Los mosqueteros del rey: una propuesta que se queda a medio camino y “no fracasa lo necesario”
Esta nueva puesta de la obra del director Manuel González Gil no llega a convencer y todo se vuelve muy monótono y predecible
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Los mosqueteros del rey. Dramaturgia y dirección: Manuel González Gil. Intérpretes: Nicolás Cabré, Jorge Suárez, Nicolás Scarpino y Fredy Villarreal. Música: Martin Bianchedi. Coreografía: Rubén Cuello. Escenografía: Julieta Ascar. Iluminación: Eli Sirlin. Vestuario: Sofía Di Nunzio. Sala: Teatro Astral, Corrientes 1639. Funciones: jueves, a las 20.30. Viernes y sábados, a las 20. Domingos, a las 18.30. Duración: 90 minutos. Nuestra opinión: regular.
Cuando el director Manuel González Gil estrenó en 1991 Los mosqueteros del rey durante las vacaciones de invierno se propuso llevar a escena una comedia blanca y para toda la familia, que tuviera como eje el error actoral: cuatro actores tratan de empezar una función sobre la famosa novela de Alejandro Dumas, pero no logran decir dos líneas que comienzan a reírse, se equivocan el texto, no pueden pronunciarlo bien y se pelean entre ellos. Plantear un espectáculo en el cual su valor principal fuera el fracaso se volvió un éxito de público: la obra protagonizada por Miguel Ángel Solá, Hugo Arana, Darío Grandinetti y Juan Leyrado estuvo cinco años en cartel, recibió múltiples premios y hasta logró un reconocimiento de la Unesco por promover la solidaridad y la amistad entre los hombres.
Pasaron 32 años de aquel recordado estreno y hoy el reconocido director vuelve a apostar a una de sus obras más preciadas con nuevo elenco: Nicolás Cabré, Jorge Suárez, Nicolás Scarpino y Fredy Villarreal. Un posible eje de análisis para pensar esta reposición es cómo dialoga esta propuesta con el presente. Si el contexto artístico, cultural y social recibe ahora con la misma energía esta comedia sobre el fracaso, que utiliza fórmulas de la comicidad como los equívocos y contiene un homenaje permanente al modelo de humor de “Los tres chiflados”. Durante estos 30 años, el teatro argentino atravesó profundas renovaciones: el circuito independiente se expandió en nuevos grupos y estéticas y como nunca antes, se exploró el estudio del metateatro: es decir espectáculos que tematizan y exploran el lenguaje teatral y que su principal objeto de estudio es el teatro en sí mismo. De esta manera, presentar piezas en las que se muestra el error, se investiga la actuación, se exhibe el artificio teatral y se hace referencia al público se volvió una constante.
En este sentido, como espectadores amantes del teatro se perdió la ingenuidad: tener la sala del teatro Astral repleta, empezar a tentarse, taparse con unas capas y decir: “El público se va a dar cuenta” ya no genera ninguna sorpresa. Salvo, que el riesgo sea algo más verosímil. Si en el escenario se pudiera percibir con mayor potencia la angustia, el miedo, la desesperación por intentar hacer las cosas bien y fracasar, el efecto cómico tendría mayor contundencia. Pero esta versión de Los mosqueteros del rey tiene todo tan pautado y la actuación tan instalada en el remate, el efecto y la repetición que nada se pone en juego con suficiente fuerza. En otras palabras, si el eje es el fracaso, entonces en esta puesta no se fracasa lo necesario.
La obra incluye cuadros musicales muy elementales, que para el final de la pieza son puestos en evidencia por uno de los actores. “Bueno, aquí han visto danza moderna, contemporánea, esgrima, equitación”. Está claro que la idea es reírse de este nivel de amateurismo, pero una vez más nunca se exhibió como tal. Si la fuerza del género clownesco es ese gag físico en el cual el payaso intenta con todas sus fuerzas caminar pero resbala, intenta hablar pero se pone rojo de desesperación porque no le salen las palabras, y repite una acción hasta crear una bola de nieve poderosa, que hace explotar al público por el nivel de esfuerzo y los nulos resultados; a esta propuesta le falta cuerpo, comunión, y sobre todo, versatilidad en los lenguajes cómicos que explora. La fórmula de un director o jefe maltratador y tres personas que lo respetan y no logran cumplir con las expectativas también se agota después de 20 minutos de intentar siempre lo mismo, con los mismos recursos, sin cambiar en intensidad, registro o hacerse cargo realmente de lo que está sucediendo.
Los cuatro intérpretes, muy queridos por el público, experimentados y con mucho oficio, son eficaces para este modelo de propuesta pero los cuatro podrían ir mucho más a fondo en el juego actoral.
Si se trata de juego justamente Los mosqueteros del rey incluye un homenaje a los grandes artistas comediantes, tanto extranjeros como argentinos. Artistas que se dedicaron a hacer del juego una construcción poética. De Chaplin a Olmedo, la obra los recuerda al final y culmina con una imagen de Hugo Arana, un actor que formó parte de la puesta original de esta obra y murió en 2020. Hay algo del amor del público a sus artistas que se pone en juego en esta pieza que es conmovedor, conscientes del valor del arte como un medio fundamental para transitar la vida. Y justamente porque es tan importante, a Los mosqueteros del rey se les tiene que pedir mucho más.
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