Las diferentes facetas de un actor que deja su marca
El teatro es un territorio con el que, siendo joven, nunca fantaseó. Se formó en una escuela técnica y se recibió de maestro mayor de obras (profesión que nunca ejerció). El mundo del deporte lo tenía entre sus adeptos: fue jugador de vóley. Descendiente de una familia de croatas, decidió tomar un curso que un grupo de actores provenientes de la ex-Yugoslavia llegó a dictar al club de su barrio. Sin saber muy bien por qué se inscribió, y cuando con sus compañeros hizo la muestra final del curso Marcelo Subiotto decidió que su destino empezaba a cambiar. Desde entonces, nunca más se bajó de un escenario.
El intérprete, también en ocasiones autor y director, ha desarrollado una carrera sumamente atractiva participando de proyectos que, en algunos casos, han dejado marcas muy fuertes en la escena local, como parte de la saga de experiencias que concretó con Daniel Veronese (Mujeres soñaron caballos, Espía a una mujer que se mata, Los hijos se han dormido).
También durante diez años, junto a Adrián Canale, gestionó la sala Puerta Roja, uno de los espacios más atractivos del barrio del Abasto, en donde no solo desarrolló proyectos propios, sino que además presentó una programación muchas veces novedosa.
Actualmente Subiotto forma parte del elenco de En lo alto para siempre, una producción del Teatro Nacional Argentino-Teatro Cervantes. Una propuesta escrita y dirigida por Camila Fabbri y Eugenia Pérez Tomás que cruza aspectos de la obra del escritor norteamericano David Foster Wallace con cuestiones de su vida personal.
El suicidio de un joven lleva a su madre a instalarse en la terraza de la casa, desde donde el muchacho se arrojó, para hacer su duelo. Otros personajes subirán a acompañarla y ellos encontrarán un cambio en sus vidas que terminará modificándolos notablemente.
"Lo que más me atrajo de este material -comenta el actor- es la posibilidad de acercarme al trabajo de dos creadoras que saltan varias generaciones a la mía. No venía trabajando con artistas jóvenes y me interesaba introducirme en ese universo. Yo tengo el mío, el de mi generación, en el que me muevo, discuto, me formé. Hay distancia en nuestras miradas respecto del hecho teatral. Por otro lado la obra que proponen es muy compleja a la hora de actuar, posee una atmósfera muy especial. Es un desafío".
Marcelo Subiotto considera que en los últimos veinte años se ha producido un cambio muy grande en el teatro alternativo local. No solo a nivel estético, sino además en sus formas de producción. "Mi generación era más explosiva -explica-. Hacíamos teatro porque sí. No había una forma de producir que contuviera el oficio. Durante los años que tuve Puerta Roja las generaciones jóvenes venían con proyectos que tenían un productor, un agente de prensa. Empezó a desaparecer el porque sí: hago teatro y después veo el resto. En lo creativo, algo de aquello más lúdico desapareció. Estamos muy formateados, muy atravesados por las redes sociales, que son un dispositivo de subjetividad. Entonces, tener un poquito de aquel porque sí, porque lo quiero hacer, como me sucede con esta experiencia, me parece importante".
Intérprete siempre ligado a proyectos de investigación que se dan en salas alternativas o procesos mayores en salas oficiales, Subiotto está convencido de que por sus cualidades de actor las propuestas siempre le llegan de esos espacios. Más allá de eso, valora mucho la actuación. "Si hay algo que no puedo hacer lo desecho porque sé que lo voy a hacer muy mal. Se pierde el juego. No me gusta decir solo un texto, me parece horrible, todo deja de tener sentido. Prefiero irme a mi casa y estudiar música".
Desde que dejó Puerta Roja, en 2012, algo varió en su carrera. Por un lado, tomó conciencia de que había concluido un ciclo y por otro, de que debía organizar su trabajo desde otra perspectiva. Le gusta dialogar con materiales que expresen nuevas miradas, pero también compartir la tarea con grandes creadores (actores o directores) en ámbitos oficiales. También desde el cine lo convocan mucho en los últimos años. Actualmente está terminando de filmar La afinadora de árboles, de Natalia Smirnoff.
"He trabajado con un abanico de directores teatrales muy interesante (Jorge Lavelli, Robert Sturua, Emilio García Webhi, Rubén Pires, Silvio Lang, Diego Lerman, entre otros) -comenta-. Y también me ha gustado compartir el espacio con grandes actores. Hay en ellos algo del teatro que no se va a repetir. Ese mundo no vuelve y mi generación y las siguientes no formamos parte de él. Solo somos una manifestación de aquello. Me gusta ver actuar a los grandes intérpretes, ser testigo de ese pedacito de historia. Actuar en teatro es un regalito para observar esas cosas, ya desde el ensayo. Te deja pensando qué le pasaba a esa persona hace 20, 30 años, cuando se estaba exponiendo, y qué le pasa hoy ante esa misma situación. Me fascina eso del teatro. Tiene un montón de cosas para quedarse con el Me gusta".
En lo alto para siempre
De Camila Fabbri y Eugenia Pérez Tomás
Teatro Cervantes, Libertad 815.
Jueves a domingo, a las 21.