Mamma mía!
Un divertido homenaje a los años 80, con la música de Abba
Música y letras: Benny Andersson y Bjorn Ulvaeus / Libro: Catherine Johnson / Dirección: Phyllida Lloyd / Traducción y adaptación: Marcelo Kotliar Intérpretes: Marisol Otero, Paula Reca, Silvana Tome, Gabriela Bevacqua, German Barcelo, Diego Bros, Mariano Muso, Celeste Sanazi, Anabella Simonetti, Luciano Bassi, Julian Rubino, Adrian Scaramella, Mariano Taccagni, Rodrigo Cecere, Alejandro Dambrosio, Emanuel Degracia, Pedro Frias, Eugenia Gil Rodriguez, Julieta Nair Calvo, Giannina Giunta, Federico Llambi, Sol Madrigal, Alexia Nadia Martinovich, Silvina Nieto, Manuel Victoria, Pablo Graib, Natalia Volonnino, Jessica Abouchain, Silvina Tordente y Leandro Zanardi / Dirección musical: Gerardo Gardelin / Coreógrafo residente: Héctor Hernandez / Director residente: Rocio Rodriguez Conway / Diseño: Mark Thompson / Luces: Howard Harrison / Coreografía: Anthony Van Laast / Teatro: Ópera Citi / Duración: 120 minutos y un intervalo
Nuestra opinión: muy buena
Tal vez uno de los mayores aciertos del trabajo de Catherine Johnson, responsable del libro del musical Mamma Mía! sea precisamente el no haberle dado a este musical una gran historia. La anécdota es tan pequeña como inverosímil y esto no es un comentario negativo. Más bien todo lo contrario. Johnson parece entender con esto que el único modo de llevar a la escena la música y la estética de Abba es precisamente reproduciendo la atmósfera y la filosofía que el grupo sueco produjo. Y si hay algo que ellos representan es ingenuidad. Ingenua es su estética, su música y su letra; e ingenuo es este musical que cuenta una historia tan pequeña como inverosímil, estrenado originalmente en Londres, en 1999, dirigido por Phyllida Lloyd, quien en 2008 hizo la versión cinematográfica protagonizada por Meryl Streep.
Sophie está a horas de casarse con Sky. Y decide, en un secreto absoluto, saldar una vieja deuda que su madre tiene con ella: averiguar quién es su padre. Por azar, Sophie encuentra un viejo diario de Donna en el que figuran tres nombres de hombres que casi en simultáneo estuvieron con su madre. Imposibilitada de determinar cuál podrá ser el progenitor, invita a los tres con el sueño de reconocerlo apenas lo vea. Ese es el punto de partida de este musical que va a poner en escena a otros personajes que irán avanzando en sus historias en paralelo al casamiento y que, como sucede en los buenos melodramas, producirá recién en el final el cierre de todas las historias que abrió en su inicio.
Desde el punto de vista estructural, la propuesta tiene una complejidad extra: servirse de canciones compuestas por el grupo sueco que no cuentan una única historia y que en este espectáculo deberán organizarse para narrar la historia de Sophie. Así, letras que tenían un determinado sentido interpretadas por el grupo musical aquí cambian su sentido original para ir acompañando la historia de Sophie, su madre y sus amigas. Pero esta complejidad tiene una ventaja: la platea conocerá las canciones y podrá reconocerse (su propia historia, su memoria vivencial con Abba) sin importar demasiado la coherencia que esas letras tengan con la escena.
Una pequeñísima isla griega, con su típica arquitectura y sin demasiado vínculo con la tecnología mundana, será el marco en el que se desplieguen tanto las canciones más melódicas como las más representativas de la música disco, el pop y el glam rock que tan bien representó Abba en su momento, y que aquí será desplegado con la remembranza del grupo que en su juventud Donna y sus amigas tenían y que será la excusa ideal para el ingreso en el escenario de esas telas brillantes, cargadas de volados y suecos enormes que tanto remiten al vestuario original de Abba.
En términos musicales, hay que decir que Gardelín como director de orquesta residente entiende y juega a la perfección con esa estética, aunque es de esperar que con el correr de las funciones puedan mejorar la relación entre la orquesta y los intérpretes, ya que por momentos se pierden las voces del ensamble. Y, tal vez, uno de los lenguajes más sobresalientes de este espectáculo musical sea precisamente el coreográfico, ya que puede parodiar y homenajear -con idéntica intensidad y calidad- el estilo coreográfico de los setenta y ochenta, el que por momentos se ve un tanto limitado por una escenografía que envuelve y encierra el espacio dificultando una mayor expansión de los cuerpos.
Entre los intérpretes hay que destacar a los roles femeninos, que son a su vez los que más desarrollo tienen. Entre ellas quien se destaca por su calidad vocal e interpretativa es Paula Reca, a cargo de Sophie, uno de los roles protagónicos y movilizadora absoluta de la acción. Marisol Otero, por su parte, se luce al frente de su versión de Donna, pudiendo jugar con las escenas emotivas con la misma calidad que en aquellas más cercanas a lo kitsch. Gabriela Bevacqua y Silvana Tomé, como las amigas de Donna, tienen la dificultad de componer los dos personajes más caricaturizados y lo hacen con resultados verdaderamente magistrales.
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