Junto con Griselda Siciliani, Jorgelina Aruzzi y Peto Menahem protagonizan una delirante puesta en el Teatro El Nacional, con gran producción: “Cuando pensás que es una comedia de enredos de una pareja, a los 20 minutos viene otra cosa”, dicen los protagonistas
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Sábado por la noche. Teatro El Nacional, a metros del Obelisco. Primera pasada de Felicidades para calentar motores en una función para amigos (y “allegados”, porque sería un tanto exagerado suponer que el elenco cuente con 1027 aliados incondicionales). La obra se anuncia como “una fiesta donde todo puede salir mal”. A juzgar por la predisposición de la gente que cubre la platea y el pullman, todo va bien. Los primeros que salen al gran escenario dominado por una impactante escenografía son Adrián Suar y Griselda Siciliani. Como corresponde al protocolo no escrito de la escena comercial, apenas aparecen se produce un fuerte aplauso. En esta ficción escrita por Mariano Pensotti, esa expareja de la vida real interpreta a una pareja de abogados exitosos en plena crisis. Es el cumpleaños de ella y las guirnaldas y globos del living indican que habrá festejo, pero no: todo puede salir mal. Desde la escena uno queda en claro que Julián, el esposo, tiene algunos papeles flojos. Pretende organizar el festejo cumpliendo la estricta rutina de hacer todos los pasos que a ella no le gustan.
“¿Cómo pude ser tan idiota de volver a confiar en vos?”, le suelta Felicitas a su marido. Ella se siente como una mosca que se golpea mil veces contra un vidrio pensando que puede escapar. Él intenta calmarla diciéndole que, tal vez, están sobreactuando las cosas. “¡Siempre fuiste un pésimo actor! Por eso me doy cuenta tan rápido cuando mentís”, le suelta ella. Es el primer hitazo de la noche, que el público festeja con ganas y que, claramente, se presta a asociaciones libres con aquella pareja famosa que conformaron en la vida real Suar y Siciliani, separada ya hace muchos años. Es la primera vez que ambos comparten un escenario, y lo hacen frente a Margarita, la hija de ambos. Digamos, una escena de la felicidad.
En la ficción, ella decide suspender la fiesta pero, ¡ups!, suena el timbre. Caen dos invitados que no leyeron el mensaje de cancelación. Terminan entrando al gran living una vieja amiga del secundario de Felicitas, papel a cargo de Jorgelina Aruzzi, junto con su excéntrico novio, Benjamín Vicuña. Dicen haber llegado recién de Miami, dicen ser actores e influencers con miles de seguidores. Y aunque no hay fiesta, deciden no ver lo obvio: el ambiente no está ni para bollos ni para el escaso sushi que compró este marido.
Otra vez suena timbre y se provoca un nuevo equívoco: cae un médium, Peto Menahem, que contrató él para amenizar la fiesta esa en la que imaginó que iba a salir todo bien. Y entonces pasan muchas cosas. De hecho, a la casa misma le pasan muchas cosas, que no vale revelar. A lo largo de la obra aparecerán mandatos sociales y familiares, alguien que termina poseído, un jarrón que termina siendo más famoso que el de Guillermo Coppola y una coreografía grupal, entre otros momentos. Como parte de una ajustada maquinaria, llega el final de esta función exclusivísima de Felicidades y hay nuevos aplausos, gente de pie, fotos con caras en modo felicidad. Las mismas que, a juzgar por la venta anticipada -ya había 12.000 entradas adquiridas antes del estreno del jueves- tendrá el público.
Como dos chicos
Ahora es lunes por la tarde en Palermo. Llegan Suar, productor y actor de la obra que dirige Daniel Veronese, y Vicuña. Lejos de la ficción, antes de la sesión de fotos comentan detalles de las funciones del fin de semana: una marcación, el remate de otra escena, el gesto adecuado para tal texto. Parecen dos chicos tratando de perfeccionar el juego ese que tanto les gusta jugar. “Los ensayos generales son para probar cosas. Me queda claro que es el espectador el que termina marcando el tiempo de la obra, estoy muy pendiente de eso -arranca Suar-. Es difícil que en un ensayo general con público invitado, que no es el mismo del que paga, la gente se entregue como nos pasó en las dos pasadas que hicimos antes del debut. Tengo el presentimiento que, ya con todo ajustado, para el estreno lograremos el triple de efecto”.
“Las obras de teatro en general se completan con la llegada del público, el espectador es un actor más y es hermoso cuando se da el encuentro entre unos y otros -agrega Vicuña-. Sobre todo con este tipo de obras, pensadas para que se genere esa dinámica”.
-Sobre todo para una comedia en la cual la risa de la platea hasta puede definir el tiempo de una escena.
Vicuña: -Es que no es solamente la risa la que pude definir un momento. Todo se escucha desde el escenario: la tensión, el nervio, la sorpresa. En Felicidades, en el mismo momento en el que se sube el telón se produce algún tipo de exclamación cuando el público descubre la gran escenografía. En una propuesta de este tipo la risa es el faro más claro, pero hay otras formas de ir sintiendo el grado de compenetración del espectador con la historia.
-Entre el público de esa función especial estaba Margarita, acompañada de amigas. ¿Qué dijo de la obra en la que actúan su mamá y su papá?
Suar: -Estaba feliz, excitada. Y yo también. Siempre que venga a verme al teatro, la función va a estar dedicada a ella.
-En tu doble rol de productor y actor, “vendes” Felicidades.
Suar: -Es una comedia en la que te vas a encontrar con un mecanismo que, una vez que se larga, atrapa hasta el final. Cuando pensás que es una comedia de enredos de una pareja, a los 20 minutos viene otra cosa y, a los 30, otra. Es una pieza de humor que, de paso, te habla del quedar atrapado en una vida que no queremos.
-Benjamín, cuando leíste la obra; ¿qué te pasó?
Vicuña: -Justo venía de ver Los años, de Pensotti, en el Teatro San Martín; y eso hizo que ya le pusiera ganas al leerla. Le sumo el hecho de conocer a Adrián, de saber su forma de pensar. En perspectiva, reconozco que acá no hubo nada dejado al azar. El texto me pareció llenó de situaciones de humor que también coquetean con cosas. Habla de la muerte, de las verdades y caretas de cada uno, del mundo de lo apariencias y sus doble apellidos. Habla de parejas en crisis pero también del país, del ahora, con lo que está pasando. Soy de los actores que piensan que vamos descubriendo de a poco de qué se trata todo esto; esa es la gracia de la creación.
-Es la primera vez que trabajás con Adrián.
-En Farsantes, ATAV y Herederos de una venganza lo conocí como productor. Adrián es un actor/productor (y lo digo en ese orden) que siempre escucha las propuestas, las demandas creativas de los actores. Es una persona que disfruta cuando uno clava un chiste o descubre algo del personaje. En el escenario, es de una enorme generosidad hacia sus compañeros.
-Muy por fuera del prototipo de galán, protagonizaste una obra como Eva Perón, de Copi, en el Teatro Cervantes; y fuiste parte de la serie El primero de nosotros, en la que compartías escenas con Jorgelina Aruzzi, ¿cuál fue el desafio que te planteó esta obra?
Vicuña: -El objetivo era explorar algo que quizás no he trabajado tanto y que pasa por estar en una propuesta de esta magnitud. Lo importante era armar una banda y acompañar a los protagonistas, que claramente son Griselda y Adrián. La comedia es algo que me gusta y que he curtido menos en la Argentina. Es un registro que me hace bien; tener la posibilidad de subirme al escenario junto con esta banda y disfrutar. Algo que cuesta tanto en estos tiempos.
-Suena a paradoja…
Vicuña: -Mucho. Es una paradoja estar haciendo una obra que se llama Felicidades en este contexto. Pero de eso se trata, de tener ese descaro, de hacerse cargo de la provocación de hacer una obra como esta en la que una fiesta todo puede salir bien o puede terminar saliendo como el culo. Con mucho respeto hacia lo que se presenta en la Avenida Corrientes, este montaje no es una clásica comedia del circuito. La presencia de un puestista, un director, una escenografía que es el sexto personaje y la mirada crítica de Adrián hacen que convierta en un modelo distinto. Y en el marco actual, que se sigue apostando por una tremenda puesta, habla bien de todos los que no bajan los brazos. Habla de un teatro que no descansa.
-Desde tu lugar de productor, Adrián, apostaste por un espectáculo costoso cuando la venta de entradas en el circuito comercial bajó en comparación con 2023.
Suar: -Felicidades ya lo veníamos armando hace un año, es así. Ya estaba jugado. He apostado en las buenas y en las malas. Me ha ido bien, me ha ido mal…
-¿Pero en teatro alguna vez te fue mal? La anterior, Inmaduros, con Diego Peretti, fue un fenómeno de público.
Suar: -En teatro, pocas veces me fue mal. A lo sumo como productor, pero no como productor y actor. Pero los que estamos en esto, cuando algo te gusta lo hacés y después promediás.
Vicuña: -En lo personal, todo el movimiento teatral de la ciudad me emociona. Una de las razones que me enamoré de Buenos Aires es lo que pasa en la Avenida Corrientes y sus teatros. Ver el fervor de los teatristas tanto como del público. Me conmueve comprobar el amor del espectador por la actividad teatral más allá de la situación económica. Me emociona darme cuenta que todo eso forma parte de la identidad cultural de un país. Me entusiasma pensar que esa gente se pueda reír.
-Ese escenario que pintás de la avenida Corrientes, ¿no sucede en Santiago?
Vicuña: -No, sucede en muy pocas partes del mundo. En mi caso, cuando veo en medio de una lluvia de una tarde de un sábado a domingo a un padre o una madre con sus hijos, haciendo fila para ver un espectáculo mientras comparten el paraguas, me emociono. Eso es cultura, es el germen, es el inicio de las nuevas audiencias. Yo tengo cuatro salas en Santiago y ese fenómeno no existe allí.
Adrián Suar
-Más allá de la inversión económica, Felicidades plantea un rasgo diferencial en relación con tus producciones anteriores, por lo que hace a la puesta en escena.
Suar: -Es cierto. Hay una apuesta importante que, al parecer, la gente agradece. En lo personal, eso me da alegría, me gusta. Soy productor para eso. Felicidades podría ser un típica comedia de living, algo más que valioso, pero acá pasan cosas con la misma escenografía. No creo que vuelva a hacer algo así porque es un trabajo muy particular, lo que pasa con esa casa que habita este matrimonio.
De calle Corrientes a las pantallas
La idea de convocar a Pensotti, creador de trayectoria internacional, fue de Adrián Suar. Había visto obras suyas y para Polka escribió algunos proyectos que no se llegaron a concretar (y “alguno que se va a concretar en algún momento”, apunta el productor, sin dar detalles). Cuando Suar le ofreció a Griselda Siciliani sumarse al material, ella lo pensó hasta llegar a la conclusión de que era “un verdadero planazo”. Fue a la primera que convocó; luego siguió con el resto. Si ella no aceptaba, tenía un plan B. “Pero yo quería que fuera ella”. A juzgar por los hechos, su Felicitas despliega un trabajo físico que hace delirar a la platea. ¿Y por qué Benjamín Vicuña? “Es un actor muy gracioso -admite Suar-. Y la rompe. Estoy feliz. Es difícil juntar a semejante elenco”.
El galán chileno está por filmar una película dirigida por Marcos Carnevale, que protagonizará junto con Julieta Díaz, y terminó hace poco de grabar una serie para Netflix con Siciliani. “Soy un privilegiado; lo sé”. reconoce quien fue figura central de El primero de nosotros, la última serie que emitió Telefe, hace dos temporadas.
Benjamín Vicuña
Recientemente, la misma emisora anunció el regreso de la ficción con una serie de Sebastián Ortega, que llegaría a la pantalla en 2025. El año pasado, la única telenovela que se emitió en la TV abierta fue Buenos chicos, de la factoría de Polka, por la pantalla de eltrece. “Me encanta”, dice Suar, “celebro la noticia. Me gusta que se haga, que vuelva a trabajar Sebastián. Obviamente, se me moviliza el cuerpo el enterarme de que la vuelta de la ficción a la TV abierta sea en Telefe; ojalá sea el comienzo de una nueva etapa. Ojalá eltrece pueda hacerlo, es mi deseo. Yo no lo descarto. Polka no se cerró, quedó en stand by, siempre con el deseo de volver”.
Suar es un tipo medido a la hora de dar opiniones sobre el estado actual de la cultura en el contexto político. Pero sentado en la mesa de Mirtha Legrand expresó a principio de año su rechazo al proyecto de la Ley Ómnibus que promovió el Ejecutivo. “Ver a la cultura en términos económicos empobrece”, afirmó aquella vez. Su frase despertó repercusiones.
-¿Pensaste en no volver a hablar más del tema?
Suar: —No, pero a veces te empiezan a atacar por varios lados por algo que vos dijiste y, en verdad, lo que me doy cuenta es que estamos viviendo una época en la que, a veces, no hay espacio para decir lo que uno piensa. Yo no soy una persona confrontativa. No es de ahora, es de hace muchos años. El espacio de la reflexión se ve muy atacado. Así como en el últimos tiempos hubo un cambio de paradigma impulsado por el movimiento MeToo, seguramente en un par de años vamos a terminar recordando la época en la que no se podía decir nada, la de los ataques de los haters. Creo que las cosas van a ir cambiando y que vamos a volver a debatir civilizadamente unos y otros. Me gusta el debate que te hace crecer, repensar las cosas. Yo soy uno de esos.
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