Alejado de la TV, este lunes estrena como director una obra que rescata la figura de Camille Claudel, escultora francesa feminista que fue internada en un manicomio durante décadas, en el siglo XIX
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El actor y director Manuel Callau posee 50 años de trayectoria. Desarrolló una amplia carrera en teatro, cine y televisión y si bien está algo distanciado del medio artístico local sigue participando de proyectos que lo movilizan y que narra con mucho entusiasmo. Su actividad profesional en los últimos tiempos está muy ligada a la docencia. Su escuela, El descubridor, es una cooperativa que lleva a cabo un proyecto pedagógico y de gestión y que, en algunas oportunidades, se relaciona con otras cooperativas con la intención de ampliar su campo de actividad.
Es así que mañana, bajo su dirección, estrenará Camille, la maldita, de Hugo Barcia. Es un unipersonal que tiene como protagonista a Zuleika Esnal y se estrenará en El Tinglado.
La historia de la gestación de esta propuesta resulta verdaderamente atractiva. El descubridor posee acuerdos con otras cooperativas. Entre ellas Radio Gráfica, que funciona en una empresa gráfica recuperada que, entre otras cosas, posee una radio, un jardín maternal y una escuela secundaria. En tanto radio forma parte de FARCO, Foro Argentino de Radios Comunitarias que nuclea a 80 emisoras cooperativas de todo el país. En 2020 un grupo de actores (entre los que estaban Arturo Bonín, Ingrid Pelicori, Alejo Ortiz, Nacho Iambrich) encabezado por Callau, decidió realizar un radioteatro cuya autoría coordinaba Patricia Zangaro. La compañía, así se llamaba el grupo, decidió trabajar problemáticas ligadas al medio ambiente. Con la llegada de la pandemia la tarea se complejizó y a la vez amplió su campo de acción.
Los intérpretes debieron grabar sus parlamentos en sus casas y luego ellos eran ensamblados por un equipo técnico. El programa se difundía en las provincias, se tocaban entonces problemáticas locales y se invitaba a actores de cada región a participar de los diferentes capítulos.
El éxito de la experiencia hizo que Mario Sadras, presidente de Radio Gráfica le acercara a Callau un proyecto teatral. Así fue tomando forma la puesta de Camille, la maldita. La historia de esta escultora francesa, muy denostada en su tiempo por su pensamiento feminista que la condujo a ser descalificada por su propia familia, internada en un manicomio durante décadas y a su muerte enterrada en una fosa común.
“Considero que la lucha de la mujer –explica el actor y director– es vanguardista en relación al mundo deseado. Yo provengo de la década del 70, en la cual había una idea de construcción distinta a la que hoy vivimos. Siempre digo que teníamos razón pero estábamos equivocados. Hoy ese mundo deseado aparece en un sector de la humanidad que es el que lideran las mujeres y que va a conducir a un proceso de transformación. Porque el machismo está íntimamente ligado a las reglas de juego de este sistema. Y enfrentar al machismo es enfrentar a las reglas de juego que hacen que exista hambre, miseria, destrucción del planeta, etcétera, etcétera... Entonces desde este lugar reconozco en el texto y en la lucha de Camille Claudel un punto fundamental de este proceso que nos llega hasta hoy y cuyos cambios siguen teniendo vigencia”.
A Manuel Callau le gusta pensar en términos del camino que la mujer ha recorrido en su derrotero por encontrar un lugar que la valorice. “Ese choque entre lo que vivió aquella mujer en aquel momento – dice- y el proceso que viene dando la lucha de la mujer es lo que más me impresionó para decir: creo que esta obra expresa lo que me pasa y es bueno que la gente vea que estas luchas no vienen de la nada, llevan muchos años, Camille era de mediados del siglo XIX.”
Creador en su momento de la Escuela de Teatro de Buenos Aires junto a Raúl Serrano, Callau sostiene que el camino de la docencia siempre jugó en él como una pulsión muy contundente. Con otro grupo de docentes montó su escuela y hoy disfruta de su actividad. Durante algunos años estuvo también trabajando en España, invitado por la Unión de Actores de Madrid.
“Me apasiona –comenta– ver como el educando se apropia de algunos conceptos y empieza a utilizar esas herramientas de acuerdo a su real saber y entender y a desplegar toda su creatividad porque de eso se trata. La cooperativa se nutre, no con todos los alumnos que salen de la escuela, pero con muchos sí y entonces empezamos a cerrar aquella idea que formamos gente pero para qué, para quién. No me gusta pavimentar la Patagonia pero me parece bien que le toquen el timbre a la productora que sea para que les de laburo. Pero hay una construcción que tiene que ver con el sentido. Nosotros nos acercamos al teatro, a la actuación, por necesidad de querer decir algo. Lo que hacemos es recrear ese eje de sentido. ¿A quién le sirve los que hacemos? ¿Pienso en mi interlocutor?, ¿qué le quiero contar? Somos parte de este mismo universo, de este mismo mundo. Nos reímos, nos emocionamos, nos entristecemos con las mismas cosas. Será ahí donde está nuestro sentido de ser una actriz o un actor de esta parte del mundo”.
Aunque estas actividades que desarrolla ocupan mucho de su tiempo, Manuel Callau dice que también atiende a su ser actor. Explica que en los ensayos le dice a su actriz que él no está para decirle lo que tiene que hacer sino para colaborar en su vuelo. A eso aspira su actor, a poner en funcionamiento todo lo que debe suceder en escena y generar algo “que el espectador crea que nunca ocurrió y que nunca va a volver a ocurrir”, aclara.
Criado, como él dice, al lado de intérpretes como Onofre Lovero, Héctor Thealdi, Víctor Bruno, Luis Brandoni, Inda Ledesma, Alicia Bruzzo, Raúl Serrano, Callau indica que para él la tarea está muy ligada al trabajo y hoy ve eso un poco bastardeado, aunque reconoce a una generación joven que trabaja mucho y anda en sus cosas.
Está alejado de la televisión. Una vez, cuenta, se le ocurrió decir: “con la televisión nos llevamos muy bien, no nos interesamos mutuamente”. Sabe que alguna gente se molestó con esa frase. Pero a la vez plantea. “Qué quiere contar hoy la televisión, qué rol se dispone a jugar en este mundo en el que la sociedad, los seres humanos, estamos como hormigas a las que les zapatearon el hormiguero. Tenemos ganas de comunicar o de decir que todo el mundo tiene que creer lo que yo creo. Prendés un canal y uno quiere bajar una determinada línea; otro canal, otra línea. Deberían informar y brindar herramientas para comprender. Yo pertenezco a la generación que tomaba partido, por supuesto, pero entendíamos que debíamos permitir que el otro entendiera con sus herramientas una realidad que yo entendía de otra manera. Hoy está todo demasiado sesgado”.
Hombre de perfil bajo, también ha dejado un poco de lado el cine, aunque cuenta que acaba de filmar una película con una gente joven que le pareció maravillosa. Recuerda haber visto por estos días la película italiana Fue la mano de Dios, de Paolo Sorrentino y está fascinado con ella y traslada su pensamiento al campo nacional y señala que aquí faltan historias y sobre todo reparar en la tradición de creadores como Leonardo Favio o Manuel Antín. “Y eso que en mi carrera hice 35 películas”, aclara. Y agrega: “Dejame poner todo esto en la cuenta del viejo que por ahí no se siente bien haciendo cosas porque sí”.
Camille, la maldita
Dirección: Manuel Callau
Teatro El Tinglado, Mario Bravo 948
Lunes, a las 21.30
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