Laura López Moyano, un huracán escénico
Ha trabajado con Veronese, Kartun, Rotemberg, Spregelburd, Flores Cárdenas, Arias; no se anda con chiquitas
La actriz Laura López Moyano está trabajando en dos obras: La poeta y su novia actriz , de Patricio Abadi, y Entonces bailemos , de Martín Flores Cárdenas. Laura es ese tipo de actrices que, más allá del espectáculo en el que esté formando parte, hay algo en ella que es difícil de olvidar. Debe ser su expresión. Debe ser el manejo de su cuerpo. Debe ser la sensación de estar frente a alguien de una fuerza hipnótica. Debe ser todo eso, junto.
Todo eso, muy junto, toma cuerpo en Entonces bailemos (perturbador trabajo sobras las formas violentas y desbocadas del amor). Esa obra es de Martín Flores Cárdenas, quien también la dirigió en Mujer armada hombre dormido . Él la llama "la diva del indie porteño". Ella se ríe del rótulo. Eso de ser diva no le cuadra para nada. "Es una gastada que me hace", dice ella quien, apenas llega al bar, se pide una cerveza, un suculento sandwich y se larga a hablar.
La otra noche, otro amigo suyo le decía que en ese espectáculo está todo el tiempo con las piernas abiertas como si no le importa nada. "No es así. Lo que me importa es el teatro y todos los personajes que hago en esa obra tienen esa impronta de cierta desmesura frente a la vida. Ninguno es tibio frente a su realidad. Pueden tener temores, debilidades; pero se entregan de una manera salvaje."
¿Estará hablando de los personajes o estará hablando de ella misma? Se lo digo. Dice: "Puede ser, no lo sé. Sí sé que no podría hacerlo de otra manera y tampoco sé cómo es otra manera. Cualquier cosa que diga puede sonar a un rasgo soberbio, pero frente a cualquier material quiero enamorarme, quiero que me modifique, quiero que me cambie la vida. A veces me pasa. Otras, no. Igual, yo lo intento. Siempre".
Se nota. Esa pulsión en ella se ve, toma cuerpo, toma vida en escena. La desmesura está allí, a la vista; como los matices, los dobleces, los pliegues. Por eso cuadra referirse a ella como una de las diosas salvajes del teatro indie porteño. "Necesito que todo mi cuerpo esté involucrado en escena. Lo necesito. A lo largo de estos años tuve pocas situaciones en las que no me enamoré del personaje. El resto, siempre. También es cuestión de elegir con quien trabajo. Eso ayuda. O más que eso: es vital", apunta sin muchas vueltas esta mujer de enorme personalidad.
Laura López Moyano ha trabajado con distintas "tribus" de la escena alternativa. Sea Daniel Veronese. Sea Lola Arias. Sea Mauricio Kartun. Sea Pablo Rotemberg. Sea Rafael Spregelburd. Sea el mismo Martín Flores Cárdenas. "Nunca me casé con ningún director -apunta rápida-. Ellos tampoco se casaron conmigo, fue mutuo. Siempre tuve la necesidad de probar distintas cosas, eso forma parte de mi elección. Me gusta conocer nuevos lenguajes, es mi modo de entrenar."
Cambia de tema. Cosas de Facebook, recuerda que esta misma mañana una compañera de la primaria que no ve desde aquella época le escribió que estaba muy contenta de que haya logrado ser actriz. A ellas esas líneas la dejan pensando. Ahora se da cuenta de que, al parecer, desde esos tiempos de guardapolvo blancos ya estaba marcada su ruta, su pasión. "Yo sé que es un cliché total, pero el teatro me eligió a mí", dice, y pone cara, cara de querer zafar de los lugares comunes aunque, a veces, no se pueda y no se quiera y no haya forma de evitarlos.
De chica sus padres la llevaban al teatro. El primer espectáculo que recuerda lo protagonizaba Enrique Pinti y Ana María Cores. Muchos años después, se encontró a Cores en un teatro. Tomó aire y la encaró. Le dijo algo así: "Vos sos como la primera actriz que yo recuerdo, ¿entendés? Esa obra me quedó en la memoria". La memoria es frágil, grotesca. De hecho, la Cores le dijo que ella no había trabajando en ese espectáculo. "Fue un episodio cholulo, idiota y vergonzoso", se dice una y otra vez riéndose de sí misma.
En una escena de Entonces bailemos con Marcelo Mininno despliegan un trabajo de una fisicalidad apabullante. Sin embargo, Laura no estudió danza. O sí. "En verdad, fui a una escuela da danza y desaprobé todas las materias. Pero hago yoga, a veces", aclara.
Tiene dos obras en cartel. Ensaya otra y prepara otro trabajo como directora (su segunda obra) junto con cinco actores. "Me gusta dirigir aunque los actores me vuelven loca", cuenta. Y se ríe. Se ríe con ganas, con desmesura, con el cuerpo todo. En muchos sentidos, con la misma intensidad que maneja exquisitamente en un escenario.
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