Magia y Sinfonía: el universo de Disney sorprende en el Teatro Colón

Las imágenes parecen emanar del sonido de la orquesta. Una edición inteligente proyecta sobre la pantalla gigante por encima da las cabezas de los músicos el clima propio de cada película, sin necesidad de entrar en la trama argumental. Magia y Sinfonía, el show coproducido por Disney y el Teatro Colón que se estrenó el viernes en la sala lírica, recrea escenas de trece films a partir de una veintena de sus temas musicales.

En el centro del escenario, la Orquesta Estable del Teatro Colón, con el director brasileño Tiberio Thiago a cargo de la batuta que en algún momento se convierte en poderoso sable de luz Star Wars. Su poder radica en esta caso en elevar la música para hacer surgir las escenas fílmicas, cual encantador de serpientes, sobre la gran pantalla montada detrás de la orquesta.

Las naves polinesias de Moana surcan raudas las aguas oceánicas con ritmo festivo, los fantasmales barcos de Piratas del Caribe lo hacen con tonalidades amenazantes que culminan en cañonazos. Los rayos de las naves espaciales de Stars Wars generan explosiones sonoras al dar en el blanco. En estos tramos se entabla entre música e imagen una simbiosis de poema sinfónico. Un fragmento de la producción de National Geographic Sinfonía para nuestro planeta musicaliza la plasticidad del movimiento animal, en todas sus variantes.

La ampliación del universo Disney a las marcas Marvel, Pixar, National Geographic y la inclusión en su catálogo de la saga Star Wars permiten armar un espectáculo variopinto. Siguiendo el protocolo Disney, no podía faltar incluso la presencia de Mickey y Minnie abriendo y cerrando el show, tal como ocurre también en los espectáculos de Disney sobre hielo, recordando más allá de la evolución de los tiempos la impronta de origen del viejo Walt.

Pero el eje está puesto en animaciones más nuevas y en su música: desde La Bella y la Bestia, Toy Story y El rey león hasta Coco y Frozen 2, incluyendo también las aventuras de Capitana Marvel, Avengers: Endgame y Star Wars. La orquesta se muestra sólida como protagonista, las imágenes tienen la factura conocida, depurada aún en gran parte del show por la edición de las que mejor se adecuan a este tipo de espectáculo.

Los cantantes, aunque algo desparejos si uno los compara con las voces originales de las películas, aportan a la vertiente de la experiencia en vivo de este espectáculo de formato híbrido, reforzada por la festejada aparición de Darth Vader y sus esbirros en la platea y algunos palcos. Y por el colorido vestuario, surgido de los talleres del Colón, que lleva el coro que cierra el show con el tema “Ciclo sin fin“, compuesto por Elton John para El rey león.

En algunos momentos se superponen la escena montada frente a la orquesta por los cantantes con las que se exhiben en la pantalla –y con los músicos por el medio–, en una profusión de estímulos que puede resultar excesiva para más de uno. Hay quienes desvían la mirada hasta las alturas del Teatro Colón para admirar el mapping de las figuras de cristales de hielo para Frozen o de lampiones para la canción de Enredados.

Pero en las canciones de Coco, bellamente interpretadas en la función de estreno por Milo Marotti, de solo once años, logra la puesta en escena de Peter Macfarlane una conjunción óptima de los cuatro planos: el canto con en el proscenio, la orquesta en el fondo, las imágenes de los personajes en la pantalla y las guirnaldas mexicanas coloreando las alturas del teatro.

El marco majestuoso del Teatro Colón también atrae la mirada curiosa de los pequeños espectadores que colman la sala más allá de la función de Disney. “¿Dónde habrán conseguido una tela tan grande para hacer el telón?“, pregunta Antonio, de siete años. La experiencia suma, seguramente seguirá viendo películas de Disney y sus asociados y muy probablemente también vuelva al Teatro Colón.

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