La actriz se pone en la piel de Juana Azurduy, la mítica revolucionaria del Alto Perú, durante el mes de la Mujer en la nueva sala ubicada donde antes estaba el Teatro del Pueblo; y es la primera vez que trabaja con su esposo, el médico y actor Roberto Romano
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“A veces me meto en jardines”, dice Luisa Kuliok cada vez que salta del camino previsto a otro repentino, llamada por algo que le sabe atractivo, interesante, imprescindible. Ante una pregunta, cualquiera, recorre la respuesta con amabilidad detallada, sin privarse de coloridas digresiones que llevan a otros brotes, igual que florecen las buenas charlas.
Está feliz porque cumplió un sueño. O varios que ahora confluyen. Durante los sábados de marzo, mes de la mujer, presenta ¡Juana vive!, basada en Proceso a Juana Azurduy de Andrés Lizarraga, adaptada y dirigida por Rosa Celentano. Acompañada por el actor Roberto Romano, en el papel del abogado de oficio que trata de armar la defensa de la revolucionaria guerrera en los momentos previos al juicio por el Tribunal, con esta obra se estrena una nueva sala del Centro Cultural de la Cooperación, el Espacio experimental Leónidas Barletta, ubicado donde antes estuviera el Teatro del Pueblo.
El deseo cumplido número uno fue volver con su Juana, proyecto que apenas alcanzó a tener dos funciones en marzo 2020, en el teatro Roma, de Avellaneda. También se canceló la gira por las provincias. “La pandemia provocó una ruptura y una fractura que no se cura así nomás, sacándose el barbijo; estamos ante un mundo que se abre y todavía no sabemos cómo es”, dice Kuliok sin perder nunca la esperanza en lo que viene. Cree en el teatro como forma de estimular la reflexión, no didáctica o panfletaria, sino poética: “La apertura de este centro fue la oportunidad ideal para esta obra y este personaje tan representativo del poder femenino, de su audacia y coraje. Estamos muy interesados de trabajar para los jóvenes, para los estudiantes de la escuela secundaria, para repensar la historia con personajes bajados del bronce”.
No fue sencillo abordar el desafío de encarnar a una mujer histórica, tema de la canción de Félix Luna y Ariel Ramírez que hiciera popular Mercedes Sosa, y en una obra con mucho texto. En 2019, se decidió, se sintió vital, con mucho entrenamiento, después de hacer Juegos de amor y de guerra (de Gonzalo Demaría y dirección de Oscar Barney Finn) y Las de Barranco (el clásico de Gregorio de Laferrere, por Helena Tritek). “Me le animé”, dice Kuliok, en otra de sus expresiones características, y cumplió otro deseo, de ella y de la directora, su amiga desde hace 20 años, el de ponerse al hombro a la “flor del Alto Perú”. También “se le animó” a la caja chayera, el instrumento de percusión que toca en la obra. “Es una licencia poética que me tomé, después de leer mucho a Leda Valladares; la caja es un lugar del alma, del corazón, no necesita afinación y pensé en Juana, un ser muy sensible, que podía tener esta vinculación ya que había adoptado a un chico al que llamaban ‘el soldado-poeta’ que era músico y que muere en la guerra a los 20 años. A Rosa le gustó la idea y lo trabajamos porque introduce un mundo, el del monte, el de la aridez”.
El otro sueño que cumple es el de trabajar por primera vez con su marido, el médico, escritor y actor Roberto Romano quien, otro de los detalles, cumple años el 8 de marzo, Día internacional de la Mujer. Padre de sus hijos Lucrecia y Tomás, se conocieron hace más de 40 años, en las clases de actuación de Agustín Alezzo. La carrera de Medicina, el servicio militar obligatorio y los años difíciles corrieron hacia adelante el regreso al escenario que, finalmente, llevó a cabo con Helena Tritek (en Apassionata, sobre Marosa di Giorgio, en 2007) para no dejar de trabajar desde entonces.
–Desde Despertar de primavera, en 1976, dirigida por Alezzo y Hedy Crilla, trabajaste con muchos directores pero Helena Tritek ocupa un lugar especial en tu carrera
–A Helena la fui a buscar yo, en 1996, después de hacer La fierecilla domada, papel por el que recibí un ataque feroz totalmente injustificado (dirigida por Manuel González Gil, estuvo un mes en cartel). Helena fue a ver la obra, después nos tomamos un café, me dijo un par de cosas. Y como me quedó dando vueltas lo que me había dicho quise trabajar con ella. La llamaba pero no respondía. Entonces la fui a buscar a la salida del San Martín, donde estaba trabajando, se sorprendió, yo soy muy de ir a buscar, con Lía (Jelín) hice lo mismo. “Tengo que ir a ver Venecia a Uruguay, ¿querés venir?”, me dijo. Nos fuimos juntas en el Buquebus; en el viaje me regaló El camino del artista (Julia Cameron) y ahí empezó una amistad extraordinaria.
–¿Ese encuentro te cambió?
–No diría que me cambió porque una va haciendo procesos. Pero sí me llevó por otras zonas, me abrió otro mundo. Yo estudié con Alezzo e hice seminarios con muchos maestros, siempre dentro de ese teatro de texto, de ideas, pero Helena es diferente, es como que pintara, imagina mundos poéticos, tiene otro vuelo. Por pedido de ella aprendí, para El collar de la paloma (2006-2008) a tocar el yembé con un senegalés, a usar un títere con Adelaida Mangani, un ejemplo de cómo, cuando elegís un camino, van apareciendo las perlas que te acompañan. Me gusta tomar riesgos, investigar, probar.
–¿Lo pasaste mal por momentos en esos procesos con algún director o directora?
–Sí, no es fácil. Pero no quiero ahondar en eso. Puedo bancarme cualquier cosa si estoy con un o una artista, que está haciendo la tarea que tiene que hacer para contar lo que hay que contar, me lo banco. No estamos hablando de abusos sino de esos tratos malhumorados, que a veces te dicen algo que duele o molesta: respiro hondo y sigo, mientras se logre el objetivo. El trabajo del actor no es fácil, hay muchos vericuetos. Siempre trabajé con buenas escuchas, digo lo que siento pero si no les gusta, termino haciendo lo que dice la dirección que por algo está ahí, hay que confiar, mi trabajo es tener el instrumento preparado para hacer lo que me pide la dirección. Si voy a buscar a Tritek, a Jelín (la dirigió en El alma inmoral, en 2010), tengo que respetar, en algunas cosas estaremos de acuerdo; en otras, negociamos; otras, acepta la dirección y otras, acepto yo, pero el tronco es coincidencia absoluta, el deseo de contar.
–¿Querés dirigir?
–No. Tengo mucho respeto por ese rol, es muy difícil, ocuparse de todos los personajes, de todos los detalles, ya tengo bastante conmigo.
–Últimamente has tenido una mayor presencia en opiniones políticas. ¿Esa actitud estuvo siempre en vos o despertó con los años?
–Siempre fui así. Creo que todas las personas, desde nuestros pequeños lugares, podemos militar lo humano, la consideración de que todos somos iguales, poner la voz afuera como ciudadanos. A mí no me paga nadie, no soy ultra nada y quiero mantener siempre mi postura crítica, lo mío es una cuestión filosófica acerca de cómo debe verse la vida, dónde estamos parados, qué queremos. Creo que hay mucho que corregir en la justicia para que haya la misma vara para todos y, como ciudadana, tomo partido por eso pero como soy conocida, retumba más. Hay un desastre en todo el mundo, mucho por luchar, los humedales, la megaminería, los incendios estamos signados por intereses económicos que destruyen la humanidad.
Dama del aire
En el gran libro de las telenovelas argentinas, varios capítulos llevan por título Luisa Kuliok: Amor gitano (1982), Amo y señor (1984), ambas con Arnaldo André; Venganza de mujer (1986), con Raúl Taibo; La extraña dama (1989), con Jorge Martínez; Cosecharás tu siembra (1991/2), con Osvaldo Laport; Soy Gina (1992), otra vez con Martínez; y Más allá del horizonte (1994), protagonizada por Grecia Colmenares y Laport, no son todas pero sí las más importantes de una larga lista de ficciones televisivas. Pero si las cachetadas en Amo y señor la hicieron muy popular en la Argentina, fue con La extraña dama que su fama se volvió internacional. En Italia, donde se emitió en 1990 como La donna del misterio, la tira ganó el premio Telegatto (un premio internacional del espectáculo comparado al People’s Choice Award y al premio TV Guide) que Rafaella Carrá les entregó (a Kuliok y a Martínez), en Milán, la misma noche que también recibió el gatito dorado Robert De Niro. Poco después, se repitió con Cosecharás tu siembra (en Italia, Renzo e Lucía).
“Siempre fui una obsesiva por el trabajo. Si ocupabas un lugar, tenías que honrarlo, desde el pupitre en la escuela, hay un compromiso con el espacio que se ocupa, era muy ‘laburanta’. Nunca imaginé que iba a estar en la tele, cuando volvía de la escuela –iba al Normal 1–, veía las telenovelas con Nora Cárpena, admiraba mucho a esos artistas, no podía imaginarme que iba a estar ahí; nunca imaginé que iba a caminar por Roma y los hombres me dijeran ‘Ciao, Luisa’, o estar sentada al lado de De Niro, Dustin Hoffman, Sharon Stone, Gene Hackman o mi ídolo Ayrton Senna, no podía creerlo”, dice.
–Ahora, cuando lo recordás ¿te sentías una diva?
–No, diva no. Muy amada. Y con el regalo de un reconocimiento de la vida pero siempre con el cable a tierra. Además lo tenía a Roberto.
–¿Era o es celoso?
–Nunca fue celoso, es una persona excepcional, confiaba en mí y sabía como yo era. En su lugar, sí hubiera estado celosa. Tampoco tuve problemas porque yo ganara más en la televisión que él como médico, nada, es muy generoso, sabe escuchar al otro.
–¿Y tus hijos?
–Mi hija, sí. Mi hijo, no, tenía un año cuando hice La extraña dama, no lo vivió, recién tomó conciencia de que yo era actriz cuando ya había pasado aquel furor. Para una hija mujer, una nena, que desde el afuera se vea como que la madre es una diosa, una diva, es muy difícil, en la escuela es complicado. Y mi nieta, la hija de Lucrecia, tiene 7 años, nunca me vio y no sé de donde lo saca pero está chocha de que yo sea Luisa Kuliok, me dice “deciles quién sos”, y mi hija dice: “mamá, ¿te das cuenta? es mi karma”.
–¿Por qué no te quedaste a trabajar en Europa?
–Quiero mucho a mi país, me siento de acá, soy muy familiera. Yo soy la mayor, estaba mi mamá que desde los 71 hasta los 83 tuvo una enfermedad autoinmune; en aquel momento, hacer El collar de la paloma fue muy sanador para mí y fue una sugerencia de Helena. Y antes tampoco pude. Vine a este mundo un poco para significar lo que mi mamá quería ser y no pudo porque las actrices y bailarinas eran “putas”; y eso lo puso en mí y prendió. Lógicamente habría algo porque si no, no te quedás tanto tiempo en esta profesión. Nunca se me ocurrió irme afuera. Nunca lo deseé.
–Hace mucho que no hacés tevé. ¿No te llaman, no te gusta, cambió el medio?
–Un poco de todo eso. Ahora se hace poco. Pero la verdad es que no me atrae nada ni tampoco veo mucho. Algo que me entusiasmó es un ciclo de unitarios en la TV Pública donde haré un capítulo con otra actriz, muy divertido. Y no hace mucho, el nuevo canal Bravo TV (formado por los grupos Crónica y Perfil) me invitó a filmar un spot publicitario como “emblema de las telenovelas” junto con otro actor. Pero no lo hice porque en la programación no hay tiras nacionales, ni actuales ni pasadas. Entonces, no me pareció coherente.
–Si hablamos de protagonistas de telenovelas, ¿cómo te ubicás con respecto a Andrea Del Boca y Natalia Oreiro?
–A cada una le fue bien con su estilo y les ha ido bien porque cuando una persona se representa en su sentir y pensamiento, funciona. Tiene que haber de todo, no hay una “reina de telenovelas”, eso es absurdo, con la cantidad de actrices y actores excelentes que hay, en los premios deberían darle a tres encada rubro, no a uno solo.
–¿Cómo te llevabas con tus compañeros de tira (Arnaldo André, Osvaldo Laport, Raúl Taibo, Jorge Martínez)?
–Me llevé con todos bien pero con algunos quedé amiga porque tienen más que ver con mi manera de vivir. Con Osvaldo, por ejemplo, nos vemos poco pero hay mucho cariño, hicimos una obra por streaming en 2020, Detrás del arco iris. Arnaldo es otro tipo de amigo y lo quiero mucho también, con él aprendí mucho y supongo que él también conmigo. Con Jorge no tengo una relación personal pero creo que funcionó muy bien para La extraña dama. A Taibo, para Venganza de mujer, yo lo sugerí porque sabía que le gustaba mucho a las chicas, sabía que iba a estar bien en ese papel.
–¿Con quiénes te dabas los mejores besos? ¿Quién besaba mejor?
–Con Osvaldo y con Arnaldo. Depende del momento que estás viviendo, todo influye y además, ambos, tiene su arte, qué se muestra, cuánto dura. Cuando hicimos Amor gitano y Amo y señor, Arnaldo era un sol, con esos ojos, éramos muy pasionales los dos, fue muy lindo debutar con él. Y con Osvaldo en Cosecharás tu siembra no éramos amigos, él no hablaba mucho pero en la actuación nos encontrábamos muy bien. Y en Más allá del horizonte, no nos dimos besos. Fueron momentos extraordinarios de la televisión.
PARA AGENDAR
Juana vive, de Andrés Lizarraga y dirección de Rosa Celentano. Sábados de marzo, a las 21, en el Espacio Experimental Leónidas Barletta, Diagonal Norte 943. Entradas $ 1000.
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