Lorena Vega: “La ficción permite que lo vivido se transite de otra manera”
Personajes de ficción en la carrera de la talentosa y multifacética actriz Lorena Vega hay muchos. Pero pocas veces en la vida de un artista puede subirse al escenario con uno y puede decir “soy esto, esta es mi propia historia”. Algo así pasa con Imprenteros, la obra que la actriz, escritora, directora y docente, viene trabajando desde que era un proyecto de proyecto que fue tomando forma para el ciclo Familias, comandado por Maruja Bustamante en el Centro Cultural Rojas hace casi cuatro años.
“Estaba trabajando con algunos episodios autobiográficos pero no los había pensado para teatro sino más bien para cine. Se los comenté a Maruja (Bustamante) en una gira que compartimos de Todo tendría sentido si no existiera la muerte. Estaba leyendo además el libro El salto de papá, de Martín Sivak, y fue muy inspirador. De alguna manera, sin advertirlo, se encendió un motor y Maruja captó esto. Le dije que sí a su invitación a formar parte del ciclo. Ella me dijo que no hacía falta que sea una obra y me liberó de una presión muy grande. Comenzó entonces este proyecto muy de a poco. Pensé, primero, en contar solo una anécdota, poner algún sonido de una máquina de imprenta para contar cómo suena un taller y llegó el punto de partida: se trata de un taller al que no pude volver desde que murió mi papá por conflictos familiares, de herencia”, repasa Vega que entonces se metió de lleno en las clases de biodrama de Vivi Tellas –impulsora de este género–, ahí surgió la idea de incluir a los dos hermanos, uno está presente en la obra, el imprentero, el que conoce al igual que el padre, el rubro desde que nació; y el otro está en una grabación.
Imprenteros cuenta un fragmento de la vida de Vega, de la vida de su padre, de su familia, del oficio de la imprenta. Sí, comienza de una historia particular que carga con dolores y orgullos, con aspiraciones y desencuentros. Pero sobre todo permite que cada quien que se encuentre con esta historia pueda completarla con la suya. Eso la convierte en imperecedera y de alguna manera explica este fenómeno que comenzó en 2018 para hacer unas tímidas cuatro funciones de martes y se convirtió en un suceso inimaginado que pasó del Rojas al teatro independiente para llegar a hacer funciones en el Metropolitan Sura, plena avenida Corrientes. Habla del barrio, de los oficios, del amor, del desamor. Todo con humor, como es el sello de Vega, abajo y arriba del escenario. Ese que le permite reírse de ella misma y alivianar una historia pesada.
“Me conmueve lo que pasa con la gente que, luego de ver la obra, tiene el impulso inmediato de contar su propia historia; es una emoción grande por haber creado el material, pero es más que eso: es exactamente lo que creo que tiene que suceder; con lo que profundamente comulgo respecto del arte y del espectáculo. La actuación, pienso, es para todo el mundo. Esto no quiere decir que todos luego sean profesionales o se dediquen a eso como carrera. Así como todo el mundo se puede meter en una cancha y jugar al fútbol, sin ser Messi, teniendo más o menos habilidad y entrenamiento, todos pueden actuar. Y hacer esa experiencia es un cambio de perspectiva, te hace ver las cosas de otro modo. La ficción permite que lo vivido se transite de otra manera. Permite la lectura de otros mundos y eso es sano para la existencia y para poder comprendernos y vivir en comunidad. Cuando un material genera la necesidad de valorar la propia historia está sucediendo algo importante. Lo que pasó con Imprenteros es que valoré mi propia historia, mi propia voz. Con este material estoy diciendo ‘yo soy esto con todo lo que me pasó'. Lo que llega es que es honesto, que me estoy mostrando tal cual soy y que hago lo mismo con mi padre, desde mi punto de vista, por supuesto, dándole el lugar a mis hermanos que tengan el suyo que no es el mismo que el mío. Podemos mirarlo con sus claroscuros; no es ni un villano ni un tipo incólume, incorruptible; con sus buenas intenciones y con lo que también se le fue por la línea de fuga.”
Imprenteros además abrió más caminos. El primer tiempo pandémico, aquel del encierro y del aislamiento extremo, la llevó a encontrarse con materiales de escritura y entonces, junto a sus dos hermanos, se pusieron manos a la obra en la creación del libro. ¿Cómo no iba a tener su correlato gráfico la obra que habla del valor de la imprenta? Así que de la mano de Gabriela Halac, fundadora de la editorial Documenta/Escénica, armaron este proyecto. “Ella nos ayudó a entender un poco más algo que estaba latiendo y que no terminábamos de poner en palabras. Se trata de un libro que trabaja sobre la memoria de los oficios artesanales y la posibilidad de subsistencia en nuestro país. Esto incluye no solo a la imprenta sino también a la actuación, a las artes escénicas. Ahí donde siempre estamos dando batalla. Cuando no tenía perspectivas de trabajo con mis hermanos empezamos a pensar en el libro. Los tres juntos como autores. Incluye un capítulo en el que Sergio describe cómo mi papá hacía el diseño de las tarjetas sin computadora”, repasa Vega. Mientras lo hacían, Gonzalo Zapico, el cineasta y pareja de Vega, acopiaba material para transformar todo eso en un futuro documental que se filmará si todo sale bien y llegan los apoyos necesarios.
Pero no todo en la vida de Lorena Vega es Imprenteros. De hecho, de no haber sido por la pandemia, la agenda de la actriz para 2020 estaba muy cargada. A esta obra se le sumaban las reposiciones de Yo, Encarnación Ezcurra, de Cristina Escoffet; Todo tendría sentido si no existiera la muerte y La vida extraordinaria ambas de Tenconi Blanco. Obras que a pesar de haber quedado detenidas pudieron reencausarse y encontrar su espacio en la grilla tan extraña del año que quedará en la historia. “Con el comienzo de la pandemia tuve la sensación como de haber chocado con un camión contra una pared. De golpe. Eso me trajo un sinsabor emocional. Y ahí de nuevo lo que me ayudó a ir para adelante fue toda la tarea artística y docente. En un comienzo, el alimento de nuestro trabajo fue a través de la escritura; que siempre me interesó, pero el vivo y la presencialidad de estar con el cuerpo en la escena dominaba todo. Entonces así fue que terminé dando clases todos los días. Y también me puse a entrenar la escritura tomando clases yo”.
Cosas del destino, sin embargo, el año que acaba de terminar fue un año impresionante para esta artista. Si de marzo a septiembre la introspección obligada la llevó a dar y tomar clases de escritura, desde septiembre fue poner el cuerpo por todos esos meses de ausencia. Estuvo en proyectos ambiciosos como El barco, de Mariano Tenconi Blanco, el primer Modo Híbrido que surgió desde el Complejo Teatral de Buenos Aires, un desprendimiento audiovisual de lo que era la obra pensada para estrenar en el escenario. Se la vio en funciones grabadas de Todo tendría sentido si no existiese la muerte, otra obra de Tenconi Blanco donde Vega es la protagonista. Dirigió la pieza de Mariano Saba Civilización para el Teatro Cervantes que se puede ver todavía de forma online y que también tuvo sus funciones en la explanada de la Biblioteca Nacional hace unas semanas atrás. Emitió desde El Picadero Yo, Encarnación Ezcurra, el unipersonal de Cristina Escofet, dirigido por Andrés Bazzalo, que viene haciendo funciones desde 2017. Luego, fue esa una de las primeras obras en levantar el telón a partir de la habilitación del 13 de noviembre para las artes escénicas. Se subió a escena en una nueva temporada de La vida extraordinaria, la obra de Tenconi Blanco que la tiene a Vega junto a su amiga y compañera de aventuras escénicas desde hace mucho Valeria Lois. Y finalmente reestrenó su Imprenteros querida en el Metropolitan Sura. También se la vio en la película La dosis de Martín Kraut, estrenada en 2020, junto a Carlos Portaluppi.
Y seguirá haciendo, porque es su naturaleza y porque el teatro independiente reclama eso: artistas inquietos, militantes, defensores. Tiene previsto para este año dirigir a Rita Cortese en el ciclo del Cervantes de Teoría King Kong para mayo y para mitad de año estrenar Precoz una obra basada en la novela de Ariana Harwicz. “Parte de la reinvención de este año fue el armado de PIT –Profesorxs Independientes de Teatro– que fue un lugar de encuentro, de sostén y de militancia poderoso. Quienes pudimos hacer es importante que lo sigamos haciendo para sentar precedente de que es necesario. A veces parece que las artes escénicas son solamente para pasarla bien con tintes peyorativos se dice esto. No es así, son construcciones de sentido, de identidad. Las manifestaciones culturales en términos artísticos generan mucha salud y alimento para el pueblo, por eso hay que valorarlas y cuidarlas”.
Para agendar:
Imprenteros en el Metropolitan Sura, los viernes, a las 22.30.
La vida extraordinaria; los sábados y domingos, en Timbre 4, a las 20.30.
Yo, Encarnación Ezcurra, los miércoles, a las 20.
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