Los posibles, la película de cuerpos en fricción en tiempos de distanciamiento, llegó a la Red
Hace unos 10 años un coreógrafo independiente formado en el Taller de Danza del Teatro San Martín, cinco pibes de González Catán que nunca habían habitado un escenario, dos perfomers profesionales, un baterista, un iluminador de extensa trayectoria y una asistente de producción conformaron un grupo que llamaron KM29. Aquello que se fue gestando en un lugar complejo del conurbano bonaerense lo estrenaron al año siguiente en el Tacec, el centro experimental del Teatro Argentino de La Plata. Esa intensa propuesta de danza contemporánea dirigida por Juan Onofri Barbato se llamó Los posibles. Luego de la noche de estreno vinieron excelentes críticas, localidades agotadas, más funciones, aplausos de un público de pié y ese rumor de que había que ir hasta La Plata porque en ese sótano se había gestado algo mágico, potente, intenso y de cruces permanentes de esos cuerpos en el espacio.
Cuando el director de cine Santiago Mitre, quien venía de estrenar El estudiante, vio Los posibles quedó en estado de shock. Salió de la sala, así lo contaba a La Nacion, con una sensación incómoda. "¿Esto que acabo de ver no lo va a ver nadie más? ¿Será que ya está?", se preguntó. También se dijo: "Hay que hacer algo con este material, habría que filmarlo". A los pocos días, levantó el teléfono y habló con Juan, el talentoso bailarín y coreógrafo de extensa trayectoria. En el primer encuentro Santiago lo primero que le aclaró fue que no era su intención hacer hablar a los performers porque sería contradictorio con la obra. "La película tiene que ser básicamente artística", le dijo. Cuando Juan escuchó esto mismo, el "sí" fue automático.
El estreno de Los posibles fue en 2011 (luego estrenaron Duramadre). El estreno de la película Los posibles, fue en 2013, en el marco del Bafici. Aquella pregunta de Santiago Mitre sobre si aquello que acaba de ver en La Plata no iba a morir allí (cosa que no sucedió porque esa obra se presentó en Buenos Aires y tuvo su recorrido por festivales internacionales) ahora, en el contexto de salas cerradas y con cuerpos manteniendo distancia, pega otro salto. Es que Juan Onofri Barbato decidió subir a la película a la Red.
"Durante el año pasado estuve muy nostálgico con las hazañas del grupo KM29 -cuenta Juan desde su casa en Boedo-. Releo nuestro recorrido como grupo y alucino con lo que construimos durante ese tiempo. El año pasado Tamara Cubas, una gran artista y gestora uruguaya, me invitó a crear una obra en la cárcel Cerro Carancho, en la ciudad de Rivera, Uruguay, frontera con Brasil. Se iba a estrenar en mayo, en Teatro Solís de Montevideo. Obvio, proyecto cancelado, como todo. Esa invitación me llenó de vitalidad, era lo más próximo a mi experiencia con KM29, con quienes además habíamos iniciado un proceso de creación en el Penal de Marcos Paz, en 2013. Aquella vez en Uruguay me presenté brevemente y comenzamos de una, sin muchas vueltas, con prácticas de contacto, en dúos y tríos, con mi cuerpo incluido metido en la marea grupal, como si nos conociéramos de siempre y eso fuera de los más normal. Empezar una practica así en una cárcel de varones es como saltar un cañadón: quizás llegás al otro lado, o quizás…"
Así había empezado como voluntario su taller en Casa Joven La Salle con adolescentes de 14 a 18 años tocándose, apretándose, forcejeando, experimentando experimentando las fuerzas del cuerpo colectivos, la red de relaciones humanas, el trafico de velocidades y olores. Sensaciones de un cuerpo común donde las individualidades se funden en otra cosa mayor. En Uruguay los que lo esperaron fueron 12 hombres, de 21 a 36 años. Cuerpos duros, con marcas.
"En una suerte déjà vú, lo que me enseñó KM29 apareció en la primer clase de la cárcel. Todos nos entendimos rápidamente y los prejuicios de clase, de género y de estética se disolvieron y apareció la información real de los cuerpos. Eso fue como llegar al otro lado del cañadón. Nada tiene que ver con salvarse la vida, con el andar encriptado en alcohol en gel. Saltar ese abismo y volver a tocar tierra firme es tocar a otros y redescubrir las potencias del cuerpo propio y el cuerpo ajeno y, en el mejor de los casos, confundirse en la gran masa de cuerpos/carne. Basta imaginarse esta voluptuosa descripción que hago (prácticas de entrenamiento y formación de las que vivía hasta hace 1 mes) sucediendo hoy en el presente del conoravirus y la mar en coche. Si alguna vez fue provocador laburar con esto que yo creo que es danza, con pibes de barrios del conurbano o en cárceles, ahora, en la democracia del virus con 1.50 metros de distancia entre todos, tapabocas de toda índole, paranoia y vigilantismo; sólo podemos pensar en telepatía o frustrados intentos de streaming de algo que NUNCA será lo mismo".
En la película de Santiago Mitre, como en la versión escénica, esos cuerpos en fricción permanente eran los de Lucas Yair Araujo, Jonathan da Rosa, Jonathan Carrasco, Daniel Leguizamón, Alejandro Alvarenga, Alfonso Barón y Pablo Kun Castro. En batería, Ramiro Cairo. Todos ellos, ahora, parecen estar dando otro salto hasta el otro lado del cañadón. A veces se llega; otras, no. No todo es posible.
Otras noticias de Teatro
- 1
Claudia Villafañe: su mejor rol, por qué no volvería a participar de un reality y el llamado que le hizo Diego Maradona horas antes de morir
- 2
El mal momento que lo tocó vivir a China Suárez a pocos días de Navidad
- 3
Con qué figura de la selección argentina habría tenido un romance secreto Emilia Attias
- 4
John Goodman, el actor de Los Picapiedra, luce irreconocible tras su gran cambio físico