Las mujeres de Lorca: el universo de un gran poeta que vuelve siempre a seducir con el encanto de sus palabras
En el Teatro El Plata, la obra de Marisé Monteiro es un espectáculo musical que fluye como un río y no deja de asombrar al público con la obra de un clásico
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Autora: Marisé Monteiro, sobre personajes, textos y poemas de Federico García Lorca. Dirección y música original: Nacho Medina. Intérpretes: Ana María Cores, Carmen Mesa, Giuliana Sosa, Paula Carrizo y Lucía Cuesta. Escenografía y vestuario: Azul Borenstein. Iluminación: Agnese Lozupone. Dirección y arreglos corales: Giuliana Sosa. Dirección vocal y coral: Lali Vidal. Coreografía: Eva Iglesias. Proyecciones visuales: Juan Selva. Sala: El Plata (Av. Juan Bautista Alberdi 5765). Funciones: sábados y domingos, 17 hs. Duración: 80 minutos. Nuestra opinión: excelente.
Tal como hizo en Borges para niños: el libro de los seres imaginarios, obra de 2011 en la que el personaje de una bibliotecaria debe recuperar El libro de arena; en su nuevo musical, Marisé Monteiro construye aquí un sorprendente “pequeño Atlas teatral-musical”, que incluye personajes, textos y poemas de Federico García Lorca. Con el virtuosismo interpretativo de Ana María Cores -protagonista, junto a una bailaora y cantante y tres músicos- y la puesta en escena creada por Nacho Medina, la obra -que apela a los más simples y creativos recursos escénicos- no da respiro al público, que al concluir cada canción grita y aplaude entusiastamente en el muy bien elegido ámbito del Teatro El Plata, de Mataderos.
Este es un musical que no distrae, que mantiene expectante porque cada detalle, por más mínimo, traslada a un dato a tener en cuenta, una palabra que sugiere irónicamente algo que se elige callar, o frases en verso que hacen viajar al espectador por la memoria ancestral de los pueblos de España. El show “salpica” al público poéticamente mediante una sucesión de imágenes que ilustran personajes, poemas o canciones, con elementos mínimos y una iluminación y visuales que remiten a atardeceres, hasta palabras incluidas en cartas que se sobreimprimen en vestidos y en el fondo del escenario. Sábanas tendidas se transforman tanto en un manto como sirven para dar la idea de un duende, junto a títeres, y fuentones, castañuelas, pasos de bulería y sevillanas, telas de colores que pasan a ser nubes y árboles, que parecen extraídos de una pintura surrealista de Dalí, junto con melodías que remiten al flamenco y a las más tradicionales canciones folclóricas de España. Esto sucede cuando escuchamos “Eran las cinco en punto de la tarde”, del poema Llanto por la muerte de Ignacio Sánchez Mejía, el torero amigo de Lorca, que precedió a la posterior muerte del gran Federico.
Acá, Ana María Cores encarna a Rosario Garrido, amiga de la familia Lorca y custodia de la Huerta de San Vicente, en Granada. Ella, mediante un interlocutor omnipresente y un Lorca que dialoga desde un más allá, nos propone un paseo por el trágico, doloroso y hasta risueño y festivo universo del poeta que estuvo en Buenos Aires en 1933, para el estreno de Bodas de sangre, con la gran Lola Membrives, y tres años después, en 1936, fue fusilado durante el gobierno de Francisco Franco, por ser izquierdista y homosexual.
La acción de su musical Monteiro la ambienta en 1975, cuando acaba de morir Francisco Franco y España vive, aún, temerosamente aires de renovación, aunque persisten los miedos. Rosario ha permanecido célibe, como lo que ella considera que fue, la novia no correspondida de Lorca, pero la que la madre del gran Federico quería para su hijo. “¿Saben por qué no me morí de dolor? Para poder recordarlo” -le dice Rosario al público- “Porque ahora que lo pienso, yo soy un poco como las mujeres de su teatro. Apasionada, como Mariana Pineda. Rebelde, como la Zapatera Prodigiosa. Vacía, como Yerma. Con la esperanza muerta, como Doña Rosita, la soltera. De luto como Bernarda Alba y sin consuelo como la madre de Bodas de sangre”.
Las mujeres de Lorca es un espectáculo musical que es como un río que fluye, en cada atajo, y no deja de asombrar al público, para poner énfasis en personajes, canciones y poemas, cuyas letras la audiencia parece intentar retener en su memoria. Y Cores resplandece en la multiplicidad de caracteres en que se divide a lo largo del espectáculo. La actriz se vuelve trágica, romántica, divertida y corrosivamente irónica, cuando confiesa abiertamente sus celos por Salvador Dalí, del que el gran Federico estaba enamorado; o de la gran Margarita Xirgu, de la que se dice estaba enamorada de Federico. Sus timbres de voz, sus enérgicos o suaves movimientos, sus cambios de actitudes para otorgarle más énfasis, o autoridad a esos personajes que provienen de una España dividida, le permiten a la actriz apelar a una excelencia interpretativa admirable. No es menos lo que aportan con su entrega y profesionalidad, sus partenaires: Carmen Mesa, Giuliana Sosa, Paula Carrizo y Lucía Cuesta.
Con este musical, otra vez Lorca nos vuelve a seducir con el encanto de sus palabras, sus vibrantes alegorías sobre el amor deseado y no correspondido, los vientres yermos, el sexo furtivo. “Desechad tristezas y melancolías; la vida es amable, tiene pocos días y tan solo ahora la hemos de gozar”, esta estrofa de la primera obra en verso de Lorca, El maleficio de la mariposa (1920) -que también se incluye acá-, definen.
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