Los actores recibieron a LA NACION en el Multitabaris donde, bajo la dirección de Luis Brandoni, vuelven a darle vida a una pareja clásica de la ficción nacional: “La Yoli” y “El Negro”, interpretada en la versión más popular por Leonor Manso y Patricio Contreras
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“Cuando la comencé a leer, me impresionó su nivel vigencia y cómo me emocionaba el texto. Tuve que parar y esperar a que se me secaran los ojos para poder continuar”, explica Malena Solda ante ese momento de lectura bautismal en el que se encontró, por primera vez, con el libro de Made in Lanús, la pieza de Nelly Fernández Tiscornia -cuya nueva puesta se estrenó esta semana en el Multitabarís- la cuenta en su elenco.
Junto con la actriz, Alberto Ajaka, quien como compañera tampoco había visto la pieza en su primera versión, manifiesta su expectativa por darle vida a otro de los personajes de la historia: “La sensación del país perforado se dio en 2001, pero la obra es previa. Un clásico”.
Esta nueva puesta de la obra también es protagonizada por Cecilia Dopazo y Esteban Meloni y cuenta con la dirección de Luis Brandoni, uno de los actores que la estrenó en 1986. Ambientada en los primeros tiempos de la reinstauración de la democracia en el país, Made in Lanús narra el reencuentro en Buenos Aires del matrimonio integrado por Osvaldo y Mabel -quienes debieron exiliarse en los Estados Unidos en tiempos de la última dictadura- con “La Yoli”, hermana de Osvaldo, y “El Negro”, quienes continuaron viviendo en su casita del conurbano, padeciendo los apremios de una vida austera que llega a fin de mes con lo justo.
Ese reencuentro, atravesado por la emoción de la familia diezmada que vuelve a verse, está marcado por las vivencias encontradas que ambos matrimonios han padecido en su historia reciente. En el texto, queda claro que el exilio marca profundo y que vivir en Lanús no es igual a hacerlo durante una década en los Estados Unidos.
-En Argentina la historia es cíclica, con lo cual el planteo de Made in Lanús, en torno a ciudadanos que se quedan y otros que parten obligados por la coyuntura, continúa muy vigente.
Malena Solda: -Y siguen estando los que se enojan con el país y los que no. En estos días participé de varias reuniones familiares en donde me parecía escuchar a cada uno de los personajes. Me decía “acá están “La Yoli” y Osvaldo, aquellos son “El Negro” y Mabel. Algunos temas son los mismos siempre. Eso lo hace todo más dramático.
Alberto Ajaka: -El planteo es el mismo, siempre estamos especulando con la idea de algo mejor.
Por tratarse de una pieza en torno a hechos muy reconocibles, cercanos, el tono realista imprime el material, un sello de la autora Nelly Fernández Tiscornia, cuya primera vocación fue la docencia, y que también plasmaba su tono amoroso en la forma en la que escribía sus “didascalias”, las acotaciones al margen para los actores. “Es como si dialogaras con ella, como si también te estuviera dirigiendo, ayudando a encontrar la motivación”, grafica Solda.
Está claro que Made in Lanús es hoy un clásico contemporáneo de la dramaturgia nacional que nació bajó el nombre de País, un episodio del programa Situación límite que emitía ATC. La repercusión de aquel unitario impulsó la escritura del material dramatúrgico con el sello de la autora de Despacio escuela, otra obra de clara raigambre de identidad nacional.
La vida misma
El 1° de enero de 1986, Carlos Rottemberg presenció la función estreno de Made in Lanús que se ofreció en el Corrientes 1, el primer teatro que el productor tuvo en la ciudad de Mar del Plata. Aquella noche los espectadores fueron esquivos, eran más las butacas vacías que las ocupadas. Una tragedia que se deschababa en el tablero de madera con los rollitos de tickets que pendía de una pared de la boletería.
Sin embargo, con su habitual buen ojo y conmovido por lo que acababa de ver, Rottemberg, luego de aquella función, se acercó a los camarines para pedirles a los actores Luis Brandoni, Marta Bianchi, Patricio Contreras y Leonor Manso, protagonistas de la pieza, la continuidad del proyecto durante el siguiente verano. Made in Lanús no sólo regresó a “La Feliz”, sino que también hizo dos temporadas en Buenos Aires y contó con una versión cinematográfica a cargo del realizador Juan José Jusid denominada Made in Argentina. Años después, Soledad Silveyra, Ana María Picchio, Víctor Laplace y Hugo Arana realizaron una nueva versión, pero con menor trascendencia que la original.
Malena Solda se mensajeó con Leonor Manso, quien interpretó a “La Yoli” en aquellas temporadas de la década del 80: “Le dije que iba a tratar de estar a la altura”. Alberto Ajaka, en cambio, dice que no tuvo contacto hasta ahora con Patricio Contreras, el actor que personificó a “El Negro”. “Trabajé con Pato (Contreras), tenemos una muy linda relación, pero de momento no hablé; lo espero con ganas en algunas de las funciones”.
Una gran curiosidad de aquel momento fue que los protagonistas no solo representaban a matrimonios en la ficción; tanto Marta Bianchi y Luis Brandoni, como Leonor Manso y Patricio Contreras, eran pareja en la realidad.
-¿Cómo es “La Yoli”?
Solda:-Es una mujer práctica, que viene de muy abajo. Es trabajadora y su mayor orgullo son su marido y su hija. Es hospitalaria, quiere mucho a sus cuñados que llegan desde los Estados Unidos y también es muy tozuda con lo que se propone; es llana, pero inteligente, no le va que la enrosquen. Es la que menos estudió y depende mucho de su marido.
Solda vivió un año fuera de Argentina, con lo cual, algunos de los parlamentos de Mabel, el otro personaje femenino de la pieza, le resuenan muy cercanos: “Me hace acordar a sensaciones que tenía cuando volví al país. También me siento identificada con Osvaldo, que no sabe muy bien dónde está parado. Él extraña a la Argentina, pero también le gustan algunas cosas del lugar que lo recibió para realizarse profesionalmente”.
-¿Qué características tiene “El Negro”?
Ajaka: -Aparece un gerenciamiento bastante rápido si uno conoce ciertos resortes. Ahora, en esta etapa, estoy en un momento de pulido de la condición bufonesca, ya que es el histriónico y fantasioso de este cuento, lo cual lo lanza a una zona grotesca. El problema no es el acceso al personaje sino regular sus energías, lo más difícil es ecualizar, por eso es tan importante la mirada exquisita de Beto (Brandoni) y de los compañeros.
-Hablás del grotesco y Made in Lanús bien podría haber sido escrita por Armando Discépolo en la primera mitad del siglo pasado.
Ajaka: -Tiene elementos de costumbrismo que podía venir de aquellos tiempos, son historias de patio. Pasaba también en El gran deschave, que transcurre de forma aristotélica casi en tiempo real.
-Universos muy reconocibles.
Ajaka: -Por eso uno podría vincularlo con frescos de la época de Discépolo.
El director Luis Brandoni, protagonista de Parque Lezama en el teatro Politeama y de la estupenda serie Nada en Star+, conoce el material de primera mano. Ya no solo el pensamiento de aquel personaje que, alguna vez, le tocó interpretar, sino de la concepción global del ideario que propuso la autora: “Lo interesante y valioso del planteo de Brandoni es que se enfoca en que todos los personajes tienen su cuota de razón, no baja línea, por eso lo duro es reconciliar esas cuatro miradas”, entiende Solda. La actriz se muestra sorprendida por la comprensión exhaustiva que el director posee del material, ya que “conoce los puntos y las comas, los silencios; nos hace ver la intención de cada palabra, la profundidad de cada frase; además, es muy respetuoso y nos permite la búsqueda individual. Si pasamos algo por alto, él nos detiene y nos remarca ese pasaje”.
Mientras los actores se refieren a él, el director entra en el Multitabarís. Afuera, sobre la vereda de la calle Corrientes, en la gigantografía se puede ver a los cuatro personajes sonrientes, una postal familiar donde uno de los matrimonios luce elegantemente sport y el otro overol y vestidito prolijo, seguramente cosido en casa.
Orígenes dispares
Malena Solda comenzó su carrera cuando tenía 16 años, edad en la que le llegó la oportunidad de formar parte de la telecomedia juvenil Montaña rusa. “En algún momento sentí que me faltaba explorar el mundo y formarme un poco más, aunque había comenzado a estudiar a los nueve años con Hugo Midón en su escuela Río Plateado”.
Aunque echa de menos el estudio académico, lo cierto es que también visitó los claustros de los talleres de Cristina Banegas, Julio Chávez, Helena Tritek y Luis “Indio” Romero. “Cuando sentí que el estudio integral que me faltaba era una traba y que, al no sentirme segura, me impedía moverme con libertad, paré la pelota y me fui a Londres, buscando estar en un lugar donde no iba a tener privilegios y que me permitiría tomar perspectiva sobre algunas cosas”.
Se adentró en diversas disciplinas en London Academy of Music and Dramatic Art, donde se formó en teatro clásico, pero a través de una multiplicidad de lenguajes como clown, bufón, danzas históricas, coro, esgrima, flamenco y tap. Especializada en la obra de William Shakespeare, hoy es una consecuente expositora y docente de talleres sobre el tema. “Es un mundo que me da placer y curiosidad, pero tampoco siento que Shakespeare sea la base de todo, sería una mirada colonialista, aunque sí me planteo cómo le habla a nuestra realidad”.
-Seguramente ese background aparece a la hora de interpretar a “La Yoli”.
Solda: -Por supuesto, forma parte de la “poética del actor”, como dice Ricardo Bartís. Uno es todo lo que estudió, leyó, vio y transitó, todo eso va al servicio del personaje, aunque nunca hay certezas, sino la posibilidad de hacerse preguntas.
-Esos interrogantes son los que también debería hacerse el espectador.
Ajaka: -El teatro tiene un efecto terapéutico y catártico, aunque, también la gente puede quedarse con algunos efectos, gestos y atmósferas.
A diferencia de su compañera de rubro, Alberto Ajaka se inició formalmente en el mundo artístico tomando talleres de teatro a los 28 años. Su primera obra fue recién a los 32 y dirigida por él mismo. Le faltaban tres años para los 40 cuando pudo ser contratado, por primera vez, en un proyecto de televisión. Se trataba de Contra las cuerdas, ficción en la que trabajó con Rodrigo de la Serna frente a las cámaras de la TV Pública. Su paso por el estudio de Ricardo Bartís le permitió ser parte de De mal en peor, a esta altura un clásico disruptivo de nuestro teatro, y con Mauricio Kartun hizo Ala de criados; por solo mencionar dos títulos de una trayectoria escénica impecable.
-¿Cómo nace una vocación cuando se podría pensar que la vida está resuelta?
Ajaka: -No fue fácil, pero me permití tomar un taller, a pesar de estar peleado con la idea que me gustase este trabajo.
-¿Por qué?
Ajaka: -Pensaba que eso me iba a joder la vida, ya que tenía todo organizado, porque resuelto no se tiene nada.
En aquellos tiempos, este hombre que ya cumplió los 50 años trabajaba en la empresa gráfica de su familia, podría decirse que tenía la vida hecha. “Pasó lo que tuvo que pasar: se venció la resistencia y luego llegó el tiempo de lograr un trabajo rentado”.
-¿Hubo un hecho que te condujo al mundo del teatro?
Ajaka: -Sí, me dejó una novia y apareció mucho tiempo libre. Además, al cumplirse 10 años de egresados del colegio secundario, me pidieron que organizara algo para la celebración ya que yo solía ser el bufón del aula y de los grupos sociales.
-¿Cómo fue eso?
Ajaka: -Animé la fiesta del aniversario y, como se cortó la luz, seguí durante media hora con una linterna contando historias. Gustó tanto, que un amigo me pidió que le animara su propia fiesta de casamiento. Fue una llama un poco débil.
El punto de quiebre de Ajaka también se dio cuando, ya haciendo teatro independiente, sufrió un ataque de pánico cuando se dirigía a la fábrica familiar donde trabajaba. “Estuve sin hablar dos días. Ahí decidí no ir a trabajar durante dos meses, después de haber trabajado dos décadas, por eso tengo más años de gráfico que de actor”.
-Malena, en tu caso, ¿siempre quisiste ser actriz?
Solda: -Sí, desde muy chica decía que quería ser actriz. Mi familia se preocupaba por mi futuro económico, así que me impulsaban a seguir una carrera universitaria, pero, en el último año del secundario, llegó Montaña rusa y todo se fue desarrollando de una manera muy natural.
La actriz cuenta con una nutrida trayectoria en la ficción televisiva y se dio el gusto de protagonizar clásicos teatrales de envergadura como La Celestina, de Fernando de Rojas; Tres hermanas, de Antón Chejov y Marat Sade de Peter Weiss.
Más allá de la ficción
-En no pocos casos, la exhibición de lo privado sostiene el trabajo público. ¿Cómo se han llevado con eso?
Solda: -La época de las redes sociales nos agarró de grandes. A esta altura de mi vida me llevo muy bien, con muy poco puedo disfrutar y tener un contacto cálido con la gente. Nuestra profesión es muy difícil, pero muy noble, porque no hacemos otra cosa que hablar sobre el ser humano, entonces siento que eso es lo que el público devuelve. De todos modos, ni Alberto ni yo tenemos un nivel de exposición que nos complique la vida. En mi caso, solo puedo recordar cierta invasión cuando era adolescente y actuaba para ese mismo público que tenía las hormonas a full y te pasaba por encima. Además, era un tiempo donde una también tenía sus propias inseguridades.
-Arturo Puig sostiene que, cuando medía 60 puntos de rating con Grande, pa!, podía llevar una vida normal porque no se plantaba en los lugares públicos desde la pose de un divo.
Ajaka: -Es muy difícil ponerse en ese lugar. No sé si nos sucederá alguna vez, pero, sin dudas, debe ser complicado sostener ese nivel de popularidad. No es nuestro caso, aunque sí creo que lo que uno genera es lo que sucede con la devolución del público.
Ausencias
A la hora de pensar en algunos momentos grises de sus vidas, Alberto Ajaka reconoce que la muerte de su padre, en plena pandemia, fue un golpe duro: “Fue mi primera pérdida y, en el marco de una familia muy chica, ya que no conocí a mis abuelos. Mi viejo tenía 87 años y, por suerte, su muerte sucedió en su casa. Fue una enorme tristeza, descubrí cómo durante dos o tres meses se puede vivir en silencio, sin música y sin televisión, haciendo el duelo; un duelo que se prolongó bastante más. Para mí, no es lo mismo hablar de la muerte hoy”.
-¿En qué sentís que te modificó?
Ajaka: -A partir de la pérdida del mayor de los míos, ahora entiendo la finitud; saber que la muerte está esperando ahí. Incluso me cambió la mirada hacia mis hijos. Desde la pérdida simbólica, puedo decir que él era mi admirador más grande, su mirada fue un peso, aunque siempre hice lo que tuve deseos de hacer.
-¿Cómo evolucionó ese “peso” al que te referís?
Ajaka: -De grande me di cuenta que mi viejo estaba muy orgulloso de lo que yo hacía. No buscaba conscientemente su aprobación, pero me sorprendió gratamente y me afectó tanto que me llevó a dejar el trabajo que tenía.
Tal era la admiración de su padre, que hacía firmar fotos de su hijo para repartir entre los amigos y vecinos. A su vez, Malena Solda entiende que la pandemia fue un quiebre para reflexionar en torno a cuestiones que se daban por dadas y que, sin embargo, podían esfumarse. “Nunca pensamos que estar compartiendo una función de teatro con muchas personas, podía no suceder. Mientras duró ese tiempo, en cierta forma perdí el sentido”.
-¿A qué te referís?
Solda: -Me planteaba qué sentido había pasado a tener lo que había estudiado, lo que había hecho antes. Incluso, cuando volví a la actividad, regresé con muchos más miedos, porque estaba más consciente. Me preguntaba cómo era eso de decir un texto de memoria ante tanta gente, me decía “quién me manda, me voy a quedar en blanco”. No era ataque de pánico, sino de conciencia.
-¿Habías perdido el placer de actuar?
Solda: -No, luego de la pandemia también apareció mucho más el disfrute, hoy valoro muchísimo mi profesión y sé cuánto necesito de mis colegas y ejercer mi trabajo, aunque no se trate del mejor proyecto artístico. Este oficio me define, así fue toda la vida, es parte de mi identidad, tanto como mi familia y mi hijo.
-Finalmente, ¿consideran que las divisiones que plantea Made in Lanús desde un microcosmos, es el espejo de lo macro de la argentinidad?
Solda: -Sí, pero también está la solidaridad, el abrazarse y tocarse, hablar con el otro, ser afectuoso. Como nuestra sociedad no está tan modernizada, nos deja un lugar para lo humano, algo que no sucede en otros lugares.
Ajaka: -En la obra, nuestros valores son muy defendidos por “La Yoli”; la expectativa de un progreso posible queda en manos de “El Negro”; el destierro lo atraviesa a Osvaldo y la desilusión por su patria es parte de Mabel. Como dice Luis Brandoni, todos tienen razón, entonces pienso en una imagen bíblica, “el que esté libre, que tire la primera piedra”.
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