Lenguaje: identidad y cambio
En la columna de la semana pasada me ocupé -tan someramente como este breve espacio lo exige- de lo que podría llamarse "la trampa del doble lenguaje": la oscilación entre el "tú" académico, institucional, y el "vos" del habla cotidiana, en la Argentina de los años treinta y en el teatro de la época. Al releer esa nota, empecé a reflexionar sobre un tema vinculado a ella: el uso del lenguaje por los dramaturgos locales a través de los años. Tema cuyo tratamiento a fondo excedería esta limitación espacial, pero que merece, creo, una aproximación.
Lo primero que observamos es la persistencia del "tú"-como índice de elegancia y refinamiento-hasta los años cuarenta del siglo pasado. Interesa advertir que, a partir de 1950, la liberación de los vocativos coincide con el redescubrimiento de la expresión corporal, sobre todo a partir -creo- del modelo propuesto por la compañía Madeleine Renaud- Jean-Louis Barrault, en su primera e histórica visita a la Argentina. La llamada generación del 60 (Roberto Cossa, Ricardo Halac, Germán Rozenmacher, Carlos Somigliana, Osvaldo Dragún, Ricardo Talesnik, Ricardo Monti, entre otros) utilizó el idioma cotidiano (a veces llamado "de la calle") y, acaso por primera vez en la historia de nuestra dramaturgia, las palabrotas, antes prolijamente evitadas.
Quienes no participaron de ese grupo siguieron apegados a la tradición, otros intentaron crear su propio lenguaje, como Omar del Carlo ( Donde la muerte clava sus banderas ) y Atilio Betti, con sus visitas a otras tierras y otros tiempos. Ya a mediados de los sesenta Griselda Gambaro asombró, no sólo por lo insólito de sus planteos sino también por sus diálogos, donde la aparente sencillez encierra una poderosa esencia poética. Otro tanto ocurre con Ricardo Monti, que discurre desde cierto humor fantástico (en la inicial Una noche con el Señor Magnus y sus hijos ) hasta la belleza absoluta de Finlandia , donde resuenan los ecos de un conocimiento a fondo de los clásicos de la lengua y de textos místicos.
En los años noventa surgió un grupo de autores, en un comienzo llamado Carajají, en el que figuraban, entre otros, Javier Daulte, Alejandro Tantanian y Patricia Zangaro. No sólo modificaron la topografía del teatro argentino al proponer localizaciones ajenas al habitual "comedor de clase media", tan frecuentado en los años 60, sino que también usan un lenguaje reconocible, pero en modo alguno vulgar u ordinario. Por lo demás, al amparo "del todo vale" postmoderno, ya no hay una preceptiva estricta que separe a los géneros, y las nuevas técnicas audiovisuales abren perspectivas inéditas. Dispongámonos a sorprendernos.