Los tiempos cambian. ¿Cómo deconstruir a un papá machista? La respuesta está en una obra teatral
Deconstruyendo a papá, dirigida por Cumbi Bustinza, tiene en escena al “macoco” Martín Salazar y su hija Jazmín para poner la mirada sobre los mandatos patriarcales, con mucho humor
- 10 minutos de lectura'
Todas las generaciones pasan por un proceso de deconstrucción cultural constante con respecto a la que la antecedió, sin excepción. Actualmente nuestra sociedad se está reformulando a diario, y ese reflejo se puede ver en el arte también. Un claro ejemplo al respecto es Deconstruyendo a papá, obra que Martín Salazar –integrante del grupo Los Macocos– y su hija Jazmín encarnan todos los sábados, a las 17.30, en el Complejo teatral Ítaca.
“Primero se nos ocurrió empezar a hacer videos en Instagram –expresa Jazmín, y agrega–; nos pareció que era algo divertido de abordar, porque si bien es una temática que está bien instalada, la perspectiva familiar no se ve mucho. Nos dimos cuenta de que eran videos que le parecían amenos a mucha gente, más allá de si fueran o no feministas, y eso fue lo que nos llevó a transformarlo en esto que es hoy”.
Por su parte, Martín acota: “Cuando tuvimos la idea de los videos de Instagram recurrimos a Vero Lorca, que es una humorista genial, y ella nos presentó situaciones, pero no solo de padre e hija, sino también otras cuestiones cotidianas en donde se ve explícito el patriarcado y el machismo, para que nosotros podamos ir cambiando de personajes en distintos momentos de la obra. Nos agarró la pandemia, paramos un tiempo, y empezamos a trabajar con la directora Tatiana Santana, después hicimos un work in progress que lo dirigía Guadalupe Verví, y finalmente terminamos trabajando con Mariana Cumbi Bustinza, que es una directora excelente. La asistencia fue de Antonella Ventura, la escenografía es de Micaela Delgado y las luces son de Federico Flota. Está bueno trabajar con mujeres y varones, y también con gente de diferentes edades, y que el espectáculo esté poblado de todas esas visiones a través del tiempo y los géneros”.
Él tiene 56 años, y ella 17. Son padre e hija en la obra, y en la vida más allá de las tablas. Jazmín actuó en 2018 y 2019 en Tiestes y Atreo, tragedia griega dirigida por Emilio García Wehbi en el Teatro Nacional Cervantes. Durante 2022 interpretó a Julieta en la versión de Romeo y Julieta de Gisella Sirera; también participó en proyectos audiovisuales como el cortometraje Probando la pasarela, de Sofia Zayat. A su vez, es integrante de Otro mundo –espacio educativo de Cris Morena–. Se formó en actuación en la escuela de Nora Moseinco y también con Ale Gigena, y estudió en Go Broadway, donde obtuvo un certificado de comedia musical; disciplina que también estudió durante cuatro años en la escuela Proscenio.
Martín es uno de los fundadores de Los Macocos, agrupación teatral que nació en 1985. Durante estos 37 años realizaron más de 20 espectáculos propios, versiones de clásicos y también de autores contemporáneos. Su último espectáculo es Maten a Hamlet, dirigido por Sebastián Irigo, en el Centro Cultural 25 de Mayo, extendiendo la temporada en el Paseo la Plaza y con gira nacional.
Para Jazmín, la profesión de su papá fue una influencia. “Si vivís en otro entorno completamente distinto y nunca vas al teatro ni al cine, tal vez ni se te ocurre. Gran parte viene de ahí, pero también es algo que nace con uno. Siempre me gustó que mi papá actúe, iba a verlo varias veces a cada una de las obras que hacía (excepto que fuera una obra que no fuese apta para todo público) y me divertía mucho yendo a los camarines de las actrices, veía como se maquillaban, escuchaba todos los chismes que contaban, todo eso me fascinó. Siempre que tengo una clase, un ensayo, una audición, la charlo con mi viejo y lo practico. Siempre he aprendido cosas de él, pero a nivel más general, distintas formas de abordar la actuación. También me enseñó a tomarme las cosas con más calma y relajación”.
En Deconstruyendo a papá ambos comparten escenario también con Ramiro Salazar, primogénito de uno, hermano de la otra. “Mi hijo se sumó hace poco para tocar el piano en vivo, aunque él ya había hecho la música del proyecto. Se lo propusimos y se animó. Es muy lindo cuando estás con alguien en escena, la mirada con los otros actores y actrices, esa mirada implica la mirada del personaje, la mirada tuya de persona, y la mirada de estar ya actuando en la cancha. Es una mirada que, como mínimo, tiene tres filtros, tres formas de observar. Entonces al compartir el escenario con mis hijos, se suma la mirada de papá, y es muy emocionante, en varios planos al mismo tiempo. Es hermoso verlos inventar cosas, ser creativos, estar jugando en escena. Y al mismo tiempo, estar yo afilado. Cuando veo actuar a Jazmín solamente como espectador, me relajo en la oscuridad de la platea y disfruto. Y en este tiempo que llevamos haciendo el espectáculo, veo el crecimiento que tuvo cada año, pude verla crecer en cada personaje. Y vi también a Ramiro, cómo iba puliendo y perfeccionando las diferentes músicas, es alucinante... Aunque también soy un poco pesado en casa, me estoy cuidando de separar un poco esos aspectos”.
La obra se estructura en una serie de sketchs en los que se entretejen diferentes situaciones cotidianas. Un padre que le confiesa a su hija que se autopercibe machista, una entrevista laboral donde el cosificado es el hombre, un encuentro entre amigos varones revalidando códigos machistas, los mandatos estéticos, las anticlases de Educación Sexual Integral, las frases con las que crecimos, la doble vara en la crianza que recibimos y que ahora empezamos a cuestionar, son algunas de las situaciones que se abordan con mucho humor. Para reflexionar sobre estos temas, entre risas. “Los textos, son creación de Vero Lorca, pero hay varias cosas que hicimos en conjunto en base a experiencias nuestras –cuenta Jazmín y complementa–. Nos gustaba la idea de tener personajes más exagerados o grotescos, que muestren personas de la vida cotidiana y que los personajes de padre e hija estén un poco más cerca de nuestra realidad. Algunas de las anécdotas que contamos al principio son de nuestra vida real. Había un deseo de acercar el espectáculo a nosotros, porque antes éramos solo personajes, y Cumbi dijo que nos mostremos como somos”.
Por eso cualquier semejanza con la realidad no es pura coincidencia, y no es casual que los protagonistas empiecen y terminen la función diciendo los nombres que figuran en sus documentos de identidad. “Hay barbaridades que yo he dicho y hecho como padre; soy criado old school –admite Martín y prosigue–. Fui a primaria y secundaria de varones, imaginen esta cabeza. Entonces había cosas que yo les transmitía a mis hijos que trasladaba desde antes, de la generación de mis abuelos. A lo mejor Ramiro me decía: ‘¿Me comprás esto rosa?’, y yo le respondía ‘¿Por qué no te compro el rojo, que es más lindo?’, y cosas así. Es más, algunas de esas frases las metimos en el espectáculo. O la canción que canta Jaz, de cosas que le pasaban a ella jugando en su primera infancia”.
“Cuando Jazmín estaba en la escuela primaria, a partir del trabajo de Educación Sexual Integral, con todo lo que estaba pasando en el país, con la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo, el ‘ni una menos’ y esa nueva ola de feminismo, empezamos a discutir estos temas en casa. Eso generó en mí una inevitable deconstrucción. Por ejemplo, ahora entiendo el hablar lenguaje inclusivo, y me esmero en tratar de no interrumpir tanto... a veces los tipos interrumpimos mucho. Deconstruirme fue darme cuenta de un montón de cosas que antes no veía. Como el escuchar programas de radio y que fueran todos conducidos por hombres, o todos varones músicos, o pintores y así”.
El espectáculo, dirigido por la inmensa Cumbi Bustinza –creadora de la trilogía Menea para mí, Gorila y Lo que quieren las guachas, entre tantísimos otros laureles artísticos personales– propone poner la mirada en una sociedad más justa, menos violenta y que invita a desentrañar las raíces del machismo en la crianza, desde una perspectiva desopilante. Con humor y canciones, Deconstruyendo a papá cuestiona mandatos y plantea la necesidad de un cambio. A través del humor, se abordan varios micromachismos que nos rodean día a día. Escenas hilarantes de la vida cotidiana que tendemos a naturalizar, pero al ser expuestas quedan al descubierto en toda su crudeza.
“En esta profesión le tengo que agradecer muchísimo a mi compañera, porque viví años de gira. Durante la temporada de verano era estar en Carlos Paz, Córdoba o Mar del Plata, y después durante el resto del año, girar por todo el país. Y bueno, ahí mi mujer Florencia hizo malabares, le agradezco muchísimo haber podido hacer eso porque sin ella no hubiera sido posible, y ese trabajo extra maternal antes no se valoraba y se naturalizaba. Ella es psicóloga, y también viajó algunas veces por su trabajo y me gustaba eso, cuando yo tenía esas experiencias de quedarme con los chicos y darme cuenta de todo lo que hay que hacer en el cotidiano. En general, yo siempre fui muy despistado, participaba de todo, de las reuniones de padres, etcétera, pero me olvidaba cuándo eran, y todas esas responsabilidades que tienen los padres y madres. En cuanto a lo lúdico era muy hermoso jugar con los chicos cuando eran pequeños, y hoy compartir su adolescencia, ya más grandecitos, también es muy lindo. Estar cerca, mirar cómo crecen, mantener diferentes conversaciones a través de las distintas edades. Siempre fue una experiencia muy enriquecedora”.
Cabe destacar que la obra no es una oda a la bajada de línea, sino una comedia donde el espectador llega a reflexionar, a reírse de uno mismo, y traslada ese impacto a su propia casa. La deconstrucción también está en el arte. “Creo que la diferencia principal con la generación de mi papá, es que en ese momento el feminismo era un tema que se hablaba, pero no se hacía tanto arte con eso, y si se hacía, era para un público muy específico –reflexiona Jazmín–; y hace menos años Disney, Netflix, HBO, todas esas plataformas, ni tocaban el tema... y si lo hacían era polémico para la generalidad de la gente. Ahora siento que es al revés en el sentido de que hay muchos productos, series, sitcoms, que hacen hablar de feminismo a los mismos comediantes que siempre fueron machistas, que discriminaban a las mujeres o a los gays dándoles a seguir un discurso políticamente correcto, pero que no termina siendo gracioso porque se sabe que es falso. Todavía queda mucho por modificar, y muchas de esas cosas las tienen que hacer las personas que tienen poder. En cada parte del mundo hay un derecho más, un derecho menos. Para mí, algo fundamental es que los hombres se involucren, que asuman y se hagan cargo de que muchas veces son machistas y victimarios. Creo que por la risa empieza el cambio. Nosotros no tendremos mucho poder, pero sí tenemos la herramienta del arte. Podemos hacer que la gente venga y se divierta, pero también que se quede debatiendo sobre el tema después de finalizada la función, para que el feminismo sea un tema común y corriente que se hable, y que no sea un tema tabú en la mesa. Es un debate cotidiano”, finalizó Jazmín con contundencia. Y Martín Salazar complementó para finalizar con esperanza: “Creo que el feminismo es una revolución cultural, y me parece que si nos hacemos cargo de esto que está pasando, junto a las mujeres y disidencias, podemos llegar a transformar el mundo, mucho”. Que así sea.
Para agendar
Deconstruyendo a papá.
Sábados, a las 17.30,. en el Complejo teatral Ítaca, Humahuaca 4027. Entradas vía Alternativa Teatral, o en la boletería de la sala.
Otras noticias de Estrenos de teatro
Más leídas de Espectáculos
En Nueva York. Mafalda, invitada especial en la gala de los Emmy Internacional, cumplirá uno de sus grandes sueños
“Eternamente agradecido”. Gastón Pauls reveló el rol que cumplió Marcela Kloosterboer en su recuperación de las adicciones
Elogios, abrazos y un “piquito”. El celebrado reencuentro de Leonardo DiCaprio y Kate Winslet, a 27 años del estreno de Titanic
Estalló todo. La reacción de la ex de Franco Colapinto tras las imágenes del piloto con la China Suárez