballo, Rubén Rada, La Torre, Oveja Negra y otro artista que regresaba del exilio: el uruguayo Alfredo Zitarrosa. En el Ópera estuvieron Alejandro Lerner, Pedro y Pablo y un Luis Miguel con apenas 13 años y un futuro prometedor. Mientras tanto, en El Tronador, estuvieron Los Twist, la banda que lideraba Pipo Cipolatti, quien también se presentaba en la Frisco Bay, cuyo DJ era Amado Boudou, futuro vicepresidente. En el teatro Diagonal, Virus presentó su último disco.
Por su parte, en aquella temporada de 1984 Leonardo Favio presentó un nuevo álbum que incluía la canción “Madres de Mayo”. Al mismo escenario subió Piero cantando aquello de “Para el pueblo lo que es del pueblo, porque el pueblo se lo ganó”. Esas dos presentaciones sucedieron en el mismo complejo en el cual la imitadora y primera dama Fátima Flórez dará inicio esta semana a la temporada teatral, a 40 años aquella que marcó verdaderamente un antes y un después en la vida (y en el espectáculo en vivo) de nuestro país.
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