Los sinuosos caminos de la escritura y el éxito
Escritor fracasado
Autor: Roberto Arlt, adaptada por Marilú Marini y Diego Velázquez. intérprete: Diego Velázquez. iluminación: Omar Possemato. vestuario y escenografía: Oria Puppo. dirección: Marilú Marini. teatro: Nacional Cervantes. duración: 70 minutos/ Nuestra opinión: muy buena
Difícil es el camino que debe emprender un escritor que quiere llegar al éxito, sin cuestionarse que en todo el trayecto orilla el fracaso. Hasta que logra finalizar una obra y, si llega a alcanzar el éxito (algo que nadie puede garantizar), luego viene otra tarea más difícil: reiniciar un nuevo camino para sostenerlo.
Es Roberto Arlt quien plantea esta incertidumbre. Un escritor es el protagonista de esta narración, quien posee más ambición que talento. Con la soberbia como estandarte, no puede reconocer sus propias limitaciones literarias y como mecanismo de defensa empieza a esgrimir la ironía y el desprecio, que usa como instrumentos, para atacar el éxito de los demás. Todo esto mientras se enfrenta al duro desafío de encarar una página en blanco: "Cualquier estado de ánimo que pudiera expresar, cualquier trama que imaginara, la habían compuesto anteriormente a mí muchas generaciones de artistas, infinitas veces", dice con acierto.
Arlt en carne propia sufrió el desdén de aquellos jóvenes literatos de su época, cultos y autodidactas, que parecían ostentar los derechos a la tradición literaria y a la renovación. La característica de su estilo se veía en la mirada que volcaba sobre los inmigrantes, moradores de inquilinatos y conventillos, delincuentes, sirvientas; personajes cuya única realidad estaba en las calles donde se desenvolvía su amarga vida. Esa mirada molestaba a parte de la intelectualidad porteña de aquellos tiempos.
De cualquier forma, lo que plantea Arlt en esta introspección del escritor es pensar que, después de intentar diferentes caminos para llegar al éxito, el silencio de su escritura se debía principalmente a tal grado de autocrítica que sirvió de excusa para justificar el fracaso. Sólo después el personaje tuvo que reconocer que no escribía porque no tenía nada para decir y que finalmente: "¿Para qué afanarse en estériles luchas, si al final del camino se encuentra como todo premio un sepulcro profundo y una nada infinita?".
Para captar la contundencia de los textos era fundamental y necesario un intérprete como Diego Velázquez, que con su actuación permitió que se disfrutara de un lenguaje exquisito, de un amplio vocabulario, de silencios dramáticos y de emociones promovidas por la frustración y la envidia. Un trabajo muy logrado que puso en primer plano las palabras de Arlt.
Contribuye, sin lugar a dudas, la dirección de Marilú Marini, acertada en la concepción del personaje y en el enfoque de sus acciones.
Escenográficamente, se perciben sogas, cordones, tablas de maderas de parqué, como si fueran sobrevivientes o testigos de un naufragio moral y artístico.
Si alguien alguna vez cuestionó la escritura de Roberto Arlt, el público demuestra año tras año, a través de las puestas de sus obras, que es un autor que sigue teniendo vigencia, mucho más que aquellos que alguna vez lo cuestionaron.
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