Los días después de Mi vida después
La obra se convirtió en un elemento de prueba jurídico que permitió a una de las actrices declarar contra su padre
Mi vida después , el impresionante trabajo de Lola Arias que se presenta en el teatro La Carpintería y que la semana próxima estará en el Tacec de La Plata, sigue dando que hablar. Recordemos: en la obra que el año pasado cerró el ciclo Biodrama, los actores Blas Arrese Igor, Liza Casullo, Carla Crespo, Vanina Falco, Pablo Lugones y Mariano Speratti cuentan sus propias vidas en un entretejido alumbrador de nuevas fórmulas del teatro político (o testimonial, o ideológico, o de la manera que usted quiera llamarlo). Tan vivo está lo que se amasa en escena que la obra se convirtió en un elemento de prueba para la Justicia.
Antes de desarrollar ese punto, dejemos que Vanina Falco cuente su historia como lo hace (o hacía al momento del estreno). En escena, apoyándose en fotos, comparte tres hitos: "1976. Mi tío, mi abuelo y mi padre. Todos policías. Cara de policías, bigote de policías, actitud de policía. Mi padre nunca llevaba uniforme porque era policía de inteligencia y andaba encubierto. 1978. Yo, a los cuatro años, mirando cómo mi madre baña a mi hermano. En la foto, se puede ver que yo estoy feliz, pero confundida y no entiendo bien de dónde vino mi hermano si nunca vi a mi mamá embarazada. 1980. Yo y mi hermano abrazados. El es la persona que más quiero de mi familia. Siempre fuimos muy parecidos: ojos verdes, pelo marrón, la misma sonrisa, pero hace cinco años descubrimos que no somos hermanos de sangre".
En otro momento del espectáculo, tirada en un sillón con varios legajos a su alrededor, acota: "Cuando mi hermano descubrió que mi padre lo había robado, inició un juicio [por apropiación ilegítima] contra él. [Yo quise atestiguar, pero] según la ley no puedo declarar contra mi padre. A lo sumo, tendría que hacerle otro juicio".
El hermano de Vanina es Juan Cabandié, diputado. Ella siempre quiso atestiguar contra su propio padre porque, con Abuelas de Plaza de Mayo, consideraba que era importante incorporar a la causa sus propios recuerdos. En 2006, la Justicia le negó esa posibilidad. Entonces, vino el biodrama de Lola Arias, la misma que ahora toma la palabra: "Vanina quería que su voz se escuchara. Uno de los argumentos que usó su abogado para permitir que ella hablara fue, justamente, Mi vida después, porque en la obra ya estaba hablando del tema. Entonces, el abogado volvió a intentarlo". En la segunda vez, la causa estaba en manos de la jueza Servini de Crubría y las testimoniales comenzaron a hacerse de manera oral. Después de analizar el caso, la Cámara Federal le permitió a Vanina atestiguar y tomó como elemento de prueba la obra de teatro. El 20 de abril, pudo hablar ante la Justica contra su padre biológico.
"Es un fallo histórico: sienta el precedente de que una hija pueda declarar contra su padre y eso habilitaría a que otros familiares puedan también hacerlo", ha dicho ella. Desde otra perspectiva, es un fallo más que significativo porque un acto creativo (en este caso, una obra de teatro) se convirtió en un elemento de prueba jurídico. Teatro vivo. Teatro en estado latente. Teatro con las venas (todavía) abiertas.
Lola Arias cuenta otras modificaciones que se produjeron desde el momento del estreno. Como el de Carla Crespo que, hace dos meses, en medio de la gira que estaban realizando por Europa, se enteró dónde estaban los restos de su padre. "Su padre dejó de ser un desaparecido para pasar a ser un muerto sin manos cuyos restos están en una fosa común de un cementerio de Avellaneda. Si bien la noticia fue un horror, para Carla fue una especie de felicidad", apunta esta exquisita "barajadora" de historias.
"Todo lo que les pasa a los actores se incorpora en la obra y hace que siga viva -apunta ella-. Las veces que presentamos el espectáculo en Europa el público no podía creer que eso que contaban los actores fuera real. Muchos se quedaban esperando a que salgan para preguntarles cosas de sus vidas."
Seguramente, eso pasa porque, como pocas experiencias escénicas, Mi vida después late con contundencia. Un latido que, paradojas de ciertos destinos, llegó hasta la justicia misma.