Las dos caras del oficio teatral
La obra fue escrita y dirigida por Pepe Cibrián
Alguien podría presuponer que "Las extras... o ellas", escrita y dirigida por Pepe Cibrián, podría ser una obra convencional. Nada de eso: en realidad, es un atractivo pretexto para que dos figuras como Ana María Campoy y María Rosa Gallo se luzcan sobre el escenario.
Son las dos máscaras del teatro: la cómica y la trágica, reunidas en un instante mágico. Ya desde el tema musical "En donde estás", de Cibrián y Mahler, interpretado por Cecilia Milone, está la síntesis de lo que pretende ser este espectáculo.
Las actrices aparecen en escena para una audición donde se seleccionarán dos extras que actuarán de dobles de Ana María Campoy y María Rosa Gallo. Esta es la excusa del libro, en realidad un juego, para que cada una hable de sí misma como si estuviera hablando de otra persona. Hasta que, en un momento determinado, se muestran como las actrices originales para hablar una de la otra. Y en estos parlamentos, donde hay elogios pero también tomadura de pelo, está el humor.
Sin caer en lo nostalgioso vuelcan su mirada sobre el pasado, sobre aquellos momentos artísticamente consagratorios rescatando personajes del baúl de los inolvidables. Nadie desconoce la trayectoria de estas dos mujeres que han caminado y gastado escenarios, aquí y en el exterior, transmitiendo la palabra ajena. En este sentido, Campoy vuelve a demostrar su histrionismo en el manejo de la cuerda cómica y Gallo trata de seguirle el ritmo sin perder su estilo dramático.
Un justo reconocimiento
En apenas 70 minutos las actrices muestran su ductilidad en la composición del personaje, en el manejo de los tiempos y los espacios escénicos, pero también se permiten dejar caer episodios de su vida personal y anécdotas de su entorno familiar. No es exagerado afirmar, porque así lo dejan traslucir, que esta producción podría ser para las actrices la despedida del escenario. Aunque hay un dejo de tristeza, no se permiten decaer el ánimo, porque seguirán siendo actrices. No en vano la televisión también las acoge con continuidad.
Reconocen su edad y se burlan de ella. Asumen orgullosas sus arrugas y no reniegan de su estado físico que lucen con un atractivo vestuario. Es cierto que hay un texto, pero también se presiente que lo más jugoso es el "morcilleo", ese momento de improvisación que enriquece el diálogo y que sobre todo Campoy maneja muy bien. La audiencia, en su mayoría personas mayores, no sólo festeja las ocurrencias y los olvidos de las actrices, sino que sabe compensar esta actuación con un cálido aplauso de pie, como un reconocimiento a tantas décadas de esfuerzo y talento sobre el escenario.
Cada una a su manera, son dos damas de la escena argentina, sin olvidar su trayectoria cinematográfica y televisiva, que subieron en esta oportunidad para cosechar lo que siempre han sembrado: el cariño y la admiración de su público. Frutos bien merecidos.
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