Lirismo, sorpresa y nostalgia en una bella obra con Mirta Busnelli
La savia / Texto y dirección: Ignacio Sánchez Mestre / Intérpretes: Mirta Busnelli, Constanza Herrera y Agustín García Moreno / Iluminación: David Seldes / Vestuario: Lara Sol Gaudini / Escenografía: Laura Copertino / Asistente de dirección: Gladys Escudero / Colaboración artística: Tomás Mesa Llauradó / Teatro: Cervantes (sala Luisa Vehil) / Funciones: viernes a domingos, a las 18. duración: 70 minutos / Nuestra opinión: excelente
Es muy tentador que Mirta Busnelli encabece el elenco, que sobresalga su nombre entre un puñado de otros menos conocidos, que sea la protagonista casi excluyente. Pero La savia es Busnelli y todo lo demás. Repleto de preconceptos se puede llegar a la sala Luisa Vehil del Cervantes, y lo maravilloso es que los buenos se confirman, se multiplican y se llevan puesto a los otros. Desde el minuto cero de La savia, el disfrute es pleno. Ya, de entrada, impacta una suerte de invernadero gigante que envolverá a los personajes y le otorgará una personalidad muy marcada a todo lo que viene, y a poco de comenzar se instalará una sonrisa en el rostro del espectador que, definitivamente, no se va a borrar durante los 70 minutos que dura la obra. Es una pieza chiquita y sin grandes pretensiones, pero todo lo demás es enorme: el texto, las actuaciones, el ritmo, el tendal de emociones que deja impregnadas un rato largo después de abandonar la sala.
El dramaturgo y director Ignacio Sánchez Mestre creó un espectáculo absolutamente poético que no se priva de generar sensaciones de lirismo, belleza, nostalgia, dolor, sorpresa, risa, incomodidad. La historia es la de Elsa, una amante de las plantas y de los libros, lectora empedernida que a fuerza de no querer olvidar empieza a escribir. Escribe lo que recuerda, escribe lo que sucede, escribe lo que vendrá; una narradora en vivo que va modificando muy de a poco su mirada sobre esos recuerdos, sobre ese presente y, sobre todo, sobre el futuro.
Claro está que Mirta Busnelli es Elsa, a la que convierte en un ser precioso, lleno de vericuetos claroscuros que le dan un relieve único. La actriz le da la fuerza y la fragilidad exacta que su Elsa necesita para expresar esa vida que le duele, pero lleva adelante con nobleza y buen humor. En medio de esos recuerdos variopintos aparecen El Chino y Mariel, un joven corredor y la joven empleada de la casa. Ellos son la excusa perfecta para que Elsa narre hacia atrás y hacia delante; los manipula, pero a la vez los escucha y se deja invadir por esa fuerza vital que ellos traen como si nada. Esa savia que fluye entre los tres los modifica, los reposiciona, los vuelve más hermosos.
Sin duda, Sánchez Mestre se supo armar de un elenco impecable. Busnelli es una Elsa perfecta, pequeña y enorme a la vez, lleva a su personaje a recorrer con absoluta comodidad una casi infinita paleta de colores, y los dos jóvenes intérpretes -Constanza Herrera y Agustín García Moreno- son tremendos hallazgos. Entre los dos ponen en juego una naturalidad, un desparpajo y una entrega que no tiene ni un pelo de amilanamiento frente a la trayectoria de Busnelli, frente al Cervantes, frente al estreno. Para aplaudirlos de pie. A los tres actores y al resto del equipo.
La savia es una gran sorpresa, allí, refugiada en una pequeña sala del Teatro Nacional Cervantes.
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