Los tutores: la reunión escolar, el terror de los padres
El autor de Todas las rayuelas acaba de estrenar una comedia, protagonizada por Hugo Arana, que hurga en ese micromundo en el que a los adultos les cuesta aceptar las realidades de sus hijos
El autor Carlos La Casa, que gusta de reivindicar la palabra entretenimiento -muchas veces considerada mala palabra cuando se habla de consumos culturales-, recuerda una definición que descubrió alguna vez sobre dos géneros que disfruta mucho. "El drama es una expresión de lo que podríamos ser, de las potencialidades que tenemos como seres humanos, pero la comedia es lo que somos", cita el guionista de Los tutores, obra cuya autoría comparte con su par Daniel Cúparo y que se acaba de estrenar en el Paseo La Plaza con un elenco integrado por Hugo Arana, Laura Oliva, Ludovico Di Santo, Paula Kohan, Dan Breitman y Mónica Cabrera. La pieza invita a ser parte de una reunión de padres y tutores en la cual los adultos deberán resolver un grave incidente causado por sus hijos en la institución escolar a la que asisten. Según la definición que remarca La Casa, es probable que la risa sea aquí una acertada herramienta para pensar los interrogantes que pueden surgir al ver reflejado lo que somos. ¿Qué tan adultos somos realmente los adultos? ¿Enseñamos con el ejemplo o solo con la palabra? ¿Qué valores olvidamos en el intento de ser los mejores padres del mundo?
Los tutores, al igual que sucedió hace un año con Todas las rayuelas (también de La Casa), sube a escena luego de haber sido seleccionada entre las ganadoras de la tercera edición del concurso Contar, que busca estimular al autor teatral argentino desde el impulso conjunto de la Asociación Argentina de Empresarios Teatrales (Aadet), la Asociación Argentina de Actores y Argentores. Lo que se quiere contar aquí, justamente, es una escena de la que prácticamente ningún espectador habría podido escapar: que tire la primera piedra aquel que, ya sea por propia experiencia en la escuela -o por sus hijos, hermanos, sobrinos, vecinos o nietos-, no haya debido sobrellevar (o las haya provocado) aquellas típicas incomodidades que habitan las reuniones de padres escolares. "En este tipo de encuentros hay un protocolo que se debe llevar adelante. Lo gracioso es cómo se va rompiendo ese protocolo y cómo nos vamos viendo las caras de verdad, a medida que la reunión avanza. Y si después de un rato largo no llegamos a un acuerdo, empezarán a salir los demonios y las miserias de cada uno. Creo que eso es lo interesante de esta obra", analiza Ludovico Di Santo, quien se pone en la piel de uno de los padres. A Laura Oliva, quien interpreta a su mujer, le encantó el material al ver que no muestra superficialidades sino cuestiones profundas que despiertan carcajadas. "Pienso que también podría ser un drama si uno lo encarase de otra manera. Pero es una comedia y está vista desde ese lugar, el de provocar la risa desde la ironía y la acidez, algo un poco patético y dramático, no de una gracia concreta", explica la actriz.
En Todas las rayuelas, Hugo Arana interpretó a Lisandro, un personaje entrañable y conmovedor, pero esta vez La Casa lo convocó para ponerse en la piel de Héctor, un abuelo que se encarga de su nieto adolescente ya que su propia hija decide priorizar el éxito profesional. Esta realidad simboliza el individualismo que también dificulta la convivencia entre pares, tutores e hijos que tematiza la obra. "Los tutores es el diálogo entre este grupo humano, con sus encuentros y desencuentros, pero además ofrece una radiografía sobre un área muy presente en estos tiempos: el yo, primero yo y después yo. Hay algo que en algún punto crea una barrera y hace que yo no pueda salir de mí. Y al no poder hacerlo ni abrirme, el otro es en definitiva una especie de enemigo que no encaja donde quiero", analiza el experimentado actor, de más de medio siglo de trayectoria.
"La obra muestra lo que sucede al opinar sin importar lo que hay que decir por la necesidad de imponer un punto de vista", opina el dramaturgo Daniel Cúparo, quien, además, codirige la puesta.
"Mientras reescribíamos la obra con Carlos, me enteré del caso de un nene al que no dejaban ir a los cumpleaños de sus amigos porque daban de tomar una gaseosa cola; y de una mamá que, en una reunión de padres, expuso su enojo porque durante el acto del 25 de Mayo no se ofreció locro vegetariano. Fueron disparadores reales. El humor tiene que ver con ese extremo de intentar protegerle el estómago a tu hijo pero, a la vez, arruinarle la psiquis. Y lo gracioso es esto de querer hacer todo perfecto: estos padres no solo compiten sino que quieren ser los mejores del mundo y eso suele terminar en malos extremos", agrega Cúparo.
Cabe recordar que, desde hace cinco años, en el circuito independiente está en cartel La sala roja, de Victoria Hladilo, una comedia que refleja la reunión de padres de una sala de jardín de infantes (se reestrena el 18 de febrero, en Timbre 4).
La actualidad de los temas que plantea esta comedia puede encontrarse en la memoria cercana: cualquiera recordará noticias en las que padres y madres se enfurecen con docentes de sus hijos hasta llegar a la más absurda de las violencias. Pero la identificación va más allá en el tiempo y comienza en el segundo en el cual el espectador se revive a sí mismo en edad escolar. "Personalmente, yo lo pasé mal en el colegio -recuerda Dan Breitman-. Siempre sentí que no era mi lugar de pertenencia, más allá de que me discriminaban por ser distinto y porque me gustaban cosas diferentes al común denominador. En ese sentido, me atrapó la idea de estar en una obra donde las cosas suceden en un colegio. Creo que es interesante volver, desde otro lugar, a un ámbito que fue detestable para mí".
Con el humor que caracteriza su trabajo, Cúparo recuerda el primer día de escuela en Mar del Plata, a sus seis años, cuando sus padres se olvidaron de pasarlo a buscar. "Podría empezar una película con aquel día. Me acuerdo que los otros padres me querían llevar a mi casa y yo cubría a mis viejos diciéndoles que ya estaban por llegar. Al final, la portera terminó cerrando la escuela y me volví a casa solo, caminando, porque era bastante despierto. Al rato llegó mi mamá, que se había quedado viendo vidrieras, y cuando le dije que no me había venido a retirar, me dijo: 'No es para tanto, no dramatices'. En definitiva hay algo de tragicómico en eso del niño poniéndose en el lugar del adulto", rememora el guionista de películas como 2+2 o Igualita a mí.
"Espero que la gente se divierta, lo pase mal, tenga bronca, se ría y se conflictúe. Es lindo porque el teatro comercial tiene fama de pasatista, sirve para reírnos en medio de los problemas de la vida. Los tutores critica cosas profundas como el sistema educativo aunque también todos los sistemas en los que circula el poder, al preguntarse: ¿en manos de quiénes estamos? Quizás uno de los únicos modos de hablar de estos temas sea a través de la risa", asegura la carismática y talentosa Mónica Cabrera.
Es cierto: la risa es salud desde el instante en el que permite cuestionarnos desde la tranquilidad de quien acaba de largar una carcajada al verse en el espejo. Y, sin embargo, ya que hablamos de la difícil y constante tarea de aprender a ser familia, vale la aclaración de La Casa, quien garantiza que nadie saldrá dolido de la sala Neruda del Paseo La Plaza. "Si bien hay situaciones tensas, el conflicto está abordado de una manera humorística. Y también con amor porque, en definitiva, cada uno es el padre y la madre que puede, ¿no?"
Los tutores
De Carlos La Casa y Daniel Cúparo.
Paseo La Plaza, Corrientes 1660.
Jueves y domingos, a las 20.30; viernes, a las 21.30; sábados, a las 20 y a las 22.
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