Las olvidadas de Jack: una sólida conjunción de canciones y actuación, que no da tregua a la platea
Con sabor a sainete desbocado, el musical dark se vale de un humor insolente para relatar la odisea y las historias de cinco mujeres en en Londres victoriano
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Las olvidadas de Jack. Autor: Corina FIorillo, Rodrigo Loria, Felicitas Oliden, Sebastián Suñé y Juan Pablo Schapira. Dirección: Corina Fiorillo. Intérpretes: Iride Mockert, Belén Pasqualini, Alejandra Perluski, Laura Silva y Silvana Tomé. Dirección musical: Juan Pablo Schapira. Coreografía: Diego Bros. Vestuario: Guadalupe Borrajo. Iluminación: Ricardo Sica. Sala: Teatro Del Pueblo (Lavalle 3636). Funciones: martes, a las 21. Duración: 70 minutos. Nuestra opinión: muy buena.
En formato de un lúcido manifiesto musical rupturista, dos autoras y tres autores le dan voz y presencia escénica a Las olvidadas de Jack, qué, lógicamente aluden al inclasificable Jack, el destripador, del que se dice que ni siquiera Scotland Yard pudo apresar, o dar con su paradero.
Las olvidadas de Jack, podría decirse, vuelven del “más allá” para hacer justicia, no sólo por lo que les ocurrió a ellas, que fueron asesinadas y descuartizadas por el maléfico y misterioso caballero, del que muchos dicen era un médico por su forma de atacar y someter a sus víctimas, y otros señalan que pertenecía a la nobleza en el Londres victoriano de fines del 1800.
Los hechos se sucedieron en la zona de barrios bajos de Londres, más precisamente en el Whitechapel, zona de prostitución, drogas y de sodomitas, por aquellos años en los que también se encarceló a Oscar Wilde. Pero estos son sólo datos previos, lo esencial es que este espectáculo resulta original y no da respiro al espectador, partir de una sólida conjunción de música, canciones y actuación a cargo de las muy admiradas Iride Mockert, Belén Pasqualini, Alejandra Perlusky, Laura Silva y Susana Tomé.
Las cinco componen a cada una de aquellas mujeres a las que el criminal les asestó su golpe de gracia en algún callejón oscuro de un Londres, que se dividía entre las señoras de la alta burguesía y las que vivían de lavar ropa, cocinar o de la prostitución. De las cinco hay sólo una, Mary Jane Kelly, que estuvo enamorada de ese temible individuo. Y aunque las otras la observan con asombro a esa Mary Jane casi silenciosa, la aceptan y escuchan sus confesiones, aunque no estén de acuerdo.
El espectáculo es un musical dark, divertido e “impertinente”, esta palabra la utilizamos como sinónimo de un humor algo insolente, malhablado, con sabor a sainete desbocado, pero certero en la llegada al espectador que se ríe y aplaude con ganas.
La intención de sus cinco libretistas no fue únicamente relatar las odiseas y contar la historia de estas cinco mujeres, sino convertirlas en una especie de mensajeras, no sólo de denunciar el sojuzgamiento, haber sido víctimas del trato bestial de aquellos hombres que operaban sobre sus cuerpos, también se proponen con lo que expresan acercar sus historias a un hoy. Y lo hacen a través de un aguerrido cuestionamiento a cierto patriarcado que ocupa la primera plana de los medios, o ejerce su poder a través de redes sociales, a modo de influencers que colonizan las conciencias de los incautos.
Con una banda sonora, textos y actuaciones que por instantes recuerdan en su ritmo y en su accionar a personajes de La ópera de dos centavos, de Bertolt Brecht, que le cabe muy bien a este format, o con una caracterología en sus protagonistas que trae a la memoria a las inolvidables Roxie Hart y Velma Kelly, de Chicago, de Bob Fosse y Fred Ebb, el show no deja de sorprender.
Desde la intensidad de su obertura hasta acordes de baladas algo más tristes, que acercan instantes que es preferible olvidar, hasta acordes de rock, swing o algo de góspel, la música de Juan Pablo Schapira adquiere un meritorio vigor y épica dramática. Lo mismo ocurre con la puesta en escena de Corina Fiorillo, la que, a partir en una aparente anarquía espacial, permite que cada una de sus intérpretes logre redondear una personalidad escénica que le aporte una identidad propia; también posibilita que cada una de estas valiosas actrices-cantantes, tenga su bien merecido espacio de lucimiento.
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