La joven actriz se sumó al elenco de Kinky Boots, que se estrena este viernes y habla del bullying que sufrió en su etapa de Patito feo y de su noviazgo con un político
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La segunda fue la vencida. Por eso, ahora, la talentosa Laura Esquivel formará parte de Kinky Boots. La actriz había participado a fines de 2019 de las audiciones para hacerse del personaje principal femenino del musical de Harvey Fierstein y Cyndi Lauper, pero no resultó elegida; y la que encarnó finalmente a Lauren (hasta que la pandemia interrumpió la temporada) fue Sofi Morandi. “Yo había visto la obra en Broadway fundamentalmente porque soy fanática de Cyndi Lauper y me había encantado. Así que quería participar de la versión local, pero no quedé y ahí pensé: ya está, ya pasó la oportunidad. Pero, a veces, la vida te da sorpresas y aquí estoy, dos años después, cuando ya no lo esperaba, subiéndome al escenario del Teatro Astral para cumplir mi sueño”, le cuenta a LA NACION la ex niña prodigio que saltó a la fama como protagonista de Patito feo, el programa televisivo que después devino en espectáculo teatral y tuvo fama internacional. Su inclusión se enmarca dentro de un parcial cambio de elenco, y obedecería, también, al interés por sumar a un público más joven y televisivo. Los protagonistas del musical dirigido por Ricky Pashkus (que fue un éxito rotundo al momento de su estreno, en enero de 2020, y que el año pasado fue reconocido con 14 Premios Hugo y este con 11 nominaciones a los Premios ACE) siguen siendo los mismos: Fernando Dente y Martín Bossi, como el heredero de una anticuada fábrica de zapatos al borde de la bancarrota y la drag queen que lo ayudará a salvarla, respectivamente. El rutilante reestreno será mañana.
–¿Qué es lo que más te atrae de la obra y de tu personaje?
–Kinky Boots no sólo me gusta por la música, los bailes y todo lo visual, que es imponente, sino por su mensaje, por el estímulo que ofrece para que cada uno se muestre como realmente es, para que cada uno refleje hacia afuera quién uno es o quiere ser. Lauren es un personaje gracioso, me gusta porque me aparta de la estructura que transitaba, la de la chica super naif, aniñada y buena. Lauren también es buena, pero no es sólo buena, es una piba que trabaja en una fábrica, y es súper fresca, yo suelo ser más bien estructurada al hablar y en mi forma de ser. Por eso me divierte encarnar a alguien muy distinta a mí. Es todo un desafío.
–¿Llegaste a ver la primera versión local de la obra, antes de que bajara de cartel por la pandemia? ¿Qué te pareció? ¿Te apoyás en la interpretación de Sofi Morandi para elaborar el personaje?
–No, no la vi, porque cuando estrenaron estaba de vacaciones y luego, cuando podría haber ido, bajó por la pandemia. Así que soy virgen de la versión argentina. Tampoco vi una filmación de la obra, así que estoy trabajando desde cero con el director Ricky Pashkus. Podría haber visto algunas grabaciones, es cierto, pero preferí construir el personaje desde mí y no copiar.
–¿Volver al género luego de Los locos Adams (donde interpretaste a Merlina, y por cuyo trabajo ganaste el Premio Hugo a la Revelación en 2013) era algo que anhelabas? ¿Cómo te preparaste para este momento?
–Sí, siempre deseé hacer musicales. Ocurre que es un género en el que hay que poner mucho el cuerpo, el alma, la voz. Hay que cuidarse mucho permanentemente, aunque por suerte yo gozo de una buena salud per se, y estar a disposición para llegar bien a la noche y hacer funciones. Es un ritmo difícil, pero creo que hoy estoy como para volver a asumir semejante compromiso y dar lo mejor de mí. Esto coincide en que estoy en otro momento profesional y personal de mi vida.
–¿Por qué creés que esta segunda oportunidad tardó tanto en aparecer? ¿El éxito de Patito feo conspiró contra tu carrera de adulta?
–No. Lo que sucedió es que paré. Por suerte tuve muchas propuestas en estos años para hacer teatro, varias de ellas dentro del género musical, pero a casi todas dije que no porque trabajo desde muy chica, desde los ocho años, y llegó un momento en que necesité parar y hacer otra cosa de mi vida, más allá de lo que ya conocía. Venía acumulando muchas presiones y necesité trabajar conmigo misma. Decidí entonces comenzar terapia y hablar de todo lo que me pasaba. Porque es difícil comenzar de chico, no es todo maravilloso… Me dediqué a estudiar y hacer otras cosas. No paré del todo, pero preferí estar en los lugares donde me sentía más segura, o donde más ganas tenía de estar. Hice, por ejemplo, tres temporadas del programa Tu cara me suena. Me corrí de ese lugar de tanta presión y exposición en la que me había ubicado el medio… como si una debería trabajar a sol y sombra, ser una maquinita y estar en todos lados. No quería más eso porque no me gusta. Me di cuenta de que no soy fanática de la exposición al máximo. Por eso ahora me verán en Kinky Boots y, de repente, mañana me dejarán de ver por un tiempo. Sé que necesito esos descansos y que mi vida personal también es muy importante.
–¿Fue difícil la transición de ídolo adolescente a actriz adulta?
–Sí. Fue difícil porque no tuve contención psicológica de chica, recién empecé a hacer terapia de adulta. Hoy puedo decir que en esa transición sufrí mucho de ansiedad y tuve ataques de pánico. Bah... en realidad los tuve siempre, pero en menor escala y, luego, con el tiempo se fueron acumulando. Sólo que yo no sabía qué era eso que me pasaba. Pero a los 20 tuve algo así como una explosión y me dije: basta, así no puedo seguir, y empecé a analizarme. Gracias al análisis pude hacer la transición de ser súper exitosa y vivir mil cosas diferentes en un tiempo record, qué tipo de vida quería llevar, quién era yo y reconstruirme después de toda esa presión.
–¿El medio acompañó tus cambios con propuestas acordes?
–Mientras que acá, en la Argentina, continuaron proponiéndome trabajos circunscriptos al mismo target, el infanto-juvenil; en España e Italia, si bien me habían conocido por Patito feo, me abrieron las puertas para hacer otras cosas, lo que estaba buscando. Hice dos películas en Italia y una en España, con personajes acordes a mi edad, y hasta un trabajo de conducción para la televisión italiana. Todo eso me brindó otro tipo de herramientas para seguir creciendo profesionalmente. Acá pretendían que siguiera siendo niña toda la vida. Las cosas recién empezaron a cambiar cuando hice Los locos Addams. Si bien hacía de una adolescente, se trataba de un personaje más oscuro, con otro tipo de personalidad. Ahí me vieron de otra manera. Luego, Tu cara me suena también me permitió romper con el estereotipo y mostrar otras facetas. Dejé de trabajar para el público infantil y accedí a uno más vasto, el familiar. Pero costó, aún hasta hace poco me ofrecían grabar discos infantiles. Tuve que decir muchas veces que no para no encasillarme y seguir creciendo.
–Kinky Boots habla de la diversidad y del respeto por las singularidades y los diferentes tipos de valores. ¿Cuáles son los tuyos?
–Tuve la suerte de crecer, desde chica, en un ambiente con mucha libertad y diversidades de todo tipo. Así que esa fue siempre mi realidad. En otros ámbitos, lamentablemente, eso no se ve como algo “normal”. Yo siempre fui fiel a esa crianza del respeto por el otro, sea como sea, piense como piense, guste de quien guste. Así que estoy por la igualdad de géneros y por el respeto a todas las elecciones sexuales. Entre varios temas, la obra también habla del poder de los mandatos y de la posibilidad de la reinvención. Habla del rol que supuestamente uno tiene que cumplir en el mundo, en este caso en una fábrica, cuando tal vez uno quiere hacer otra cosa. Habla de los roles impuestos, algo que sucede mucho en las empresas familiares, en las que primero los hijos y luego los nietos deben seguir los designios de sus padres o abuelos fundadores. Algo de esto pasa en Kinky Boots, pero termina ganando la posibilidad de reinventarse.
–¿En algún momento te sentiste discriminada, como le ocurre a Lola, el alma mater del musical?
–Discriminada, no. Pero de chica sufrí bullying, cuando ya era conocida, en la etapa de Patito feo. No de parte de mis compañeros de escuela sino de cierto sector del público. Era ir por la calle con mi mamá y que de golpe un grupo de adolescentes –porque la agresión siempre era grupal, nunca individual– me gritaran: “Fea, que fea que sos, ¡sos igual a Patito feo!”. Al parecer el público más chico estaba del lado de Las Divinas, las que, entre comillas, eran las lindas, las top, las que se las sabían todas; mientras que Las Populares éramos lo opuesto. En el teatro pasaba lo mismo, a Las Divinas las recibían con una ovación y a Las Populares, con un aplauso más bien tibio.
–¿Te interesa el mundo drag? ¿Cuánto sabías del tema antes de Kinky Boots?
–Me interesa mucho. Pero conozco poco. Lo que sé es por lo que vi en los shows de Miley Cyrus, donde siempre suelen aparecer drag queens. Después, bueno, por lo que vi en la versión de Kinky Boots en Broadway. Me parece interesante que se conozca bien la definición del término, sobre todo porque en este momento hay mucha confusión al respecto, ya que hay muchos términos parecidos. Lo que me pasa a mí ensayando con los chicos que interpretan a Las Angels, que son las drag del espectáculo –y que acompañan a la drag principal, Lola, en su derrotero– es que no salgo de mi asombro, porque son extremadamente femeninos. Son la expresión femenina en su más alta condición. Nos miramos con las chicas del elenco y nos quedamos heladas, ¡es que son mucho más femeninas que nosotras! Me generan mucha admiración, ¡yo quisiera ser así! Con ellos no sólo aprendo del mundo drag sino de femineidad.
–Y después de Kinky Boots, ¿te gustaría seguir incursionando en el género de los musicales? ¿En cuál o cuáles te gustaría participar?
–Me gustan los musicales fantasiosos, así que me encantaría trabajar en Frozen [el musical de Broadway sobre la película animada de Disney] y Wicked [la precuela de la película El mago de Oz, centrada en la amistad entre dos brujas, la del Oeste y la del Norte del condado de Oz]. Quisiera ser Elphaba, la bruja verde, que luego se convertirá en mala. Yo sé que todos me ven como Glinda, la bruja buena, pero a mí me encantaría probarme en ese otro tipo de papel.
–El año pasado interviniste en una serie que causó mucho revuelo y controversia: Maradona, sueño bendito, donde interpretaste a Claudia Villafañe en su juventud. ¿Recibiste finalmente alguna devolución de ella?
–No, no recibí ninguna. Ni buena ni mala. No nos conocemos personalmente, nunca me la crucé en ningún evento. Supongo que si nos hubiéramos conocido de antes sí habría sucedido. Pero igual no es algo que estaba esperando. Hubiera estado bueno que sucediera, pero no sucedió y no tengo de qué quejarme. Tampoco nunca se me ocurrió llamarla para pedirle su opinión, me parece que no correspondía. Soy muy respetuosa y si ella no sintió expresarse sobre mi trabajo no tengo por qué demandárselo.
–Ella, entre otras cosas, tal como queda claro en la miniserie, cambió su color de cabello por amor. ¿Vos cambiarías algo por complacer a un hombre o eso no está en tu ADN?
–No, ni loca. Por un hombre nunca cambiaría nada de mi aspecto físico. Sí cambiaría algunas malas actitudes, esas que uno tiene, y que sabe que debe que cambiar para estar bien con otra persona. Estamos hablando de cambios para mejorar la convivencia. Pero de los otros no, estoy muy lejos de todo eso. No, no, no, eso no está en mi ADN. Además, yo formo parte de una generación que se encuentra a años luz de lo que vivieron nuestras abuelas, mujeres que tal vez quisieron hacer algo de su vida, dedicarse a una profesión que las apasionara y las llenara, y sin embargo terminaron dedicándoselas a su marido y a su casa.
–Hace cinco años que estás de novia con Facundo Cedeira, que forma parte de los nuevos cuadros políticos de la Unión Cívica Radical. ¿Cómo lo conociste? ¿Qué te enamoró de él?
–A Facu lo conocí en un bar, en Lupita, de Puerto Madero. Había ido a tomar algo con unas amigas, y como no había lugar estábamos esperando afuera. De repente, él se levantó y nos ofreció su mesa. Lo hizo de puro caballero, no es que me reconoció o resultó ser un fan mío, nada que ver. Supongo que se habrá dado cuenta recién cuando me tuvo cara a cara. Ahí tuvimos un primer contacto visual y no pasó nada más. Pero después me contactó por Instagram y como yo estaba sola quedamos en tomar algo en ese mismo bar, pero solos. Y desde ese mismo día empezamos a noviar, pasamos de no conocernos a tener muchísima confianza. La relación funcionó desde el vamos. Somos muy diferentes, sobre todo en el tema de la organización y la desorganización, pero nos completamos maravillosamente.
–¿Te interesa la política?
–No conozco tanto del tema, porque mi familia siempre fue cero política; nunca sucedió, por ejemplo, que nos sentáramos a almorzar y se hablara de política. Entonces, cuando lo conocí a Facu, yo era totalmente virgen al respecto. Pero ahora me estoy nutriendo mucho con él. Y lo acompaño en lo que hace porque lo admiro muchísimo. Tanto él como los otros militantes que están en el partido tienen una cabeza diferente y por eso se merecen un espacio. Él es solidario y comprometido, desde que se levanta hasta que se acuesta piensa permanentemente en el bien común. Él es dar, dar y dar. De él aprendí que la política la hacemos todos, día a día, a pesar de que haya gente destinada a dedicarse exclusivamente a eso. Por eso la gente tiene que sumarse desde donde pueda, con el tiempo que pueda, para empezar a construir de nuevo y para que la política deje de ser una mala palabra.
Agradecimiento: Tucson Obelisco
Para agendar
Kinky Boots. Dirigida por Ricky Pashkus. Desde el viernes 8 de abril. Los miércoles miércoles y jueves, a las 20; los viernes, a las 20.30; los sábados, a las 19.30 y a las 22.15; y los domingos, a las 20, en el Teatro Astral, Corrientes 1639. Entradas: Plateanet.
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