Los tiempos destaca la excentricidad, el caos, lo ridículo y lo sublime en una suerte de ómnibus de la obra de Federico León
Con algunos procedimientos que se podrían asociar al surrealismo, como la asociación libre de imágenes, el trabajo con los sueños y la exploración del inconsciente, el dramaturgo problematiza en escena los límites entre ficción y realidad
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Los tiempos. Autor y director: Federico León. Intérpretes: Jimena Anganuzzi, Ignacio Rogers, Miguel Ángel Olivera, Emanuel Torres, Federico León, Gastón Frías, Daniel Cosentino, Pablo Brignoccoli, Vicente Correa, Pablo Cernadas, Sergio Faya, Leandro Orellano, Ariel Bar-On, Ariel Ragusa, Stella Maris Isoldi, Marcelo Silva, Pablo Trimarchi, Agustín Chenaut, Santiago Zarba, Rubén Galarce, Nahuel Galarce y Leonardo Vitale. Escenografía: Ariel Vaccaro. Vestuario: Paola Delgado Iluminación: Alejandro Le Roux. Diseño sonoro: Diego Vainer. Video: Matías Iaccarino. Sala: Teatro Sarmiento, Av Sarmiento 2715. Funciones: miércoles a domingos a las 20. Duración: 65 minutos. Nuestra opinión: muy buena.
La palabra crear tiene su origen en el vocablo del latín creare, que quiere decir producir algo que antes no existía. Como siempre se trabaja sobre algún material existente, en el campo artístico la creación muchas veces llega de la mano de la “bisociación”, es decir, la capacidad de unir dos elementos antes no relacionados. Esto explica lo que sucede en Los tiempos, la última obra del director Federico León, que se estrenó en el Teatro Sarmiento, del Complejo Teatral de Buenos Aires.
¿Qué tiene que ver una mesa de ping pong con una profesora de teatro, una actriz que no puede parar de llorar, una cabina de silencio y un músico que toca la guitarra mientras anda en patineta? Ese caos creativo, esa no causalidad lineal, ese despliegue de imágenes performáticas que tiene la obra de León es también un eje de lectura para entender su obra. Con algunos procedimientos que se podrían asociar al surrealismo, como la asociación libre de imágenes, el trabajo con los sueños y la exploración del inconsciente, Federico León bordea los límites. En sus espectáculos se experimenta, es decir, se sale del perímetro. Mezcla lenguajes artísticos, cruza relato, teatro, performance y artes audiovisuales para llegar a obras inclasificables, pero que al mismo tiempo generan un estado de absorción y contemplación profundo por parte del espectador.
Los tiempos, su última producción, reúne fragmentos de todas sus obras: Cachetazo de campo (1997), Mil quinientos metros sobre el nivel de Jack (1999), El adolescente (2003), Yo en el futuro (2009), Las multitudes (2012), Las ideas (2015) y Yo escribo. Vos dibujás (2019). Además de autor y director de teatro, León estrenó como cineasta Todo juntos, Estrellas (junto con Marcos Martínez) y Entrenamiento elemental para actores (con Martín Rejtman). Obtuvo el Primer Premio de Dramaturgia del Instituto Nacional de Teatro y el Premio Konex en 2004.
No es necesario haber visto todas sus obras para comprender el espectáculo, aunque en esta pieza la cuestión de la comprensión es justo un tema en debate cuando no hay una lógica lineal ni una relación causa - efecto. La obra de León se construye en un presente puro, en el cual es mejor dejarse llevar por las imágenes y las situaciones que se plantean, más que buscar una lógica racional. De repente, acontece una guerra de zapatos que impactan contra un casco de moto, una multitud invade el espacio y empieza a bailar, una mesa de ping-pong que se transforma en una computadora gigante, un globo gigante comienza a inflarse en escena y aumenta la ansiedad del público ante la inminente explosión. En el espacio, del cual llegan a participar al mismo tiempo 22 artistas, irrumpen una multiplicidad de estímulos: hay muñecos inflables volando, unas pelotitas de ping pong que se sostienen en el aire gracias a unas máquinas, una persona juega con bloques de madera, un auto a control remoto reparte un copa con una bebida. Deportes, exploraciones, formas de creación ocupan el espacio y hay que decidir dónde mirar.
Mientras se desarrollan estas situaciones (que son un estado puro de juego), Los tiempos comienza a problematizar y también a reírse de algunas cuestiones propias de la creación: desde la relación maestro-discípulo hasta los límites entre ficción y realidad. De manera constante en su trabajo, Federico León se ha preguntado cuándo comienza una representación. Así, transforma la escena en un laboratorio: escribe en su computadora, el texto se proyecta en una pantalla, mientras se pregunta si esa escritura es real o está grabada por una computadora. Se lo muestra observando un material y reflexiona si se puede hacer una obra sobre una persona que visualiza su creación. Esa idea de lo “meta”, es decir, algo que está dentro de otra cosa, como el metateatro, o el metalenguaje, comienza a expandirse como unas muñecas rusas, que el artista exhibe tanto desde el discurso como en la puesta en escena.
Los tiempos avanza de menor a mayor: desde una actriz sola en escena hasta todo el espacio colmado, con explosiones y objetos lanzados contra la pared. Al final, quedarán los escombros de esta exploración, que tiene momentos insólitos, impensados, ridículos, excéntricos, que entrenan al espectador por el camino de lo imprevisible. La diversidad de su búsqueda también aparece en la elección de los intérpretes: no son todos actores, también hay músicos y acróbatas. Gente, acciones y planteos distintos, unidos por una obra de teatro. Ese ensamble de registros es el que termina de generar correspondencias impensadas, que siempre debe terminar de completar el espectador en su propia experiencia.
Como sucede en muchos espectáculos en los cuales el valor performativo, fragmentario y experimental está en primer plano, hay un factor de conexión emocional y sensible con la obra que se diluye. Pero eso no debe ser una obligación de la pieza, porque su valor está en ese poder enorme de crear un mundo paralelo, con nuevas reglas, más conectado con el azar, la improvisación y la versatilidad que solo la creación artística permite explorar.
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