Los chicos de Tommy en escena, sin pestañear ni hablar
Le tocan el pelo, le levantan los brazos, lo arrastran en una silla. Lo alzan y lo meten en un tacho. Lo sacan y lo tiran al piso. Lo hacen dar la vuelta para atrás y le hacen el avioncito. Le ponen una vincha entre cuatro mujeres, un tutú de baile y un pañuelo violeta al cuello. Mientras, cantan y la banda está tocando. Sin embargo, Tommy permanece con la mirada fija, casi sin pestañear. No se inmuta.
Nicolás Sousa y Arturo "Tatu" Sporleder se alternan en el rol de Tommy a los 10 años, mientras que Martina Iglesias lo interpreta en sus cuatro años, en la ópera rock Tommy, representada originalmente por la banda británica The Who en 1969 y que en estos días dirige Diego Ramos en el Maipo. La historia de un chico que queda ciego, sordo y mudo luego de ver cómo su padre asesina a su padrastro supone la composición de un personaje complejo, que conmueve desde la soledad y la incomprensión. Y el miedo.
"Como soy muy inquieto, es un desafío enorme quedarme parado en un punto fijo y no hacer nada, después al final cantar, que me revoleen, que me joroben todos, me pongan vinchita, un tutú... Yo no tengo que hacer nada y debo quedarme mirando al frente. Eso es muy difícil para mí. Es casi media hora arriba del escenario o más", cuenta Tatu, que estudió el año pasado comedia musical en la escuela de Juan Rodó.
"Me encanta la obra, pero sé que no me puedo alocar ni sonreír. Entonces, lo disfruto, pero siempre metido en el personaje. Me cuesta porque soy bastante tranquilo, pero no tanto como te pide el personaje. Diego estuvo siempre ayudándome a construir este personaje que es muy complicado. Yo siempre pienso: concentración. Tommy, punto. No veo, no escucho, no hablo", comparte Nicolás, que integró el elenco de Saltimbanquis, dirigida por Pablo Gorlero, en la última temporada, y desde hace dos años forma parte de la compañía juvenil de Ricky Pashkus.
Martina también estuvo en Saltimbanquis durante dos temporadas y actualmente está en la obra para adultos Lo salvaje, de Mariana Silva Yrigoyen, dirigida por Nacho Ciatti. "Me pasa lo mismo que a Tatu, soy demasiado inquieta. Mi parte favorita y en la que más me cuesta estar quieta es en la canción 'Sparks', que me llevan al médico, entonces me levantan, me revisan, tengo ganas de subirme a la camilla y hacer un montón de cosas, pero debo estar muy quieta. Siempre recuerdo la canción que viene antes que dice que no veo, no escucho y no hablo. Tengo que pensar en esa canción para poder quedarme quieta", cuenta divertida, algunas horas antes de subir al escenario del Maipo, atrás de sus anteojos sin vidrio y con zapatillas de brillos y corazones. Las seis enfermeras uniformadas y con guantes colorados dan cuenta del trato impersonal que quiso plasmar el director, cuando insistía en "no cuidar tanto" a los más chicos.
Son los más jóvenes de un elenco de veinte artistas, los alientan, los abrazan, los ayudan a encontrar la nota exacta en alguna escena. Pero ellos también lo devuelven, ayudan con la utilería, la escenografía y están atentos a todo. De hecho, conocen la obra entera. Y la cantan en el colegio, en camarines, en vestuario. La sienten, la disfrutan. Se nota. Hay más nervios en algunos de sus familiares que en los propios Tommy niños, que transitan felices esta experiencia. "El mayor problema con los adultos es que les pido que no los respeten tanto, porque los tratan de cuidar tanto que se nota. Y a ellos les encanta que los revoleen, que los tiren", cuenta Diego Ramos y las carcajadas de los chicos son casi automáticas. Es un juego. "Lo que necesitan saber es lo que le está pasando al personaje en ese momento y en base a eso reaccionan. No hay mejor actor que un chico. Entran y salen con una concentración genial que vamos perdiendo con el tiempo. Los adultos empezamos a pensar mucho, a intelectualizar. Ellos no recurren a imágenes raras. Es mucho más simple de lo que uno se puede imaginar. Lo loco es que si los mirás a los ojos, les están pasando un montón de cosas", agrega.
Emociones gigantes sintieron estos actores pequeños cuando terminaron su primera función. Martu se sintió supernerviosa porque había gente parada que los aplaudía. Tatu vio a sus maestras en la primera fila del pullman y a su tía aplaudiendo fuerte. Nico no podía creer qué era lo que veía delante de sus ojos. "La obra está hecha para que el público no tenga casi posibilidad de aplauso", explica Diego Ramos. "Hasta el final, los actores no saben qué pasó. De repente, es una eclosión, con toda la gente de pie. Como elenco son muy unidos, están tan concentrados en función de la historia que, con el aplauso final del público, relajan todos y termina siendo una fiesta atrás del telón", concluye el director.
Diego por Nico, Tatu y Martu
Nico: "Diego me parece muy buena persona, es muy amistoso, chistoso, gracioso. Muy intenso en cuanto al trabajo. Y me gusta cómo le puso el esfuerzo para hacer esta puesta que es tan minimalista, pero que a la vez te impacta de todos modos y la verdad, me encanta trabajar con él porque es algo increíble".
Tatu: "Diego es muy bueno, gracioso, no se la cree, es muy buena persona. Es muy copado trabajar con él y es muy buen tipo".
Martina: "Diego dijo que él es hincha. Siendo así, logró esta hermosa obra que es Tommy, él se fijaba en cada detalle: en que nosotros estemos bien serios, en que mi peluca esté bien arreglada, en el vestuario. Además de ser un excelente director, es un excelente bailarín. Me gusta trabajar con él porque es muy bueno".
Tommy
De The Who
Martes, a las 21.
Maipo, Esmeralda 443.